Mutantes
E. CERD?N TATO Entre la evoluci¨®n de la especie y la evoluci¨®n de la ideolog¨ªa la magnitud fundamental es el tiempo. Por ejemplo, si alguien se sienta frente al presidente Aznar durante varios millones de a?os y lo observa minuciosamente es muy probable que no advierta en su estructura animal ni un leve cambio que lo arrime al homo sapiens. Sin embargo, si lo examina en el ¨²ltimo periodo de su mandato y ya metido en la rebotica electoral, registrar¨¢, con seguridad, un lento y cauteloso tr¨¢nsito de su ¨¢mbito natural a la supuesta diana de los votos, es decir, a un vagaroso centro donde abundan la piedra filosofal, la ambros¨ªa y toda la melonada del mundo. Pero la evoluci¨®n de la ideolog¨ªa es fr¨¢gil, vers¨¢til y aparente. En el caso de Aznar, el presidente trata de centrarse con un bricolage lastimoso, pero retrocede al extremo que le es consustancial, tan pronto logra articular algunas frases: su ret¨®rica es de horca y cuchillo. A Aznar deber¨ªan sacarlo en pel¨ªculas mudas y vigil¨¢ndole mucho los fondos musicales, por si acaso colaba por ah¨ª sus nanas wagnerianas o su himnario del alma, que es un detente acu?ado en aquella democracia org¨¢nica donde tan a gusto se lo pasaba. Y no obstante, despu¨¦s de lanzar bravatas a la turca, de presumir la doma del poder judicial y de adjudicarse el triunfo de la batalla de Egin -haci¨¦ndose un pur¨¦ con los prudentes mensajes de Mayor Oreja-, muchos piensan que a¨²n puede ser reelegido, aunque ignoran con qu¨¦ objeto. A la sombra nada alargada de este caballero, brotan diversas clases de hongos que, de acuerdo con la teor¨ªa de Darwin y un acelerador de neutrones, se transforman en hom¨ªnidos y luego en presidentes de menor cuant¨ªa: presidente de la Generalitat con sue?os de feriante o presidentes de Diputaci¨®n que, como el de la de Alicante, ya tiene un D¨ªa de la Provincia, otro D¨ªa de la Provincia para las Casas Regionales y hasta puede que institucionalice un tercer D¨ªa de la Provincia para el Estado Confederal. ?Todo lo que est¨¢ sucediendo es sin¨¦cdoque o barbaridad? Porque el error no est¨¢ en el error mismo, sino en la perpetuaci¨®n del error: es decir, en el horror.
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