Las primeras andanzas de Azor¨ªn Su casa museo conserva los 12.000 vol¨²menes de la biblioteca del escritor
En las tierras de Mon¨®var su tradici¨®n vin¨ªcola ha dejado huellas que huelen a mosto, huellas que reconstruyen un pasado y un presente atados al cultivo de la vid, al aroma de los buenos caldos y al sabor de la artesan¨ªa local. La ruta del vino alicantino mantiene en esta zona pr¨®xima a Murcia una estaci¨®n de primera calidad, adornada con toques modernistas e ilustrada por la potente imaginaci¨®n cultural de su hijo ilustre, el escritor Azor¨ªn. Desde la ciudad de Alicante, la carretera nacional 330, la autov¨ªa de Madrid, se adentra en la cuenca del r¨ªo Vinalop¨®. Antes de que empiecen a asomar las almenas de los poderosos castillos de esta cuenca, la amplia extensi¨®n vin¨ªcola de Mon¨®var extiende sus alineadas cepas a uno y otro lado de la carretera comarcal 3213. Esta es la patria chica del gran escritor de la generaci¨®n del 98, Jos¨¦ Martinez Ruiz, Azor¨ªn, que a temprana edad, antes de estudiar en la Universidad de Valencia e instalarse en Madrid, hizo del paisaje rural y urbano de Mon¨®var el horizonte de sus sue?os."A lo lejos una torrentera rojiza rasga los montes; la torrentera se ensancha y forma un barranco; el barranco se abre y forma una amena ca?ada. Refulge en la campi?a el sol de agosto". En los escritos sobre su pueblo Azor¨ªn realiza sus habituales alardes de escritura esencial y austera. De la torre del Reloj, un poco inclinada, renovada recientemente, destaca su car¨¢cter solitario y aislado; de la iglesia arciprestal del siglo XVIII, donde recibe culto la Virgen del Remedio, subraya el intenso azul de las tejas de su b¨®veda ("la c¨²pula azul es privativa del reino de Valencia. Se levanta cubierta de tejas azules, curvas y vidriadas"); de la ermita de Santa B¨¢rbara ensalza los tres arcos de su acogedor p¨®rtico. Un escenario urbano hecho a la medida para comenzar a cultivar el intelecto de este alicantino deslumbrado por Montaigne. A Azorin le gustaba contemplar su pueblo cuando despertaba ("se percibe un grato olor a sabina y romero quemados" en el horno donde se reunen las comadres) y volv¨ªa a mirarlo en plena actividad cotidiana cuando ya se hab¨ªan abierto todas las puertas y en el interior de los portales "se oye el traqueteo ligero de los bolillos, con que las ni?as urden la fina randa". Hoy en d¨ªa, sus hijas siguen confeccionando encajes de bolillos. A las descripciones sobre monumentos del escritor hay que a?adir el antiguo casino modernista protegido por un jard¨ªn de la ¨¦poca y los nuevos centros culturales que han surgido para mantener viva la memoria de quien pase¨® por sus calles empinadas y limpias, cercanas y familiares, observando todo lo que acontec¨ªa en un ambiente t¨ªpico de pueblo en crecimiento. La Casa Museo de Azor¨ªn, donde vivi¨® a partir de los tres a?os, es el lugar m¨¢s visitado por los continuadores de este prosista, que hizo de la expresi¨®n breve y directa un ejercicio de virtuosismo literario. Las diversas salas del museo conservan el mobiliario que ocup¨® su domicilio madrile?o, la austeridad de su despacho, de su sala de estar. Y entre todas estas dependencias la inapreciable aportaci¨®n de m¨¢s de 12.000 vol¨²menes pertenecientes a la biblioteca del escritor y numerosos documentos y escritos que reconstruyen su vida y obra. A 300 metros el Museo de Artes y Oficios guarda la memoria de oficios perdidos o renovados: los telares, la construcci¨®n de toneles, la producci¨®n de vinos, las labores de la vendimia. M¨¢s de cien oficios diferentes estan representados en sus salas. El visitante puede encontrar la herramienta m¨¢s insospechada que habla de las tareas de sus antepasados. Un museo de m¨²ltiples rostros que encierra la historia de una poblaci¨®n liberal, culta y cultivada.
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