Las barricadas del Ej¨¦rcito brit¨¢nico detienen a los orangistas a los 200 metros de marcha
Marcharon muy poco, no m¨¢s de de 200 metros, hasta que se toparon con una gran barricada de metal verde que transform¨® la manifestaci¨®n pol¨ªtica en Portadown en un picnic protestante. En vano los soldados brit¨¢nicos le hab¨ªan a?adido una alambrada de p¨²as, porque ninguno de los orangistas que ayer salieron a desfilar ten¨ªa intenci¨®n de escalarla. Ni estaban en condiciones. Enfundados en sus trajes domingueros, con llamativos bombines negros, paraguas y bandas anaranjadas, esos se?ores de cierta edad quer¨ªan s¨®lo dejar constancia de su empe?o.
Y la presencia de polic¨ªas y soldados les inform¨® de lo obvio: El camino est¨¢ cerrado y permanecer¨¢ cerrado. La ¨²nica opci¨®n: el apacible prado a la vera del cementerio, y all¨ª se instalaron a esperar, sin apuro visible, que algo sucediera. Faltaban minutos para la una de la tarde cuando los orangistas que emergieron de la iglesia de Drumcree constataron que su plan de retornar a Portadown por el Garvaghy Road, el barrio cat¨®lico de esta ciudad norirlandesa, no ten¨ªa futuro. El abanderado de la marcha inconclusa, un diminuto abogado de 65 a?os y bigote bien recortado llamado Alec Hyde, intent¨® decir algo a los soldados al otro lado de la muralla. Pero nadie pudo escuchar bien a Mr. Hyde porque en ese momento estallaron los acordes de una marcha interpretada por la banda de acordeones Estrella de David.Bien pudo ser una retirada pues los orangistas dieron media vuelta y los que no se fueron al c¨¦sped, se plantaron a varios metros de la muralla. Desde all¨ª, de ese mar de bombines negros, surgi¨® la voz indignada de Harold Gracey, el gran maestre de la Orden de Orange en Portadown. "Quiero comunicar al Gobierno de Su Majestad que esto es una verg¨¹enza total", exclam¨® el gran maestre a todo pulm¨®n. Estaba l¨ªvido. "?Impedir que s¨²bditos brit¨¢nicos caminen por el Camino de la Reina! ?Puedo asegurar que nos quedaremos aqu¨ª el tiempo que sea necesario ya que pagamos nuestros impuestos y tenemos todo el derecho de avanzar por este camino!", les espet¨® a los fusileros del Chesire Regiment que le observaban inm¨®viles a distancia.
?se era el mismo mensaje que los orangistas transmitieron ayer a todo el que quer¨ªa o¨ªrles decir algo nuevo. No hubo tal. Paul Berry, el atl¨¦tico disc¨ªpulo del predicador fundamentalista Ian Paisley que a sus 22 a?os es el miembro m¨¢s joven de la Asamblea legislativa recientemente elegida en Irlanda del Norte, se apresur¨® a aclarar que la marcha va a continuar hacia Garvaghy Road sea como sea, "por Dios y el Ulster". Berry hablaba con una pasi¨®n tan intensa como la fragancia de su loci¨®n de afeitar. "Puede que esperemos d¨ªas, semanas o meses, pero marcharemos por Garvaghy Road", dijo. ?A?os? "Si es necesario". Esa convicci¨®n preocup¨® a unos abuelos orangistas que escuchaban a Berry lanzando miradas temerosas al cielo irland¨¦s, extraordinariamente fr¨ªo y amenazador para la temporada.
Pero lluvia no hubo. Violencia tampoco. La guerra que todos temen no comenz¨® ayer. Y si algo un¨ªa a las comunidades de cat¨®licos y protestantes de Portadown y a los 2.000 soldados y polic¨ªas atrincherados en sus calles, era una perceptible sensaci¨®n de alivio. Por primera vez en tres d¨ªas desde el estallido de la crisis de los desfiles, ayer no ardi¨® ninguna iglesia en Irlanda del Norte. Los protestantes probrit¨¢nicos y los nacionalistas cat¨®licos no intercambiaron ni un solo botellazo. Portadown vivi¨®, por lo tanto, una tarde inesperadamente tranquila.
En el parapeto de su jard¨ªn, un fornido cat¨®lico de Garvaghy Road se pas¨® la jornada haciendo crucigramas. "Hoy nada, pero ma?ana es otro d¨ªa. Ya lo ver¨¢", advirti¨® el hombre sin levantar la mirada. ?Hab¨ªa visto el desfile de ida a Drumcree? "No, pero o¨ª los tambores y no me gustaron para nada". ?Defender¨¢ su calle si avanzan los protestantes? Interrumpi¨® su pasatiempo. En su rostro hab¨ªa enfado. "Tan seguro como que el Papa es cat¨®lico", vino la respuesta y volvi¨® a lo suyo.
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