Marjal
ADOLF BELTRAN Los vapores del calor convierten las calles, las playas, las carreteras y los paisajes en fr¨¢giles espejimos. Tambi¨¦n la pol¨ªtica se deforma, velada por la calima. Sus ejecutantes dan la sensaci¨®n de moverse en un territorio irreal de t¨®picos sin sustancia y de declaraciones desganadas. Eso les hace humanos, v¨ªctimas de los derretimientos que experimenta la mayor¨ªa de la gente cuando la temperatura aprieta. Sin embargo, algunos partidos mantienen la consistencia del pedernal, material del que parecen fabricadas tambi¨¦n las cabezas de sus dirigentes. Seg¨²n la oficina de prensa de su grupo, el portavoz de los regionalistas en las Cortes, Ferm¨ªn Artagoitia, declaraba el viernes que "Uni¨®n Valenciana ofrece soluciones reales al problema de los residuos". Hac¨ªa apenas unos d¨ªas que un alcalde de su partido hab¨ªa comparecido ante la juez por una querella en la que se le acusa de autorizar repetidamente el vertido de escombros en el marjal de Xeresa. La afirmaci¨®n de Artagoitia, por tanto, ten¨ªa todo el aspecto de una broma. Pero no lo era. Se refer¨ªa a la gesti¨®n del consejero de Medio Ambiente, Jos¨¦ Manuel Castell¨¢, que tambi¨¦n milita en las filas regionalistas, aunque en principio se sit¨²e al otro lado de la l¨ªnea que separa a los defensores de la naturaleza de quienes la consideran una man¨ªa absurda de progres sin cerebro. El alcalde de Pego, Carlos Pascual, el m¨¢s decidido combatiente contra el marjal, ya no milita con los regionalistas; pero Cipri¨¤ Fluix¨¤, en Xeresa, cuenta todav¨ªa con el apoyo oficial del partido que preside H¨¦ctor Villalba. Su formaci¨®n, aliada del PP, tiene un consejero de la Generalitat encargado de velar por el respeto a los parajes naturales y, al mismo tiempo, alcaldes que aluden a la amnesia para justificar el sistem¨¢tico aterramiento de una zona h¨²meda. Alg¨²n incauto puede pensar que esa esquizofrenia partidista es fruto de los equilibrios inherentes a la posici¨®n en el centro del espectro pol¨ªtico que Uni¨®n Valenciana reclama insistentemente. Se equivoca. Tampoco se trata de una incoherencia pasajera, de una de esas contradicciones internas que a veces surgen en los partidos como enfermedades imprevisibles. Se trata, simplemente, de una actitud t¨ªpica, constituyente, estructural, en la concepci¨®n que tienen de la acci¨®n p¨²blica los movimientos populistas de derecha. No es la duda lo que les afecta. Es la pura y dura demagogia. Tan dura como el pedernal, ajena a cualquier mala conciencia.
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