Desde la Fe
Hablar de enfermedades un d¨ªa como hoy, v¨ªspera del fest¨ªn de las grandes vacaciones, puede que no sea oportuno. Pero llevo muchos d¨ªas acompa?ando a una persona en un momento decisivo para la recuperaci¨®n de su salud y todo mi paisaje cotidiano se limita a camas, salas de espera, pasillos y un jardincillo que hace de rotonda para las ambulancias. Esta semana escribo desde la sala de espera de la primera planta del Hospital Universitario La Fe, el mayor centro de la ciudad por n¨²mero de trabajadores. La Fe cuenta con 1.850 camas, tiene un n¨²mero de estancias por a?o superior al medio mill¨®n, un n¨²mero de consultas cercano al medio mill¨®n y atiende casi 250.000 urgencias al a?o. En esta sala de espera confluyen los familiares de tres tipos de pacientes: los que est¨¢n siendo intervenidos en los quir¨®fanos, los que son atendidos en la unidad de cuidados intensivos y los que se recuperan en una sala de transplantes y en otras salas. Es un espacio de inquietud, de dolor y de esperanza, sentimientos que se entrecruzan seg¨²n la evoluci¨®n de los acontecimientos. Estoy convencido de que es un lugar privilegiado para escritores y guionistas. Pero cuando los lugares que transitamos no son libres, cuando el espacio se nos impone, la capacidad de pensar y de escribir queda muy limitada. A pesar de esa limitaci¨®n no puede uno dejar de expresar ciertos sentimientos, de recordar ciertas cosas, que no por obvias pueden dejarse de lado cuando la muerte y la vida sobrevuelan los mismos espacios. Una, prudencia en la carretera y no s¨®lo hoy. Cinco minutos con las orejas abiertas en esta sala de espera dejan una impresi¨®n m¨¢s indeleble que cinco millones de anuncios de la DGT. Dos, sentimiento de alegr¨ªa de vivir en el pa¨ªs con mayor ¨ªndice de donaciones de ¨®rganos y de transplantes del mundo. Un pa¨ªs de ciudadanos generosos y solidarios que no mira a quienes donan y de quienes reciben, que no discrimina un h¨ªgado por vasco, un ri?¨®n por catal¨¢n, un coraz¨®n por gitano, o un pulm¨®n por ateo. Un pa¨ªs que el domingo 19 de julio ten¨ªa a 4.035 personas esperando recibir un ri?¨®n, a 289 esperando un h¨ªgado, 95 un coraz¨®n y 42 un pulm¨®n. 4.500 personas que saben que tienen en el sistema gestionado por la Organizaci¨®n Nacional de Transplantes una expectativa razonable de recibir el ¨®rgano que necesitan para seguir viviendo o para mejorar su calidad de vida; una expectativa notablemente mayor que en cualquier otro pa¨ªs del mundo. Tres, sentimiento de orgullo de ser contribuyente de un Estado que, de momento, no repara en gastos a la hora de enfrentarse a los problemas graves de salud, a pesar de muchos regateos presupuestarios y de algunos intentos privatizadores. Cuatro, reconocimiento a la abnegaci¨®n y buen hacer de los trabajadores de la sanidad p¨²blica, profesionales injustamente maltratados por determinados pol¨ªticos, por las habladur¨ªas y algunas veces tambi¨¦n por nosotros los periodistas. Y cinco, admiraci¨®n por el valor de los enfermos, singularmente por las mujeres y en especial, por una. Porque tienen para la enfermedad una entereza de la que carecemos los hombres. Lo dec¨ªa Santiago Ram¨®n y Cajal, "el instinto le da a la mujer incre¨ªble fortaleza, sabe o adivina que la belleza es el resplandor de la salud". En este final de julio, aqu¨ª en La Fe, aunque no tomen el sol de la playa ni el aire del monte, est¨¢n cada d¨ªa m¨¢s guapas.
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