El hechizo de las formas
Un obligado exilio afectivo le ha llevado a refugiarse en el laborioso barrio bilba¨ªno de La Pe?a. Txetxu Berruezo (Sestao 1956) prepara all¨ª su pr¨®xima exposici¨®n. Durante el d¨ªa realiza las tomas; cuando llega la noche, despu¨¦s de aparcar su inseparable moto de 850cc, y hasta el amanecer trabaja sobre las im¨¢genes que lleva en su c¨¢mara para dotarlas de un contenido que escapa de su referente original. Como en los artistas de los a?os veinte, en su manera de hacer prevalecer el criterio de las formas m¨¢s que la propia ortodoxia del medio. Propone otra realidad sin dejar de atestiguar aquello que vio, transgrede la exactitud fotogr¨¢fica para, con inequ¨ªvoca naturalidad, integrarla en el terreno de la creatividad pl¨¢stica. Txetxu es un personaje que destila vitalidad por todos sus poros. Es hijo de la Ria. Naci¨® en la casa del alubiero, en el n¨²mero 2 de la Iberia de Sestao. A los once a?os ya era patr¨®n del batel de su barrio. Siete veces rem¨® en La Concha, dos veces fue campe¨®n, con el Kaiku, en el cobre por babor. Delineante trazador en los Astilleros del Cadagua, sus primeras fotos fueron las de su hijo en 1983. Una afici¨®n que, por su inter¨¦s autodidacta, madur¨® en la asociaci¨®n Bihotz Gaztea de Santurce. Luego vinieron concursos y sus primeros reportajes para la revista "Euskadi" que le incitaron a pedir excedencia en su trabajo. Despu¨¦s llegaron "Woman", "Vogue" y otras publicaciones. En la actualidad distribuye sus labores como cronista gr¨¢fico en varios peri¨®dicos y colabora, en su vertiente m¨¢s creativa, con el equipo de dise?adores "Estudio 4 y Grama" desde donde est¨¢ estableciendo relaciones con galer¨ªas de New York y otras ciudades del mundo. Fue coautor del libro Bilbao un d¨ªa y ha elaborado cat¨¢logos sobre la obra de Jos¨¦ Luis Zumeta, Daniel Tamayo, Rafael Ruiz Balerdi, Sol Levitt y otros conocidos artistas. En la carpeta que prepara domina la investigaci¨®n expresiva con la que plasma un estilo peculiar. El proceso se inicia por una toma fotogr¨¢fica convencional, en color o blanco y negro. Despu¨¦s de una selecci¨®n, con un sistema de invenci¨®n propia, pasa a hacer copias del original en Polaroid. Antes que endurezca la emulsi¨®n y pierda su gelatinosidad, la manipula con una esp¨¢tula, o un instrumento punzante cualquiera, para alcanzar otra dimensi¨®n. Su tratamiento puede variar y no excluye una inmersi¨®n de la copia en agua hirviendo hasta conseguir el resultado definitivo. Del original, olvidando el concepto de obra ¨²nica, llegan las ampliaciones. En este momento aparece el escaner, el ordenador y la impresora, quedan atr¨¢s el cuarto oscuro y las luces de protecci¨®n. Es una labor ardua cuyos resultados en papel de acuarela vienen preparandolos desde 1997. Su atractivo es de un impacto inminente. Los motivos, de lo m¨¢s variado, no olvidan su procedencia. La sombra del arrantzale se proyecta sobre el casco de su barco que parece pintado por los reflejos marinos. Las gr¨²as del Nervi¨®n recuerdan gaviotas orgullosas que se han desprendido de su pluma. Las chimeneas de la f¨¢brica se quiebran en la b¨²squeda del cielo. La sombra del tejado de un taller se arruga lo mismo que los bloques de hormig¨®n que van a contener el oc¨¦ano. Las im¨¢genes sobre la mesa dejan ver, en San Sebasti¨¢n, el Peine de los Vientos cuyas p¨²as se enfrentan a una tormenta imaginaria con tonos azules de gota fr¨ªa. En una nebulosa, la familia de gitanos manifiesta su alegr¨ªa cuando se ven retratados. Las grises paredes del Guggenheim se desprenden de sus propias estructuras para crear otras. No hay encuadre que pierda tono po¨¦tico. As¨ª son las im¨¢genes de Berruezo: luz, forma, movimiento y alegr¨ªa.
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