Encuesta goda
La dinast¨ªa goda no realiz¨® las encuestas, sino el INCE. Y seg¨²n las estad¨ªsticas de ese Instituto de Evaluaci¨®n y Calidad, los valencianos de la ciudad o el campo nos situamos en unos niveles inferiores a la media carpetovet¨®nica en lo referente a conocimientos escolares y educativos de nuestra muchachada. Triste privilegio num¨¦rico, compartido con nuestros vecinos del otro lado del Ebro. Entre los 14 y 16 a?os o poco antes o algo despu¨¦s, estamos suspendidos. Ignoramos si la Consejer¨ªa de Educaci¨®n, las asociaciones de padres, los sindicatos de la ense?anza, los gremios y claustros de maestros o el Esp¨ªritu Santo que concede los dones de la sabidur¨ªa, convocar¨¢n las pruebas de recuperaci¨®n en septiembre. Pero culpar del suspenso a Ataulfo, Alarico, Chindasvinto, Recesvinto, Wamba o don Rodrigo, ser¨ªa una iniquidad, aun cuando alg¨²n sesudo profesor universitario como Arcadio L¨®pez-Casanova indique, con conocimiento de causa, el excesivo automatismo memor¨ªstico en las aulas de nuestros escolares. Las asociaciones de padres son, desde luego, absolutamente ajenas a la calificaci¨®n, como son ajenas a las largas sesiones televisivas de nuestros hijos, o a la consideraci¨®n de la escuela como una guarder¨ªa, garante de tranquilidad en el ajetreo laboral a que nos abliga la vida moderna. Nada tienen que ver con el suspenso del INCE nuestros sindicatos docentes, ocupad¨ªsimos estos d¨ªas en ardua negociaci¨®n con la Administraci¨®n educativa por mor de si habr¨¢ 3 o 5 d¨ªas lectivos m¨¢s o menos con que aliviar o soliviantar el ¨¢nimo del funcionariado auton¨®mico o provincial. La adecuaci¨®n de los d¨ªas lectivos a la mater¨ªa que se haya de impartir u objetivos que se han de alcanzar es, a todas luces, una cuesti¨®n trivial. Como trivial ser¨ªa relacionar el suspenso del INCE con maestros, docentes o ense?antes de la muchachada de entre 13 y 16 o 17 a?os: es harto conocida entre ellos la pasi¨®n por la reforma y la renovaci¨®n pedag¨®gica, por el an¨¢lisis de los resultados acad¨¦micos y por casar la escuela con la vida. Este febrero lectivo, por ejemplo, estuvieron algunos alumnos donde la nieve, en Andorra, y regresaron dispuestos a esquiar en los pr¨®ximos campeonatos mundiales y recuperados de los "rollos" de clase por amenas veladas discotequeras. Jugar a la pilota valenciana durante la pr¨®xima semana fallera y festiva es profundamente reaccionario y no inserta la escuela en la sociedad, aunque el trinquete o front¨®n est¨¦ cerca de casa y sea m¨¢s barato. Pol¨ªticamente incorrecto y c¨ªvicamente osado ser¨ªa que cargara con el sambenito del suspenso la Administraci¨®n educativa o la Consejer¨ªa de Educaci¨®n: nos sobran centros y los que tenemos brillan como el metro de Mosc¨² o los bancos neoyorquinos; la previsi¨®n en la construcci¨®n de nuevos centros es ancestral; y el control democr¨¢tico y eficiente de las tareas educativas sirvi¨® de modelo en la pen¨ªnsula de Jutlandia. Resumiendo: la culpa la tiene el rom¨¢ntico jubilado, padre de una hija adoptiva de 12 a?os, que ese otro d¨ªa subi¨® al estrado de una manifestaci¨®n callejera, y grit¨® de forma espont¨¢nea desde lo profundo de sus canas blancas, desde su preocupaci¨®n c¨ªvica y paternal: "Quiero que mi hija tenga una escuela de calidad y que el d¨ªa de ma?ana pueda encontrar un trabajo digno". En tanto los dem¨¢s esperamos tranquilamente la convocatoria de septiembre.
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