La edad de oro
La edad de oro del toreo no es la de Joselito el Gallo y Juan Belmonte, como sostienen los historiadores, sino la de Joselito el madrile?o & asociados. Justo ¨¦sta de ahora, la que se acelera en demanda del tercer milenio. Es la edad de llev¨¢rselo calentito. Es la edad de llev¨¢rselo crudo, dicho sea en otra versi¨®n. Es la edad de forrarse sin que sea preciso demostrar absolutamente nada.
Basta con decirlo. Lo que digan va a misa. Va a misa -por ejemplo- que Joselito es un maestro; que Vicente Barrera es un artista; que Jos¨¦ Tom¨¢s borda el natural; que los tres lidiaron toros en Bilbao. Todo esto va a misa. Y va a misa tambi¨¦n que el toro actual es m¨¢s bravo que nunca, que se torea mejor que nunca, que hay m¨¢s afici¨®n que nunca.
Alcurruc¨¦n / Joselito, Barrera, Tom¨¢s
Toros de Alcurruc¨¦n, terciados y flojos; 3?, sin trap¨ªo, impresentable e inv¨¢lido; 6?, con hechuras y bravo.Joselito: estocada perpendicular atravesada que asoma y descabello (algunos pitos); cuatro pinchazos y media estocada (bronca). Vicente Barrera: estocada corta tendida perdiendo la muleta, rueda de peones -primer aviso con retraso-, un descabello tras varios intentos -segundo aviso- y se echa el toro (silencio); aviso antes de matar, pinchazo, media y rueda de peones (silencio). Jos¨¦ Tom¨¢s: estocada tendida ladeada -aviso con retraso- y dobla el toro (petici¨®n y vuelta); pinchazo, estocada trasera ca¨ªda -aviso con dos minutos de retraso- y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio). Plaza de Vista Alegre, 17 de agosto. 3? corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Lo que manden se dir¨¢. Y, dicho, unos cuantos quedar¨¢n legitimados para meter la mano en el caj¨®n y llevarse el dinero de la fiesta. Forman un club restringido porque si estuviera ah¨ª el taurinismo cabal tocar¨ªan a miseria.
Enemigos irreconciliables han firmado alianzas y han jurado fidelidades eternas para manejarse en r¨¦gimen de monopolio. No est¨¢n en el club los mejores toreros, los mejores empresarios, los mejores apoderados, los mejores ganaderos. Ni falta que hace. Despu¨¦s de cerca de tres siglos de tauromaquia, concebida desde la grandeza y sustentada a base de ingenio y de valor, de estudio y de sacrificio, y hasta de sangre y de muerte, se ha llegado a la conclusi¨®n de que nada de eso importa. En el umbral del tercer milenio no es un maestro del toreo el que domina un toro sino el que pega pases sueltos a un gato; no es un ganadero insigne el que cr¨ªa toros bravos sino el que vende borregos inv¨¢lidos; no es un empresario capaz el que monta carteles interesantes y promueve los valores de la fiesta sino el que echa a los aficionados de las plazas e impone los intereses del monopolio.
El resultado es un espect¨¢culo mon¨®tono, adocenado, aburrido, frecuentemente vergonzoso e impresentable que acabar¨¢ desapareciendo por falta de clientela, pero para entonces los del club ya habr¨¢n dejado la fiesta hecha un solar. Sin riesgo alguno pues la pueden corromper y llevarse de ella hasta los clavos en la mayor impunidad. Les basta con echar de comer a unos cuantos y que digan. Que digan del juego de los toros de Alcurruc¨¦n -propiedad de los hermanos Lozano-, que, en Bilbao, no ten¨ªan ni trap¨ªo ni fortaleza. Que digan de la maestr¨ªa de Joselito, que peg¨® unos pases sueltos correteando por all¨ª y despach¨® su lote sin la menor torer¨ªa. Que digan de la solemne verticalidad de Vicente Barrera, que mont¨® dos pl¨²mbeas e interminables sesiones de derechazos y naturales destemplados e inconexos. Que digan de la eminencia de Jos¨¦ Tom¨¢s.
Jos¨¦ Tom¨¢s efectivamente interpret¨® con reposo y finura el toreo, con superior estilo en la suerte al natural, mas se lo hizo a un especimen d¨®cil, diminuto e inv¨¢lido. En cambio al sexto, de relativa presencia, lo tore¨® con temple aleatorio y descargadita la suerte.
Cierto es que, para ambas exhibiciones, se tom¨® su tiempo. He aqu¨ª la extra?a evoluci¨®n del toro de lidia: cuando era fuerte, no soportaba m¨¢s all¨¢ de dos docenas de pases; ahora que est¨¢ tullido, aguanta cien.
Hubo cinco avisos. D¨¦cadas atr¨¢s, un torero recib¨ªa un aviso y no se atrev¨ªa a salir de casa. En los dorados tiempos que corren un torero oye un aviso y se siente la reina del Chanteclaire.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.