Viraje esperanzador
EL PRESIDENTE indonesio, B. J. Habibie, parece inclinarse por la b¨²squeda de una legitimidad democr¨¢tica que no se daba por el solo hecho de haber sucedido constitucionalmente al dimisionario Suharto. El nuevo presidente, cuyo Gobierno continuista permit¨ªa hablar de un suhartismo sin Suharto, ha dado un giro a la situaci¨®n con la promesa de convocar elecciones en el plazo probable de un a?o y con la liberaci¨®n de los primeros presos pol¨ªticos. Cabe esperar, tras estos primeros gestos de apertura, que en las pr¨®ximas semanas salgan de las prisiones varios cientos de personas que en algunos casos cumplen penas de c¨¢rcel por delitos tan peculiares como hablar mal del anterior jefe del Estado.Todo ello modifica positivamente las impresiones iniciales, pero no puede ser ni mucho menos definitivo para que la nueva Indonesia reciba el pl¨¢cet de la comunidad internacional. El dictador Suharto, que se eterniz¨® en el poder 32 a?os despu¨¦s de desplazar al fundador del Estado -pero no menos dictador-, Sukarno, celebraba tambi¨¦n con una puntualidad quinquenal unas elecciones que ganaba siempre en una C¨¢mara trufada de notables nombrados a dedo. Por ello es necesario aclarar qu¨¦ entiende Habibie por ?elecciones democr¨¢ticas?. Como servidor de Suharto durante d¨¦cadas, tambi¨¦n consideraba que su r¨¦gimen era democr¨¢tico.
En este cambio de estilo han tenido mucho que ver acontecimientos interiores e influencias exteriores. En el frente interior, aunque la protesta popular no pod¨ªa sostenerse de manera indefinida, los l¨ªderes estudiantiles hab¨ªan dejado muy claro que no se contentar¨ªan con un mero revoque de fachada, sino que exig¨ªan un verdadero proceso electoral en libertad. De forma parecida, el que hoy es virtual l¨ªder de la oposici¨®n, Amien Rais, jefe de un gran movimiento musulm¨¢n, tambi¨¦n ha pedido que el proceso culmine en una restauraci¨®n democr¨¢tica, aunque se ha mostrado mucho m¨¢s prudente al ofrecer hasta seis meses de plazo a Habibie para que pruebe su voluntad de eliminar la corrupci¨®n del r¨¦gimen anterior.
Lo decisivo ha sido probablemente el escepticismo visible con que Washington hab¨ªa comentado un curso que parec¨ªa abocado a perpetuar el nepotismo de la pasada dictadura. De un lado, la desaparici¨®n de la URSS no obliga ya a Estados Unidos a aceptar dictadores para defenderse del comunismo; de otro, el saneamiento de la econom¨ªa del archipi¨¦lago indonesio dif¨ªcilmente puede hacerse sin una seria democratizaci¨®n que permita pedir a la poblaci¨®n los sacrificios de austeridad que va tener que hacer.
Si Indonesia se democratiza, no va a ser f¨¢cil olvidar las depredaciones de Suharto. Y quiz¨¢ sea ¨¦sa la mayor dificultad para Habibie: ?c¨®mo hacer para democratizar sin que lo pague su antiguo patr¨®n, que afirmaba quererle como a un hijo, y, por ese camino, ¨¦l mismo y todo el suhartismo? Pero el curso actual en Indonesia no deja por ello de ser esperanzador.
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