Viejas caras nuevas
La ¨²ltima vez que un ex primer ministro asumi¨® en Jap¨®n la cartera de Finanzas, como acaba de suceder, fue en 1927. Pocos hechos ilustran mejor la dimensi¨®n de la crisis de la segunda potencia econ¨®mica, donde al flamante nuevo jefe del Gobierno, Keizo Obuchi, le ha costado dios y ayuda encontrar a alguien dentro del Partido Liberal Democr¨¢tico (PLD) que quisiera hacerse cargo de la cartera clave del Gabinete. La direcci¨®n de la batalla m¨¢s decisiva de Jap¨®n en medio siglo ha reca¨ªdo en un hombre de 78 a?os, Kiichi Miyazawa.El anciano Miyazawa, que tuvo que dimitir hace cinco a?os de la jefatura del Gobierno y hace diez de la cartera que ahora vuelve a tomar como c¨¢liz envenenado, tiene por delante un negro cuadro econ¨®mico: demanda estancada, desempleo creciente, producci¨®n industrial a la baja, crisis bancaria galopante. Los ¨²ltimos an¨¢lisis extraoficiales sugieren que el agujero de los bancos japoneses puede alcanzar la cifra sideral del bill¨®n de d¨®lares, m¨¢s del doble de lo previsto. Pocos creen, y los mercados menos, que Miyazawa sea el hombre capaz de romper la porcelana y hacer la cirug¨ªa que Jap¨®n necesita para salir de la recesi¨®n y contribuir a enderezar el rumbo de las desarboladas econom¨ªas asi¨¢ticas.
Si Jap¨®n es socialmente refractario al cambio, el partido en el poder lo es especialmente. Con la elecci¨®n de Obuchi como su nuevo jefe, y por tanto primer ministro, el PLD, que dirige los destinos del pa¨ªs desde hace m¨¢s de cuarenta a?os, muestra una vez m¨¢s su alarmante falta de imaginaci¨®n y una desconexi¨®n total con los deseos expresados por los votantes. Obuchi, considerado popularmente tan excitante "como una pizza fr¨ªa", era el candidato m¨¢s anodino de entre los tres aspirantes al cargo para suceder a Ryutaro Hashimoto, tras la dimisi¨®n de ¨¦ste a consecuencia del desastre del partido en los comicios parciales del 12 de julio. Cuando muchos japoneses esperaban como respuesta un electrochoque pol¨ªtico, el aparato del anquilosado PLD ha impuesto una vez m¨¢s su l¨®gica del cabildeo entre facciones.
El nuevo primer ministro afronta la formidable tarea de dise?ar una pol¨ªtica econ¨®mica radical y hacerla cre¨ªble a trav¨¦s de su ejecuci¨®n. Para ello tendr¨¢ que contar con la cooperaci¨®n de la fragmentada pero crecida oposici¨®n, que por ser mayoritaria en el Senado puede convertir en un peloteo parlamentario el tr¨¢nsito de los proyectos del Ejecutivo. Obuchi, que se cura en salud declarando que no es Superman, va a descubrir que Jap¨®n es hoy menos gobernable que bajo su pasada burbuja de ilimitado bienestar. Si dura lo suficiente en el cargo, tendr¨¢ que rendir cuentas mucho antes de la pr¨®xima cita electoral.
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