Gastronom¨ªa
Una soluci¨®n alternativa a los problemas de tr¨¢fico de Madrid es la gastronom¨ªa. Un ejemplo: en cuanto se produce el atasco, puede uno salir del coche e ir a comer o a hacer la compra.El mi¨¦rcoles pasado, un atasco paraliz¨® la circulaci¨®n en la calle de Goya. Al parecer, era porque estaba cortado el tr¨¢fico en la calle de G¨¦nova (y alguna otra) a causa de una manifestaci¨®n.
Los manifestantes, por lo que se ve, tienen siempre preferencia sobre el resto de los madrile?os, quienes se ven compelidos a ser solidarios. Y, dado que no se conoce d¨ªa sin manifestaci¨®n, la solidaridad ciudadana forzosa y la paralizaci¨®n irremediable de la ciudad constituyen las caracter¨ªsticas primordiales de Madrid.
Hoy por ti, ma?ana por m¨ª, quieren que sea el lema. Pues hecho: ma?ana por m¨ª, que somos todos nosotros, y ese ma?ana ha llegado ya. Cualquier madrile?o tiene derecho a manifestarse en el acto. Y el acto puede ser bajarse del coche, dejarlo donde est¨¦ y lanzarse a una descubierta gastron¨®mica.
El d¨ªa de autos referido, la paralizaci¨®n de mi coche se produjo a escasa distancia de Comercial Jose. Comercial Jose no existe en realidad; lo llamamos as¨ª la familia y los amigos para entendernos. En cambio, existe Jose, que es nuestro carnicero de c¨¢mara.
O quiz¨¢ sea m¨¢s exacto decirlo al rev¨¦s: somos nosotros los clientes de c¨¢mara de Jose.
Dependiente de una cierta carnicer¨ªa, Jose conoc¨ªa nuestros gustos, nos aconsejaba sobre el g¨¦nero. Y, cuando se empleaba en su funci¨®n de tablajero deshuesando las piezas, sacando de ellas los redondos, los solomillos, las aletas, los chuletones y los filetes, de la habilidad y la delicadeza con que manejaba los cuchillos se desprend¨ªa un aut¨¦ntico recital del arte cisoria que contempl¨¢bamos arrobados.
Un buen d¨ªa, se independiz¨®, mont¨® negocio, al que llam¨® Comercial Castell¨® -por darle el nombre de la calle donde se encuentra-, y, para que sus clientes, muchos de los cuales viven por la calle de Goya o las cercan¨ªas, supieran de sus pasos, acud¨ªa a la parroquia de La Concepci¨®n, a la salida de misa de doce, para hacerse el encontradizo.
A¨²n no s¨¦ por qu¨¦ el mi¨¦rcoles aquel no sal¨ª del coche y me fui a mi Comercial Jose, que quedaba a cinco minutos del atasco, para comprar un carr¨¦ de cordero, un kit de admin¨ªculos del cocido y una cata del repertorio de embutidos, ensaladillas ex¨®ticas y empanadas castizas que tambi¨¦n tiene en la tienda.
Con todo y sin prisa, no hubiese pasado nada, pues el atasco dur¨® una hora. Y, si llega a pasar -quiere decirse que el atasco se disolviera antes-, tampoco se me hubieran podido exigir responsabilidades. Alguna vez habremos de ser nosotros los que dejemos el coche en medio de la calzada como una mosca. A fin de cuentas, ¨¦ste es otro h¨¢bito identificativo del moderno madrile?ismo.
El d¨ªa siguiente -ser¨ªan las dos de la tarde-, ven¨ªa en coche por Diego de Le¨®n, iba a entrar en Castell¨® y, justo en el cruce, me qued¨¦ bloqueado. Ocurri¨® que la calle de Castell¨®, atestada de coches hasta Mar¨ªa de Molina, se hab¨ªa atascado de s¨²bito. Los coches que ven¨ªan detr¨¢s del m¨ªo intentando similar maniobra se quedaron asimismo bloqueados, y ahora el atasco se extend¨ªa a Diego de Le¨®n, en una longitud indeterminada, aunque, seg¨²n testimonios de varios automovilistas -s¨®lo los altos, que pod¨ªan otear el horizonte-, iba cegando las calles que abocan a Diego de Le¨®n, desde Pr¨ªncipe de Vergara hasta Conde de Pe?alver.
La causa del atasco no era una manifestaci¨®n. El atasco lo provocaban, ese d¨ªa y todos los del a?o a cualquier hora, los coches particulares, las furgonetas de reparto, los camiones que estacionan en doble fila en ese tramo de Castell¨® donde hay un supermercado.
Y no apareci¨® ni un guardia que arreglara aquello. Nunca aparece all¨ª un guardia. Deb¨ª bajar del coche, dejarlo en el cruce e irme a comer. A ver qu¨¦ representante de la autoridad del alcalde verbenero osaba tener la chuler¨ªa de decirme nada.
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