Cohesi¨®n y subsidiaridad
Los europeos ya tenemos moneda y seguridad comunes. La primera por voluntad propia, la segunda compartida por la fuerza de los hechos con la OTAN. Sin una y otra resultar¨ªa dif¨ªcil pasar a nuevos estudios de desarrollo de la Uni¨®n, que, aunque aspiraciones permanentes de los europe¨ªstas, y previstos en los Tratados de Maastricht o Amsterdam, contin¨²an siendo previsiones y aspiraciones. El camino emprendido, sin embargo, no tiene retorno, salvo que la expectativa sea la de un cataclismo universal. De entre los temas que asoman por el horizonte inmediato destaqu¨¦ en su momento el de la devoluci¨®n de los poderes a las ciudades y las regiones / nacionalidades. Ahora me detengo, en la brevedad de un art¨ªculo period¨ªstico en los de la subsidiaridad y la cohesi¨®n. Los tres -devoluci¨®n, subsidiaridad, cohesi¨®n- tienen que ver con la formaci¨®n de la ciudadan¨ªa europea, con la implicaci¨®n de nuestra sociedad en el proceso de afirmaci¨®n de las instituciones de la Uni¨®n. Exigen, adem¨¢s, la consolidaci¨®n de las instituciones representativas de la ciudadan¨ªa, el subsanar el d¨¦ficit democr¨¢tico de las instituciones comunitarias, por usar el lenguaje que si bien antiguo en estos menesteres resulta adecuado. Parlamento, Consejo, en una palabra la representaci¨®n ciudadana, el control de un Ejecutivo responsable. La subsidiaridad debe responder a un principio claro, anclado en los procesos de devoluci¨®n por otra parte: lo m¨¢s cerca de los ciudadanos, con la mayor participaci¨®n de los ciudadanos. Y su correlato de eficacia en el uso y distribuci¨®n de los recursos, cuya garant¨ªa es la proximidad, y cuyo guardi¨¢n son los tribunales de justicia independientes, y el juicio permanente de la opini¨®n p¨²blica organizada. Esto es lo que lleva a afirmar la necesidad de reorganizar la prestaci¨®n de servicios, como derecho de los ciudadanos pero tambi¨¦n como instrumento de transparencia y competitividad, hacia las regiones y las ciudades. Ello implica la redistribuci¨®n de las competencias pol¨ªticas, pero sobre todo o tambi¨¦n, la redistribuci¨®n de los recursos econ¨®micos y humanos desde las actuales administraciones a ciudades y regiones. Y tambi¨¦n de las regiones a las ciudades, en ¨²ltima instancia, una vez que se resuelven los papeles de las instituciones comunes de econom¨ªa y seguridad. La cohesi¨®n como elemento de correcci¨®n de los desequilibrios, ya sean territoriales en el sentido m¨¢s amplio, a la escala de la Uni¨®n, ya se trate de los desequilibrios internos, tanto dentro de los estados como en las mismas regiones. Ya se trate, finalmente, de los desequilibrios en el interior de las comunidades locales, derivadas de la distribuci¨®n de las rentas, del trabajo, o de la marginaci¨®n. La cohesi¨®n es adem¨¢s la salvaguarda de la propia supervivencia ante la movilidad universal de bienes y sobre todo personas. Cohesi¨®n y subsidiaridad constituyen los objetivos de una Uni¨®n Europea que no abandona, sino que puede y debe profundizar en lo mejor de sus tradiciones respecto de la igualdad, de la solidaridad, en un marco de libertades. En este sentido, adem¨¢s, cabe discutir la oportunidad y la conveniencia del pacto entre generaciones o el compromiso por el trabajo, esto es de las pensiones y del trabajo para generaciones de europeos cada vez m¨¢s capacitados. Y el compromiso solidario con todos nuestros vecinos, los que llaman a nuestra puerta, o los que requieren de nuestra contribuci¨®n a un mundo mejor, que mundialice o globalice, como se prefiera, las conquistas humanas en conocimiento o tecnolog¨ªa. La ilusi¨®n neoliberal, o para ser m¨¢s generosos, pseudoliberal, no lo entendi¨® as¨ª. Crey¨® primero en la Uni¨®n Monetaria como un fin, o incluso, en sus aspectos m¨¢s radicales, la desde?¨®. A golpe de urna, del Oder al Tajo, rectifica un d¨ªa s¨ª y el otro tambi¨¦n.
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