Torquemada en Washington
EL PRESIDENTE norteamericano deber¨¢ testificar el pr¨®ximo lunes ante un jurado especial en el caso de Monica Lewinsky, la ex interna de la Casa Blanca con quien, seg¨²n ha declarado la propia interesada, Clinton mantuvo prolongadas relaciones sexuales, que ambos acordaron desmentir si llegaba el caso. El eventual delito por el que ser¨ªa perseguible el presidente habr¨ªa sido mentir cuando anteriormente neg¨® la existencia de tal relaci¨®n y haber presionado a Lewinsky para que hiciera otro tanto, con la correspondiente obstrucci¨®n a la justicia.En la declaraci¨®n se espera que Clinton se ratifique en su inocencia o d¨¦ una explicaci¨®n de por qu¨¦ minti¨® que satisfaga a la opini¨®n p¨²blica, que, en cualquier caso, se ha mostrado hasta ahora fuertemente favorable a que no se entorpezca su labor por cuestiones que a nadie m¨¢s que a ¨¦l y a su familia competen, incluido el asunto de la mentira, aunque quiz¨¢ con menos claridad en lo tocante a la obstrucci¨®n de la justicia. Y esta especie de ¨®pera bufa es de gran trascendencia pol¨ªtica, no s¨®lo porque puede llegar a poner en peligro la continuidad presidencial, sino porque est¨¢ afectando en su trabajo diario al que veros¨ªmilmente es el hombre m¨¢s poderoso de la tierra, que debe dedicar una parte nada desde?able de su tiempo a defenderse de la persecuci¨®n, sin duda legal, pero no menos extremosa, del fiscal especial Kenneth Starr, un verdadero Torquemada, al que muchos atribuyen motivos personales para tan denodada persecuci¨®n.
Todo ello es posible, antes que nada, por un sitema judicial que prima la delaci¨®n. Lewinsky ha obtenido la inmunidad absoluta a cambio de declarar, probablemente la verdad, pero, en todo caso, contra Clinton; es decir, que la justicia norteamericana renuncia a castigar el perjurio de la ex interna para poder castigar el eventual perjurio del presidente. Id¨¦nticos delitos, pero muy distinto el valor de la pieza que se pretende atrapar.
Al mismo tiempo, crecen las voces en el propio Partido Dem¨®crata de Clinton a favor de que el presidente no espere al lunes si ha de entonar alg¨²n tipo de mea culpa, de que coja el toro por los cuernos y se remita a la comprensi¨®n de un electorado para poner fin a tan lamentable historia. Y, todo ello, con la mayor urgencia, porque la ex interina, curiosamente, guardaba desde hace tres a?os un vestido de c¨®ctel presuntamente manchado de los m¨¢s ¨ªntimos fluidos corporales de Clinton, que est¨¢ siendo ahora examinado por los peritos correspondientes para que se disipen todas las dudas cuanto antes. Pero, ulteriormente, lo m¨¢s grave es que el presidente de la ¨²nica superpotencia mundial tiene unas Yugoslavias, unos procesos de paz o una Europa que atender, asuntos todos ellos de alguna mayor gravedad que la cuesti¨®n Lewinsky.
No se trata aqu¨ª de pedir delaraci¨®n adelantada o no, pero s¨ª de que se d¨¦ carpetazo a un asunto en el que la culpabilidad, si la hubiere, parece francamente risible en esta perversa Europa.
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