La caza como problema
La caza es un problema. Porque contar algo que no se quiere escuchar a quien no puede o¨ªrlo y recibir cr¨ªticas sobre algo de lo que el cr¨ªtico no tiene ni idea es un problema. Entre el emisor del mensaje y el receptor del mismo el abismo del desencuentro se abre con la inexorabilidad de la evidencia. El problema, por parad¨®jico que parezca, no es la falta de comunicaci¨®n; es en la comunicaci¨®n donde se plantea el problema. Entre el deseo de mandar y recibir mensajes anida la necesidad de solucionar el c¨®mo. El proceso entre emisor y receptor se presenta como el sistema de soluciones para ello. "Ponerse en el lugar del otro", que dir¨ªa Ortega.?Cu¨¢l es hoy d¨ªa, en el hombre moderno, la proporci¨®n entre el conocimiento vivido y el comunicado? ?Cu¨¢nto de lo que sabemos nos lo han dicho? ?Cu¨¢nto de lo que creemos lo conocemos o lo hemos o¨ªdo?
En estos tiempos que corren, en que las teor¨ªas de la comunicaci¨®n vuelven a impregnarse de conceptos antropol¨®gicos, la realidad es que entre experiencia y comunicaci¨®n la brecha se abre de forma imparable. La cantidad de conocimiento que atesora un ni?o de siete a?os hoy no hubiera dado toda la vida de un benedictino empe?ado en ello para igualarlo. Hoy conocemos cosas que nos han sido comunicadas y las hemos incorporado a nuestro acervo con la fe ciega del creyente. Hemos superado los procesos l¨®gicos de discernimiento del aprendizaje para sustituirlos por los de comunicaci¨®n. El saber nos llega finalizado, premasticado e impuesto. Hoy nadie duda de que vivimos en una sociedad mediatizada, donde los procesos de comunicaci¨®n son los que dotan de realidad, de racionalidad, que dir¨ªa Habermas, a los conceptos. El medio condiciona el significante de manera taxativa. La vida transcurre en los medios de comunicaci¨®n. Lo que vemos en la tele es la certificaci¨®n de la existencia, y s¨®lo all¨ª pareciera que transcurren los actos, tienen lugar las guerras, se expanden las hambrunas o se consiguen los r¨¦cords deportivos. Cada vez m¨¢s somos lo que los medios de comunicaci¨®n nos indican que somos. Son los que nos recuerdan, nos conciencian de la importancia de lo que vivimos. Parece que la sociedad vive en la acci¨®n comunicativa su devenir m¨¢s completo y racional. Parece que nos vi¨¦ramos cada vez m¨¢s como los medios nos muestran que somos. Hay conocimientos cuya ¨²nica realidad es en los medios, aunque nos parezca exhaustiva la informaci¨®n que poseemos, en funci¨®n de su presencia y la trascendencia de su programaci¨®n.
Seg¨²n Habermas: "Para Horkheimer y Adorno los flujos de comunicaci¨®n controlados a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n de masas sustituyen a aquellas estructuras de la comunicaci¨®n que anta?o hab¨ªan posibilitado la discusi¨®n p¨²blica y la autocomprensi¨®n del p¨²blico que formaban los ciudadanos y las personas privadas. Los medios electr¨®nicos, que representan una sustituci¨®n de lo escrito por la imagen y el sonido, se presentan como un aparato que penetra y se adue?a por entero del aparato comunicativo cotidiano. Transmutan, por un lado, los contenidos aut¨¦nticos de la cultura moderna en estereotipos neutralizados y aseptizados, e ideol¨®gicamente eficaces, de una cultura de masas que se limita a duplicar lo existente...".
El proceso frente al mensaje. Esto es lo que nos toca. Y ¨¦se es el problema de la caza, su ¨ªntimo mensaje, su realidad.
?Por qu¨¦ el mensaje es el problema? Por la desvinculaci¨®n de la sociedad con el medio natural y su relaci¨®n con ¨¦l a trav¨¦s de terceros. De los medios. La lejan¨ªa produce una falsa visi¨®n; produce falsas ideas, t¨®picos que se suman unos a otros. La simplicidad de las ideas produce la creencia de que los bailarines son homosexuales, las suecas liberales, los vascos nobles y los cocineros gordos. Medidas generalistas y, por ello, falsas.
El conocimiento adquirido por el relato del otro. La experiencia deja de ser fuente primaria. El proceso por ello se desvirt¨²a. Los ni?os van a las granjas para aprender c¨®mo es el medio natural y reconocer a la vaca, la ortiga y el ciempi¨¦s.
?A qu¨¦ llamamos informaci¨®n veraz? A la comunicaci¨®n del conocimiento rotundo, experiencial, vivido, aquel que aporta no s¨®lo las ideas que el receptor quiere o¨ªr y le viene bien aceptar, sino las que le aproximan lo m¨¢s posible a la verdad. A la realidad de la cuesti¨®n. No su supuesta utilidad. Dice Ortega en El espectador: "La raz¨®n es clara. Mientras tomemos lo ¨²til como ¨²til, nada hay que objetar. Pero si esta preocupaci¨®n por lo ¨²til llega a constituir el h¨¢bito central de nuestra personalidad, cuando se trate de buscar lo verdadero tenderemos a confundirlo con lo ¨²til. Y esto, hacer de la utilidad verdad, es la definici¨®n de la mentira".
Hoy se plantean en los medios de comunicaci¨®n muchas ideas falsas sobre muchas cosas, y las que se dan sobre la caza son muy f¨¢ciles de aceptar porque son superficiales, banales, domesticadas y premasticadas.
Las reglas que manejan las manifestaciones m¨¢s superficiales del hombre est¨¢n a disposici¨®n de cualquiera. El primero que llegue las puede aceptar, pues posee la facultad de interpretarlas en su propia superficialidad y con ello, f¨¢cilmente,alimentar la pol¨¦mica y el esc¨¢ndalo. Porque es f¨¢cil confundir ingenio con genio y genio con car¨¢cter. Hoy la brillantez de una idea es por s¨ª misma cualidad suficiente, cuando es raro que una buena idea sea f¨¢cil de explicar y de entender. Hay que, como el poeta, despreciar las romanzas de los tenores huecos que cantan a la luna y pararse a distinguir las voces de los ecos.
No es ¨¦se el camino. El revoltillo s¨®lo favorece la proliferaci¨®n de las sensaciones primarias, f¨²tiles, sensibleras. Nada en el mundo se ha ido cambiando sino por la serena exposici¨®n de las ideas nobles, profundas. Los hechos son tozudos, es verdad, y en la tozudez del devenir debe de haber anidado la sistem¨¢tica. El cazador caza desde siempre. As¨ª de rotunda es la cosa. La apreciaci¨®n cient¨ªfica de la necesaria repetibilidad del valor de conducta es en nuestro caso insultantemente seria.
Hoy por hoy, ninguna mente madura entendida es capaz de ser anticaza en serio; ninguna organizaci¨®n conservacionista de importancia lo es. Pero para quien no sabe nada de conservaci¨®n y gesti¨®n de la naturaleza es m¨¢s sencillo ponerse en contra que a favor. Es incuestionable la necesidad de la caza ¨¦tica como el instrumento principal para la conservaci¨®n del territorio y las especies, pero ¨¦se no es nuestro problema. El problema no nos viene desde la cr¨ªtica, sino del desconocimiento.
"Cr¨ªtica" dice el diccionario que es el arte de juzgar el valor de las cosas. ?Se imaginan a Brecht aceptando la cr¨ªtica de quien no ha visto jam¨¢s una obra de teatro?, ?o a Bach tomando en cuenta la opini¨®n de quien no ha escuchado ni una nota musical? ?Alguien cree posible que Garc¨ªa M¨¢rquez tomara en cuenta la opini¨®n de un analfabeto? No es posible ejercer la cr¨ªtica sino desde el conocimiento profundo, la experiencia vivida, el criterio t¨¦cnico y experto. Por ello no es pretensi¨®n de estas l¨ªneas alimentar ning¨²n tipo de pol¨¦mica. Tan s¨®lo ser¨ªa posible si fuera entre cazadores que se hubieran parado a reflexionar sobre la caza. Hasta ahora, las voces pretendidamente cr¨ªticas hacia la pr¨¢ctica de la caza ¨¦tica, responsable y respetuosa con la ley y las costumbres, no son sino un repertorio de elementalidades baratas en un intento maniqueo y torticero de opinar desde la ignorancia, vertiendo pretenciosas y sentimentaloides falsedades e inexactitudes desde el desconocimiento m¨¢s infantil y atrevido.
Debe ser o presumirse capacidad y deber de quien hace la informaci¨®n responsable, explicarla y por eso se hace necesario asomarse a la tinta impresa. Es necesario explicar, no confundir con justificar.
Ya lo hemos dicho. Comprender la caza, asimilar por qu¨¦ el cazador lo hace y expresarlo a los que no entienden no es tarea f¨¢cil. Pero hay que propon¨¦rselo por costoso que sea. Necesitamos hacernos entender. No o¨ªr, sino que se escuche nuestro discurso, que no es banal ni inclemente, ni imp¨ªo, ni ventajista, ni destructor. Es una actitud que dio origen al hombre moderno y que no hemos abandonado desde la noche de los tiempos. Los que hoy, llam¨¢ndonos cazadores, nos consideramos los m¨¢s responsabilizados con el medio.
Pero hoy necesita ser explicada porque hay gente que se ha desvinculado de los t¨¦rminos reales de la naturaleza y la aprenden a trav¨¦s de los v¨ªdeos, la televisi¨®n y las revistas, cuando no de las explicaciones que les dan sus hijos peque?os al volver de las granjas donde han aprendido qu¨¦ cosa es una gallina y descubierto que los pollos no nacen pelados y limpios.
Hay mucha gente que no ha vivido la naturaleza y necesita que se la expliquen para entenderla. Tiene por tanto raz¨®n esa gente en no entendernos y, por tanto, despreciarnos. Y nosotros tenemos la obligaci¨®n de explic¨¢rselo para que nos entienda y nos aprecie. Es obligaci¨®n nuestra porque nosotros sabemos lo que ¨¦l ignora. Nosotros debemos dar los pasos para sacar del error a aquellos que por s¨ª mismos no pueden salir de ¨¦l y menos con las ayudas de algunos. En la comunicaci¨®n de la caza, necesariamente por su car¨¢cter tel¨²rico, hay componentes did¨¢cticos que, aunque nos asalte la verg¨¹enza ajena, no tenemos m¨¢s remedio que afrontar.
A esa gente tenemos que decirle qui¨¦nes somos y lo que hacemos. Para que nadie pueda, ni aun torticeramente, equivocarles. Tenemos que ser los cazadores los que les hagamos llegar la informaci¨®n veraz. ?se y no otro es el problema.
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