La exposici¨®n sobre Felipe II
En contestaci¨®n a la carta publicada por representantes del colectivo Manifiesto 2 de Enero, de Granada, el pasado 25 de julio, desear¨ªa matizar algunas afirmaciones sobre la exposici¨®n hist¨®rica Felipe II. Un Monarca y su ¨¦poca. La Monarqu¨ªa Hisp¨¢nica, desarrollada por un amplio equipo de historiadores en El Escorial desde hace varios a?os y de cuyo comisariado y direcci¨®n soy responsable.1. Un art¨ªculo o simple declaraci¨®n m¨ªa, como el p¨¢rrafo que se transcribe en la carta, no abarca la complejidad hist¨®rica que creo sinceramente se ha reflejado tanto en la exposici¨®n como en el cat¨¢logo. Para visitar la primera o para disponer del segundo, me pongo con mucho gusto a disposici¨®n de los firmantes de la carta. En una y otro se ha reflejado la tragedia vivida por los moriscos entre 1566 y 1571; en la exposici¨®n figuran estampas y manuscritos cuyas fichas catalogr¨¢ficas explican el conflicto, adem¨¢s de otras piezas en otras secciones -Trento, o autos de fe de 1559, por ejemplo-, que abundan en la r¨ªgida intolerancia con que el "absolutismo confesional" que marcar¨¢ la Europa de la segunda mitad del siglo XVI se refleja en decisiones tan controvertidas -criticadas en su propia ¨¦poca, como se manifiesta incluso en una de las leyendas que figuran al pie del retrato de Pedro Guerrero, que puede verse en la exposici¨®n- como la de que Felipe II no renovara la pr¨®rroga de adaptaci¨®n concedida a la minor¨ªa morisca granadina y las consecuencias dram¨¢ticas que se derivaron de ello. Adem¨¢s de las reproducciones de todas estas piezas y sus fichas, en el cat¨¢logo figura expresamente un art¨ªculo de uno de los m¨¢ximos especialistas en el tema, el profesor Bernard Vincent, titulado La cuesti¨®n morisca. La sublevaci¨®n de 1568-1570, en la que proporciona una s¨ªntesis magistral del problema. Y es precisamente este profesor el autor de referencia de Mar¨ªa ?ngeles Fern¨¢ndez Garc¨ªa cuando explica, en la continuaci¨®n de la cita utilizada por los firmantes, que "la nueva coyuntura pol¨ªtica" consist¨ªa en "el control del Mediterr¨¢neo por los musulmanes, la pirater¨ªa berberisca y el fracaso de la pol¨ªtica de asimilaci¨®n iniciada por el emperador Carlos V", circunstancias que "hac¨ªan parecer a los moriscos granadinos como una quinta columna dentro del pa¨ªs". Adem¨¢s, en el cat¨¢logo -en el que colaboran m¨¢s de 25 especialistas, entre ellos Parker, Kamen, Rodr¨ªguez-Salgado, P¨¦rez S¨¢nchez, Ruiz Mart¨ªn y otros prestigiosos y conocidos profesores- figura un ponderado balance del reinado de Felipe II, escrito precisamente por don Antonio Dom¨ªnguez Ortiz con su habitual excelencia, balance que -en la medida en que una forzosa limitaci¨®n de espacio, de tiempo de recorrido y de las propias piezas art¨ªsticas y documentales lo permite- est¨¢ integrado en el desarrollo de la exposici¨®n.
2. Tambi¨¦n de don Antonio Dom¨ªnguez Ortiz, entre otros muchos trabajos magistrales salidos de su pluma, recomendar¨ªa en cualquier caso la lectura de su monograf¨ªa sobre Los motivos de la Inquisici¨®n, que analiza las sucesivas interpretaciones de nuestro siglo respecto a la Inquisici¨®n, o los cap¨ªtulos correspondientes a este tema del gran profesor hispanista Joseph P¨¦rez en su conocido libro sobre Isabel y Fernando, o el de otro hispanista ingl¨¦s, Williams S. Mailby, La leyenda negra en Inglaterra. Desarrollo del sentimiento antihisp¨¢nico, 1558-1660 (en el que compara las garant¨ªas jur¨ªdicas de la ¨¦poca en uno y otro pa¨ªs), o muy especialmente un n¨²mero especial de la revista L"Histoire, en julio-agosto de 1993, sobre cr¨ªmenes y procedimientos judiciales y uso de la tortura judicial desde Augusto hasta el siglo XIX, entre otros muchos estudios hist¨®ricos sobre la construcci¨®n de la tolerancia en Occidente, que creo nos advierten de dos hechos fundamentales: 1. Que la barbarie s¨®lo se ve limitada -y, por desgracia, imperfectamente- con las barreras morales y jur¨ªdicas que los humanos hemos ido levantando con gran esfuerzo para transformar lo que parece natural en unas ¨¦pocas (desde la tortura judicial al ojo por ojo, o a la imposici¨®n religiosa o la divisi¨®n en castas, o la nula valoraci¨®n de la vida humana o de la negaci¨®n de la libertad y dignidad individuales) en algo hist¨®rico y, por tanto, transformable; no producto de un determinismo natural y social, sino consecuencia de desarrollos complejos, lentos la mayor¨ªa de las veces y siempre muy costosos. 2. Que la idea, el sentimiento y convicci¨®n de los "derechos humanos", sean de los individuos o de las distintas minor¨ªas e incluso de las mayor¨ªas, son una conquista de hace muy poco tiempo y limitada a unos espacios concretos. Como alguna vez he escrito, precisamente la memoria hist¨®rica sirve tambi¨¦n para valorar lo que se ha conseguido -imperfecta y zigzagueantemente- a trav¨¦s del esfuerzo de muchas generaciones y para conocer que la conquista de una sociedad abierta, que permite el desarrollo de esos derechos, es una conquista siempre fr¨¢gil y vulnerable. No es algo natural, dado desde siempre, sino artificial, construido con la raz¨®n y el sentimiento, y cuesta mantenerlo. En este sentido, todo individuo o colectivo que lucha en el presente por estos derechos merece todo reconocimiento y gratitud; nuestra ¨¦poca est¨¢ repleta de atropellos e injusticias. Y la "irracionalidad ¨¦tica del mundo" de la que hablaba Max Weber es fuente de sufrimiento continuado y de lucha ininterrumpida de poderes.
3.Sin embargo, proyectar nuestros valores del presente para juzgar el pasado, dividiendo la complejidad de la historia en una maniquea lucha de buenos y malos supone una p¨¦rdida de significaci¨®n, no s¨®lo del pasado, sino tambi¨¦n de nuestro presente y, por supuesto, algo que puede afectar al futuro. La historiograf¨ªa profesional se ha enriquecido en las ¨²ltimas d¨¦cadas de una manera vertiginosa, y lo que parec¨ªan esquemas dados de una vez para siempre resultan, efectivamente, t¨®picos generalizadores de una realidad nada simple. La historia como relato razonado pretende comprender por qu¨¦ los hombres han actuado de una determinada manera y no de otra; en funci¨®n de qu¨¦ valores, de qu¨¦ expectativas, de qu¨¦ contexto hist¨®rico y social, han realizado determinadas acciones y pensado determinadas cosas. Lo que no implica justificaci¨®n ni condena aprior¨ªstica, sino conocimiento. El conocimiento es de por s¨ª ya bastante revulsivo. Jos¨¦ Antonio Maravall Casesnoves, el gran historiador del pensamiento espa?ol, escribi¨® en uno de sus ¨²ltimos trabajos sobre la concepci¨®n de la historia lo mucho que costaba desalojar al juez historiogr¨¢fico, "esos jueces suplentes del valle de Josafat", como les llamaba Lucien F¨¨bvre, quien negaba toda funci¨®n de tal car¨¢cter al historiador, que no deb¨ªa ser ni siquiera juez de instrucci¨®n: "La historia no juzga, comprende", acababa Maravall, haciendo suyo el apotegma de F¨¨bvre. Como ciudadanos, cada uno es muy libre de tener sus preferencias o rechazos hist¨®ricos o de considerar m¨¢s desalmadas las deportaciones e injusticias del siglo XVI que las grav¨ªsimas que ha presenciado nuestro siglo XX. Desde el punto de vista historiogr¨¢fico, sin embargo, el trabajo de historiadores -de distintas tendencias y especialidades en diferentes ramas de la historia, durante los cuatro ¨²ltimos a?os tanto en la exposici¨®n, con la aportaci¨®n de 500 piezas, como en cat¨¢logo- refleja un trozo de historia de un reinado de cincuenta a?os en la segunda mitad del XVI y de un rey que, l¨®gicamente, como todo ser humano, pasa por distintas etapas y que tan bien supo reflejar ya hace a?os el profesor G. Parker en su Felipe II.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.