Seguir la huella
MISA. Contemplo los atardeceres de verano a pocos kil¨®metros de la sede veraniega de Aznar, aguzando la pituitaria por si me llegan sus efluvios. Empezaron mal mis d¨ªas y los del presidente: la lluvia fina y menos fina -desconoce el protocolo- nos oblig¨® por igual a refugiarnos en nuestras intimidades biling¨¹es, pero exim¨ª al alto mandatario de cualquier responsabilidad meteorol¨®gica para no incurrir en la man¨ªa de los cronistas de agosto que resaltan de mala fe la coincidencia del mal tiempo con la llegada de la familia presidencial. Descartada cualquier posibilidad de hacerme el encontradizo, tanto por el mucho celo policial como por el aire fr¨ªo que nos met¨ªa en casa, decid¨ª acudir a la misa a la iglesia del Carmen de Les Platgetes para ver a Alonso Aznar con su padre en el ¨²nico acto en que el mal tiempo no disculpa la ausencia. Creo que era la voz de Aznar, padre, una de las que sobresal¨ªan entonando el padrenuestro, y cre¨ª o¨ªrle eso de "perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden". Me tranquiliz¨® la s¨²plica y hall¨¦ en ella la seguridad de que nos esperan tiempos de calma, pero me fue imposible obtener de un polic¨ªa el certificado de que yo s¨ª hab¨ªa estado all¨ª.PRESENCIA.La amiga que me acompa?¨® a Les Platgetes no entend¨ªa la necesidad de la certificaci¨®n policial de que uno ha estado donde ha estado. Pero desde el domingo pasado, en que le¨ª en este peri¨®dico una carta del Historiador de la Ciudad de La Habana, don Eusebio Leal, a prop¨®sito de mis comentarios sobre la plaza Vieja, poniendo en duda que yo hubiera estado all¨ª o hablara de o¨ªdas, no s¨¦ si paso por los sitios o los sue?o. Llam¨¦ al poeta Jos¨¦ Hierro, con quien estuve en La Habana, y dio fe de que nuestros nombres -el suyo tan admirado y el m¨ªo tan modesto- figuraban entre los de los muy ilustres ponentes del Congreso que el se?or Leal conoce tan bien. No obstante, es posible que uno entre y salga de La Habana sin que la polic¨ªa se entere, aunque no deja de ser extra?o que el Historiador de la Ciudad tenga dificultades de comunicaci¨®n con el Ministerio del Interior para conocer el dato. L¨¢stima que no haya visto toda La Habana que el se?or Leal podr¨ªa haberme mostrado y que viera la que v¨ª con mis ojos y no con los suyos. Esa voluntad de imponer la mirada oficial o de negar lo que has visto me resulta conocida, y la imposibilidad de un visitante de verlo todo por su cuenta tambi¨¦n hay que reconocerla. Lamento haberle resultado hostil al se?or Leal, aunque no era mi intenci¨®n, pero le recomendar¨ªa -tal vez resulte in¨²til- no confundir lo que le afecta a ¨¦l con lo que afecta a mi querida Cuba.
LECTURA.De haberme encontrado con Aznar en Les Platgetes no hubiera osado hablarle de Cuba: el presidente no quer¨ªa hablar de pol¨ªtica. Yo hubiera querido hablar con ¨¦l de poes¨ªa. Pero no fue necesario que bajara a Oropesa para que me diera noticia de su lectura veraniega. Quiz¨¢ no haya entrado a¨²n en Eliot, por ejemplo, pero ya ha escogido a un escritor extranjero, si bien de nuestra lengua: ?lvaro Mutis. Ya quisiera Ana Botella que su decorador de La Moncloa tuviera tan buen gusto como el asesor literario de su esposo. Me cuentan que un amigo librero de Castell¨®n ha puesto una faja a la obra de Mutis con la leyenda "lectura de verano de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar", y ha tenido que pedir m¨¢s libros de inmediato. Todo el PP de La Plana recita a Mutis en la arena.
FRIVOLIT?.Yo, en cambio, m¨¢s fr¨ªvolo, me fui al teatro romano de Sagunto para re¨ªrme bajo la luna con Dagoll Dagom. No esperaba encontrarme a Aznar all¨ª, porque eso hubiera supuesto llevar al teatro a Zaplana, pero trat¨¢ndose de un musical, Los piratas, de Gilbert y Sullivan, quiz¨¢ hubiera atra¨ªdo a su hija Ana. La joven, estrenando amor con un mozo llamado Ernesto, es la estrella de este veraneo. Y no la vi, con lo que s¨®lo he podido apreciar el mucho parecido con su madre en la foto de la familia presidencial que aparece en los peri¨®dicos. Ahora que tenemos familia presidencial, adem¨¢s de familia real, es f¨¢cil advertir lo sencilla que se ha vuelto la mon¨¢rquica. Sent¨ª, no obstante, que Aznar no contemplara una c¨®mica danza de guardias civiles y comprobara por s¨ª mismo lo que pueden llegar a hacer re¨ªr ciertas instituciones al p¨²blico.
DEFINICI?N.No soy de los que dudan de que Aznar trabaja el pensamiento. Trataba, eso s¨ª, de comprobar la huella que la lectura de la poes¨ªa de ?ngel Gonz¨¢lez, de Cernuda o de Luis Garc¨ªa Montero pudiera haber dejado en ¨¦l. Sin embargo -lo imaginaba- no es la poes¨ªa lo que inspira sus estrategias, sino el p¨¢del. Un poco de p¨¢del ve¨ªa yo en nuestras vidas, y ¨¦l mismo ha declarado lo mucho que lo define: "Ser generoso, ser cort¨¦s, primero dejar que ganen y, cuando est¨¢n m¨¢s confiados, les das". ?Lo entienden ahora?
POSDATA.Dijo el presidente Aznar: "Me voy de vacaciones para recargar pilas". ?Influencias del lenguaje cotidiano de la nueva poes¨ªa?
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