Okocha vuelve locos a los b¨²lgaros
Nigeria pasa a octavos al derrotar al equipo capitaneado por Stoichkov
Cuando, mediado el primer tiempo, los nigerianos agarraban la pelota en su zona, se miraban unos a otros y no sab¨ªan qu¨¦ hacer: ?los b¨²lgaros no se mov¨ªan! ?D¨®nde estaba ese torbellino an¨¢rquico que les metiera a ellos, los reyes del estilo y del tempo, en el pase en el partido? ?D¨®nde la furia de Stoichkov, el acoso en el centro, la presi¨®n en los extremos, la lucha en la punta? ?Qu¨¦ hacer??Qu¨¦ partido m¨¢s desconcertante! La decadencia de estilo en los toques nigerianos y la decadencia f¨ªsico-futbol¨ªstica de los b¨²lgaros se juntaron en el Parque de los Pr¨ªncipes. Se impuso el f¨²tbol, esto es, Nigeria. Los africanos ya est¨¢n en octavos de final. La selecci¨®n b¨²lgara a¨²n puede pasar: que se prepare Espa?a, pero s¨®lo si a los de Stoichkov les apetece jugar en equipo y dar una patada bien dada al bal¨®n. Lo que no hicieron ayer.
Nigeria necesita un acicate para expresarse en plenitud. Cuando el rival, los b¨²lgaros, por ejemplo, les dejan el bal¨®n y el campo entran en trance de dejadez. Como quien no quiere la cosa se mueven durante el lapsus; dejan pasar el tiempo, fallan pases, se chillan un poco unos a otros, pero sin exagerar. Eso tambi¨¦n es dominar el tempo del partido: el rival, aburrido, intenta arriesgar y acaba perdido. Fallan pases y se chillan unos a otros, pero con fuerza: Stoichkov a Balakov, Kostadinov a Iliev, Ivanov a todos. As¨ª que llegan a una conclusi¨®n: el que coja la pelota, que haga lo que quiera, los dem¨¢s se quedar¨¢n de espectadores.
Y all¨ª estaba el l¨ªbero que sub¨ªa, llegaba a la zona de definici¨®n, soltaba un pelotazo por encima del larguero de Rufai y se volv¨ªa a su zona tan satisfecho. O Stoichkov, sombra del jugador que fue, y ahora gordo y sin fuelle, qued¨¢ndose en fuera de juego de forma intencionada para fastidiar a un compa?ero.
Entonces se despierta Jay Jay Okocha. Oliseh y West, los ¨²nicos que han estado concentrados todo el tiempo (m¨¢s que nada por si Balakov, el ¨²nico resto interesante de aquella Bulgaria del 94, intenta una diablura) le dan su apoyo moral y las pelotas que recuperan. Y Okocha, el "Maradona de ?frica", las agarra y empieza a inventar. Se acab¨® el juego a c¨¢mara lenta y la indiferencia en las situaciones de lucha. Hasta Amokachi parece que de repente ha perdido unos kilos y gana en velocidad, potencia y habilidad. Hasta Lawal, dormido en la banda izquierda hasta entonces, bosteza y se despereza.
Todos juntos se mueven, juntos vuelven locos a los b¨²lgaros. Y logran un gol (Amokachi, el pasmo, hasta le devuelve al primer toque un bal¨®n a Ikpeba, quien tira al suelo a Ivanov con un crujido de caderas y se lo mete elegantemente a Zdravkov).
En el segundo tiempo la banda b¨²lgara se agarr¨® un poco al sistema y lo cambi¨®. Hab¨ªan salido con cinco defensas y se quedaron con cuatro. Balakov, el grande, no se sinti¨® tan solo y hasta Stoichkov se hizo algo compa?ero. Se crecieron al mismo ritmo con que los nigerianos entraron en su fase de decadencia f¨ªsica.
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