El juego de la silla el¨¦ctrica
El invento est¨¢ disponible: es una r¨¦plica de la silla el¨¦ctrica y ha sido fabricada para que ni?os y adolescentes jueguen a demostrar su resistencia al horror. La m¨¢quina produce vibraciones, posee grilletes para atar de pies y manos al jugador, un man¨®metro que simula la potencia de la descarga el¨¦ctrica y un mecanismo de humo que imita el achicharramiento del condenado. La m¨¢quina, pues, es tan completa como siniestra. Equivale, por de pronto, a trivializar la pena de muerte y, de paso, a difundirla. Porque incorpora el artilugio a la vida cotidiana, a las costumbres de cada d¨ªa. Uno se imagina al pap¨¢ celt¨ªbero induciendo al ni?o a sentarse en la sillita a la par que le da animosos toquecitos en la espalda: "A ver c¨®mo aguantas, Pepito, a ver si eres un hombre". Y uno imagina tambi¨¦n a Pepito subi¨¦ndose a la sillita y poniendo cara de condenado y dici¨¦ndose para s¨ª que no, que no le va a cambiar la cara porque ¨¦l es un hombre, un macho de Espa?a.Parece ser que las autoridades, algunas al menos, se muestran reticentes sobre la instalaci¨®n de la sillita, aunque hay espa?oles que ya han podido utilizarla, como ocurri¨®, por lo le¨ªdo, en la ¨²ltima feria de Sevilla, (y en otros lugares), sin que nadie protestara demasiado. Antes, en las ferias se exhib¨ªa el toro sac¨¢ndole el ojo a Granero, los condenados del tren de Andaluc¨ªa recibiendo el oportuno garrote -est¨¢n a¨²n en el Museo de Cera de Madrid- o cualquier guillotinado como la libertad manda. Muy en esta l¨ªnea, el ayuntamiento del se?or ?lvarez quiso instalar hace pocos meses una r¨¦plica del zulo de Ortega Lara. Sin ir m¨¢s lejos, las televisiones, incluidas las p¨²blicas, nos han obsequiado recientemente con algunos spots donde se utilizaban las ejecuciones en la silla el¨¦ctrica para fines publicitarios diversos. La Constituci¨®n Espa?ola proh¨ªbe la pena de muerte, pero la televisi¨®n tiene su Constituci¨®n propia.
Uno espera del buen sentido de nuestras autoridades que desautoricen este juego de la silla el¨¦ctrica. Cabe esperarlo porque, de lo contrario, se abrir¨ªa la veda para toda clase de juegos equivalentes. O, mejor dicho, se abrir¨ªa todav¨ªa m¨¢s la veda, porque las televisiones -y las p¨²blicas sonlas que tienen mayor responsabilidad- se dedican todo el d¨ªa a divertirnos -es un decir- con pel¨ªculas mediocres donde se muestran la violencia y el crimen como algo normal, porque matar es f¨¢cil y la vida de un hombre dista de ser cosa apreciable. Pocos protestan por esta adoraci¨®n de la muerte, que parece que aceptamos como habitual. Pones una cadena y pronto hay un muerto, cambias de cadena y te encuentras enseguida otro muerto, y as¨ª sucesivamente, y el ni?o se va a la cama despu¨¦s de tomarse un par de yogures y cenarse un par -o un cuarteto- de muertos. Y luego nos rasgamos las vestiduras por los hooligans for¨¢neos o por los propios, y decimos que s¨ª, que la polic¨ªa hace muy bien en cargar contra los ultras que quer¨ªan reventar a la Cibeles, la pobre diosa hija de la raz¨®n del siglo XVIII, porque el Real Madrid hab¨ªa ganado su s¨¦ptima copa de Europa. Eso s¨ª, a Neptuno, otro hijo de las Luces, no hubo quien lo salvara de perder un brazo.
Aplaudiremos si las autoridades proh¨ªben el juego de la silla el¨¦ctrica, pero nuestro aplauso ser¨¢ cerrado si de una vez se toma conciencia de que hay que erradicar toda apolog¨ªa de la violencia y el asesinato, sean publicitarios o f¨ªlmicos o de cualquier otra clase. De lo contrario, las medidas aisladas, aunque plausibles, de nada servir¨¢n. All¨¢ Estados Unidos con su silla el¨¦ctrica, su inyecci¨®n letal y su c¨¢mara de gas: en el castigo llevan la penitencia; cada vez se producen m¨¢s asesinatos y actos violentos en el pa¨ªs justiciero por excelencia (en uni¨®n de los chinos, que tampoco se quedan mancos a la hora de acabar con un semejante). Pero no les demos p¨¢bulo aqu¨ª, y tratemos de construir una cultura que proscriba no s¨®lo la pena de muerte, sino toda apolog¨ªa de la misma y toda exaltaci¨®n de la violencia en sus muy diversas manifestaciones: agresiones a la mujer, desprecio de los homosexuales, actitudes racistas y xen¨®fobas, etc¨¦tera. De lo contrario, no s¨®lo acabaremos viendo al ni?o en la sillita el¨¦ctrica y resistiendo como un hombre mientras el pap¨¢ y la mam¨¢ sonr¨ªen orgullosos de lo bien puestos que los tiene el nene, sino que ma?ana ese mismo nene escupir¨¢ al paso de alg¨²n negro, quemar¨¢ la casa de alguna familia gitana o en la oficina tratar¨¢ de llevarse al catre a la secretaria veintea?era amenaz¨¢ndola con mandarla a la calle si no se le entrega complacida.
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