De la aldea al cosmos

Camisa proletaria, gorro de punto, andar campesino y acento de emigrante. Ning¨²n signo exterior hace pensar que Joe Zawinul (Viena, 1932) sea m¨²sico, pero lo es, de nacimiento. Teclista singular, que ha colaborado con insignes interpretes de Beethoven, gu¨ªas conceptuales del jazz y popes de las m¨²sicas ¨¦tnicas, es un austriaco culto, quiz¨¢ algo asilvestrado y desinhibido por la sangre gitana que le corre por las venas. Escuch¨¢ndole se presiente a un aldeano cosmopolita que escapa al cosmos de vez en cuando. En consecuencia, su m¨²sica fluct¨²a entre lo local y lo universal, a mayor gloria de todo lo intermedio.

De entrada, Zawinul subray¨® en solitario sus saberes de alquimista con una improvisaci¨®n meditativa y nebulosa. Rodeado de teclados por todas partes menos por una, superpuso la voz pregrabada de Duke Ellington sobre c¨¢nticos tribales de ra¨ªz africana, hasta que la bater¨ªa musculosa de Paco Sery, un portentoso machacacompases, el din¨¢mico bajo de Victor Bailey y la percusi¨®n alocada de Manolo Badrena estrenaron ritmos insistentes y sim¨¦tricos, que dominaron la velada. Los quiebros imprevisibles de Zawinul daban a la m¨²sica un aire experimental que jam¨¢s ca¨ªa en lo herm¨¦tico.

Se sucedieron temas, la mayor¨ªa de su aclamado ¨²ltimo doble disco, World tour, de estructura ambigua y desarrollo sinuoso y fragmentario, ricos en texturas encontradas y acentos por sorpresa. Zawinul extiende los brazos sobre sus teclados como un camale¨®n que mira con un ojo a la prehistoria y con otro a la nueva era. Tal fest¨ªn de contrastes hermanados hizo las delicias de la audiencia.