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La intensa actividad pol¨ªtica de estas semanas, en las que al parecer ha comenzado la campa?a electoral, provocada en gran medida por las primarias del partido socialista, han puesto en evidencia los importantes avances que se han hecho en relaci¨®n con compartir el poder (pol¨ªtico) entre las mujeres y los varones. En este momento, no hay partido pol¨ªtico que se atreva a presentar listas de candidatos, para lo que sea, sin mujeres en ellas. Aunque, por supuesto, habr¨ªa mucho que debatir sobre el tema, no vamos a entrar ahora aqu¨ª en consideraciones del porqu¨¦ y c¨®mo se ha conseguido, ni en la solidez del convencimiento de la igualdad de oportunidades de algunos de los que practican estas medidas, ni en el papel que en algunos partidos se les da a esas mujeres, m¨¢s all¨¢ de estar en las listas. Como decimos, sin entrar en este tipo de an¨¢lisis, la valoraci¨®n general que hacemos es que la presi¨®n ejercida por las mujeres para tener presencia en el mundo pol¨ªtico ha tenido su efecto y se ha avanzado de manera importante en los ¨²ltimos 20 a?os. Reconociendo este hecho como positivo, nos preocupa, sin embargo, que los cambios sociales necesarios para que las mujeres puedan ejercer ese derecho de participaci¨®n pol¨ªtica y aprovechar adecuadamente esas oportunidades no se han producido al mismo ritmo. Esto significa que si ahora se comparte el poder, y en general el espacio p¨²blico que hab¨ªa estado reservado a los varones, pero el espacio dom¨¦stico sigue siendo responsabilidad de las mujeres, y no se comparten las obligaciones de ¨¦l derivadas, lo que se produce es una sobrecarga a las mujeres. A ¨¦stas, acostumbradas de toda la vida, a estirar como chicle su tiempo y a renunciar permanentemente a su tiempo privado, entrar en la vida pol¨ªtica les puede suponer el l¨ªmite y probablemente tener que renunciar a algo m¨¢s, sea su trabajo, la maternidad o su salud. Es evidente que la sociedad actual atraviesa una crisis del modelo de organizaci¨®n patriarcal, y de la diferenciaci¨®n de los roles y distribuci¨®n de responsabilidades que ¨¦ste estableci¨®: para las mujeres el trabajo dom¨¦stico y el cuidado de los hijos y las personas mayores, y para los varones el protagonismo en la pol¨ªtica, la cultura, el trabajo y el poder. La incorporaci¨®n de las mujeres a la educaci¨®n, al trabajo, su participaci¨®n en todos los ¨¢mbitos sociales, ha puesto en crisis el sistema de organizaci¨®n social cl¨¢sico, que precisa una revisi¨®n y adaptaci¨®n a la realidad actual. Desde Mujeres Progresistas hemos analizado y debatido este tema con el ¨¢nimo de buscar y proponer soluciones. Este proceso ha cuajado en un programa concreto que pretende involucrar a todos los agentes sociales progresistas en el establecimiento de un nuevo contrato social que sustituya al que se fundamenta en la divisi¨®n del mundo en dos mitades. El Nuevo Contrato Social supone sustituir la exclusi¨®n por la participaci¨®n compartida, lo que requiere la responsabilidad de todas las personas. La idea de compartir se constituye en el motor de cambio estructural para la igualdad de oportunidades. Compartir las responsabilidades familiares significa que para que las familias sean lugares de encuentro, de convivencia y aprendizaje y de desarrollo personal de todos sus miembros, su funcionamiento debe ser democr¨¢tico y respetar las necesidades de todos ellos. Esto supone reorganizar el tiempo (horarios laborales, escolares, comerciales, de participaci¨®n social, y cualquier otro) para que la vida familiar y la social sean compatibles y compartibles. Para compartir el trabajo, que como bien escaso hay que repartir, habr¨¢ que establecer medidas que ayuden a distribuirlo mejor y hacerlo m¨¢s flexible. El reto es mejorar a la vez la calidad de vida de las personas, aumentar los niveles de ocupaci¨®n y mantener la competitividad de las empresas. Es un reto importante, lo sabemos, pero tambi¨¦n sabemos que si hay voluntad pol¨ªtica y social, existen medidas que se pueden aplicar como los incentivos fiscales y de otros tipos, fomentar el autoempleo, identificar nuevos yacimientos de trabajo ligados a las actividades dom¨¦sticas. ?stas y otras f¨®rmulas, siempre que se hagan adecuadamente para que no tengan el efecto perverso de aumentar el trabajo precario (que habitualmente recae en las mujeres), pueden tener efectos beneficiosos al compartir el trabajo. Existen muchas personas que ya han firmado este Nuevo Contrato Social, personas con responsabilidades educativas, sindicales, pol¨ªticas, en medios de comunicaci¨®n o culturales, y esperamos que este proceso, en el que se est¨¢n involucrando tantos sectores, contribuya a hacer posible el compartir responsabilidades y conseguir una sociedad m¨¢s justa y adecuada a la realidad social.
Amalia Alba Tarazona y Concha Colomer Revuelta son la presidenta y vicepresidenta, respectivamente, de la Federaci¨®n de Mujeres Progresistas.
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