Otros
La vida es tan tanto que no son suficientes todas las palabras del diccionario para definirla, entre otras cosas porque la mayor parte de lo que vive a¨²n no ha sido nombrado. Recordemos que en espa?ol contamos con unas 300.000 palabras y en el peor de los casos, de acuerdo con los expertos de la ONU hay un m¨ªnimo de 10, acaso un m¨¢ximo de 100 millones de animales y plantas diferentes en este mundo. Pero aunque estemos lejos de definir y por tanto m¨¢s a¨²n de comprender, al menos sabemos que la vida ama la diferencia, m¨¢s incluso que nosotros, los vivos, a ella. O, si no es pasi¨®n, al menos a cultivarla y expandirla se ha entregado con tal entusiasmo que ya no se pueden separar ambos conceptos. La diferencia es tan de la vida como la vida de la diferencia. Lo logrado, es decir la multiplicidad, ya es parte de la fuerza que la logr¨®. Es m¨¢s, lo viviente dejar¨ªa de ser tal y como comenzamos a conocerlo, sin sus producciones.Queda bastante claro que en este mundo podr¨ªa haber sido habitado por unos pocos organismos vivos. Sin embargo existen varios millones de especies, no sabemos cuantas porque el inventario no hace m¨¢s que crecer a medida que lo aumentamos. Con la multiplicidad vital pasa algo muy parecido a lo que sucede con el cosmos, que cuanto m¨¢s descubrimos m¨¢s nos queda por descubrir. Aunque andamos muy empe?ados en llegar a alguna parte, nada alivia tanto como este avanzar alej¨¢ndonos.
Si algo permite una aproximaci¨®n f¨¦rtil a un conato de comprensi¨®n de lo que es la vida habr¨¢ que partir siempre de esa tendencia a la diversidad. A que la vida respondi¨® con miles de maneras distintas a una sola pregunta. Que por cierto nadie ha escuchado jam¨¢s. S¨ª podemos o¨ªr ese eco que en nuestro caso particular algunos llamaron Babel, por cierto m¨¢s que castigo una de las pocas bendiciones seguras que hemos recibido. Porque las diferencias amparan, inventan, aseguran nuevas salidas y por tanto m¨¢s porvenir.
Es m¨¢s, invariablemente y para todos, el punto de partida resulta muy peque?o y el mismo. Recordemos que los 12 o 13.000 millones de humanos que han vivido o vivimos en este mundo, con casi total seguridad, procedemos de una sola pareja. Tambi¨¦n todos nosotros pod¨ªamos haber sido iguales. Pero afortunadamente, por fuera el aspecto, y por dentro la lengua, el pensamiento y las creencias difieren sustancialmente de unos a otros. Cada uno resulta ¨²nico e irrepetible, al menos de momento. El humano es igual a la vida en cuanto a su pasi¨®n por la diferencia como recurso para la continuidad. Por eso la aventura humana se ha resuelto con m¨¢s de 3.500 culturas diferentes, con unos siete mil idiomas, varios miles de religiones, 32 grandes civilizaciones y acaso tantos anhelos como miradas han explorado el derredor.
Todos esos puntos de diferenciaci¨®n demuestran una prodigiosa creatividad, una tendencia que a primera vista s¨®lo se explica por un impulso inicialmente ciego a conseguir el mayor n¨²mero de posibilidades para la supervivencia.
Sin embargo cientos de culturas humanas recientes, de idiomas, de creencias, de esos enfoques que nos hac¨ªa culturalmente m¨²ltiples han desaparecido en los ¨²ltimos siglos. Cada d¨ªa algo que diferenciaba a unos humanos de otros se desvanece.
La homogeneidad desgasta los planes de la vida y de la verdadera cultura. Y lo hace fundamentalmente porque todav¨ªa demasiados consideran a la diferencia, o bien peligrosa o bien inferior. Cuando en realidad es magn¨ªficamente imprescindible. Que no se desplome la multiplicidad cultural humana resulta todav¨ªa m¨¢s crucial que mantener la de la naturaleza, es decir la de animales y plantas. Actuar todos de la misma forma, pero sobre todo pensar igual, como suele suceder es sencillamente hacer el futuro m¨¢s corto. Por el contrario todos los otros, los no iguales a nosotros, son la garant¨ªa de un tiempo realmente sin l¨ªmites.
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