Brasil da se?ales de alarma
El ingreso de Denilson result¨® decisivo para superar el tenaz juego de los escoceses
Brasil tiene muchas piezas que ajustar. Lleg¨® con dudas al Mundial y las mantiene despu¨¦s de su laboriosa victoria sobre los escoceses, que actuaron con la dignidad de un pa¨ªs antiguo en esto del f¨²tbol. Pero les falta materia prima. Con todos sus desajustes, Brasil dispone de varios jugadores en condiciones de ganar cualquier partido. ?ste fue decepcionante, al hilo de los tiempos actuales. Si los brasile?os no se saltan la represi¨®n que invade al juego en estos d¨ªas, la esperanza cada vez ser¨¢ menor.En lo t¨¢ctico, Zagalo estuvo en plan continuista. Coloc¨® a los dos pivotes de rigor y liber¨® a Rivaldo de grandes obligaciones defensivas. Los errores comenzaron por el dibujo, especialmente a la vista del sistema escoc¨¦s, un 3-4-3 que ser¨¢ el modelo de varias selecciones. Zagalo cometi¨® errores en la alineaci¨®n. Necesitaba gente que entrara por los costados, que obligaran a los centrales Calderwood y Boyd a acudir a las bandas, donde son vulnerables por peso, lentitud y falta de cintura. Sin embargo, el t¨¦cnico brasile?o se empe?¨® con Giovanni y Rivaldo, jugadores de clase indiscutible, aunque con una tendencia irremediable a progresar por el centro. Ninguno de los dos dispone de las cualidades de los extremos, especialmente Giovanni, que fracas¨®.
Tirado a la derecha, Giovanni no existi¨®. En el medio, Sampaio confirm¨® todas las sospechas sobre su mediocridad. No tuvo ning¨²n peso en el partido. Ni para quitar, ni para pasar. Como el f¨²tbol tiene un car¨¢cter impredecible, fue precisamente Sampaio el autor del primer gol brasile?o. Un cabezazo tras el saque de un c¨®rner. Un gol brit¨¢nico para batir a los escoceses. Algo raro sucede en el f¨²tbol.
Tras el gol, Brasil entr¨® en una crisis considerable. No pod¨ªa contar con Giovanni y con Sampaio para nada bueno, y tampoco pod¨ªa tirar de Dunga, un veterano quitador al que le traiciona la edad. Aunque todav¨ªa es el m¨¢s capaz de dar la pelota a un compa?ero -siempre sin arriesgar, por supuesto-, a Dunga le falt¨® dinamismo. Tampoco Bebeto est¨¢ en la flor de su juventud. Se vio superado por el ritmo del partido, que tampoco fue extraordinario, y por la fortaleza de los centrales escoceses. La suma de defectos de Brasil acab¨® por lastrar su juego hasta el punto de elevar considerablemente las prestaciones de Escocia.
Lambert, un medio centro competente, comenz¨® a manejar el juego y poco a poco el partido se hizo escoc¨¦s. A falta de luces, Escocia interpretaba su papel con criterio. Por lo menos ten¨ªa un plan. Ni tan siquiera necesit¨® del pelotazo, aunque de vez en cuando Durie tuvo que batirse en el juego alto con los gigantescos Aldair y Junior Baiano. A Escocia le bast¨® con poco para equilibrar el juego. El zurdo Collins ayud¨® a Lambert y Gallacher se convirti¨® en problema para los defensores brasile?os. Entraba por la derecha y sacaba un buen rendimiento a su habilidad. Collins y Gallacher, los dos ¨²nicos habilidosos de Escocia. Pero la cosa funcionaba. Para estar a la altura de deficiente partido, Sampaio anul¨® el efecto de su gol con un penalti lamentable por innecesario y bobo. Atropell¨® a Gallacher en una jugada inalcanzable para el delantero escoc¨¦s. Marc¨® Collins, la hinchada enton¨® el Flor de Escocia y se produjo un momento de estupefacci¨®n. ?C¨®mo era posible este Brasil patoso?
Quedaba por saber el valor de la suma de las partes. En esta cuesti¨®n, Brasil est¨¢ por delante de Escocia y de todo el mundo. El ejemplo est¨¢ en Ronaldo. Apenas particip¨® en el juego, en el intr¨ªngulis, que dir¨ªa Jesul¨ªn, pero todas sus intervenciones fueron estupendas o maravillosas. Porque con Ronaldo hay que hablar siempre en t¨¦rminos superlativos. La mejor de todas ocurri¨® en el primer tiempo. Agarr¨® la pelota en el lateral del ¨¢rea y llev¨® a Hendry a los caballitos: le dio vuelta como un calcet¨ªn y de repente estaba enfrente del portero, el viejo Leighton, que sac¨® el remate con una buena estirada.
La torcida estaba con la mosca. No le gustaba su equipo y comenz¨® a pedir la entrada de Denilson. Es gente que ha visto mucho y no se les enga?a con cualquier cosa. Antes, Zagalo hab¨ªa metido a Leonardo por el desesperante Giovanni. Aunque Leonardo es un jugador vivaz y regateador, tampoco funcion¨® en su posici¨®n, a veces de enganche, a veces tirado hacia la derecha. Por un momento, la ¨²nica esperanza de los brasile?os pas¨® por alguna proeza de Ronaldo.
El ingreso de Denilson por Bebeto tuvo varios efectos beneficiosos: Brasil abri¨® por fin el campo con un extremo, cambi¨® una moneda gastada -Bebeto- por una nueva -Denilson- y permiti¨® a Rivaldo adentrarse hasta la media punta, donde se siente m¨¢s c¨®modo. En dos minutos cambi¨® el partido. Aunque Brasil hab¨ªa empujado fatigosamente hasta entonces, Denilson meti¨® otra marcha al partido. Escocia no encontr¨® la respuesta para detener a Ronaldo, Rivaldo y Denilson. Demasiado talento enfrente.
La victoria lleg¨® por otra v¨ªa. En cualquier campo de la Tercera inglesa se ven miles de centros frontales que buscan el rechace o la pelota dividida. Pues Brasil marc¨® de esta forma tan brit¨¢nica: pelotazo, Caf¨² acude al remate acompa?ado por el delantero centro Durie -el f¨²tbol al rev¨¦s-, se lleva la pelota, remata, Leighton rechaza y el bal¨®n rebota en el pecho del central Boyd. Un gol infame que hizo justicia con el f¨²tbol de Brasil. A este partido no se le pod¨ªa pedir un goyer¨ªa de gol.
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