?Sociedad de mercado? No, gracias
I. El neoliberalismo vive hoy una grave crisis de credibilidad que afecta a sus preceptos b¨¢sicos. Despu¨¦s de una breve luna de miel, surgen voces calificadas que cuestionan lo bien fundado de su propuesta y nos obligan a pensar en soluciones que hagan del imperio del mercado una realidad menos lacerante y opresiva para la mayor¨ªa de los habitantes del planeta y, especialmente, de los pa¨ªses en desarrollo. Como dijo el primer ministro de Jamaica: "Econom¨ªa de mercado, puede. Sociedad de mercado, no"(1). Y, todav¨ªa menos, "democracia de mercado".En esta cr¨ªtica de fondo del neoliberalismo convergen tres personalidades de la escena internacional: los presidentes de ?frica del Sur, Nelson Mandela, y de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, y el director general de la Unesco, Federico Mayor. Veamos.
El 27 de marzo pasado, el presidente de ?frica del Sur expres¨® sus "serias reservas" a la ley lanzada por la Administraci¨®n americana sobre "crecimiento y oportunidades para ?frica", por ser "inaceptable en su estado actual"(2). Mandela rechaz¨® as¨ª la propuesta de liberaci¨®n de sus econom¨ªas y la privatizaci¨®n de los bienes del Estado, a cambio de una ef¨ªmera apertura del mercado estadounidense a los productos africanos. El presidente adjunto, Thabo Mbeki, que fomenta incansablemente la ciencia y la tecnolog¨ªa, como motores del desarrollo en la cotidianidad surafricana, reclam¨® casi simult¨¢neamente un "c¨®digo de conducta" para las grandes empresas multinacionales.
Unos d¨ªas despu¨¦s, el 19 de abril, desde otro continente, el presidente Cardoso se?alaba: "Yo estoy totalmente en contra de las teor¨ªas neoliberales. Yo no creo que el mercado deba ser el que decida el futuro. Tiene que haber Estado, principalmente en pa¨ªses como el nuestro, llenos de pobreza"(3).
Estas tres personalidades alzan as¨ª sus voces de alarma. Porque es cierto que la profunda y creciente desigualdad econ¨®mica, pol¨ªtica y social que vivimos actualmente; la incapacidad del Estado para consolidarse como el promotor y constructor de instituciones y acuerdos parlamentarios que corrijan la injusticia y la corrupci¨®n; el predominio invasivo de las grandes fuerzas econ¨®micas trasnacionales; la crisis del sureste asi¨¢tico y los problemas de las econom¨ªas del este y centro europeo, son ejemplos suficientes como para hacernos reflexionar sobre las supuestas bondades del modelo econ¨®mico en curso. ?De qu¨¦ sirven las reestructuraciones y reformas econ¨®micas, si ellas no se ponen al servicio de la gente para acabar con la pobreza y la desigualdad?
Ya en 1995, Federico Mayor advirti¨® que "el bloque comunista se hundi¨® porque se bas¨® en la igualdad, pero olvid¨® la libertad. Ahora vivimos en un sistema que se basa en la libertad, pero ha olvidado la igualdad y la solidaridad". Record¨®, adem¨¢s, que la Constituci¨®n de la Unesco se?ala: "No basta con acuerdos econ¨®micos y pol¨ªticos. El futuro de la humanidad depende de la solidaridad intelectual y moral".
Hace tan s¨®lo un a?o, nos pon¨ªan como ejemplo de desarrollo a los "tigres" asi¨¢ticos. Ahora resulta que todo era externo: capitales, equipos, mano de obra cualificada. Todo era, en buena medida, un atractivo maquillaje que, con las primeras lluvias, deja al descubierto la misma cara original... pero ?endeudada! Habr¨¢ que repetirlo tercamente: s¨®lo hay un desarrollo, el end¨®geno, el que usa los pr¨¦stamos para desencadenar procesos, pero que establece claras prioridades en su propio presupuesto nacional. En este sentido, el ¨¦xito del nuevo enfoque de la Unesco en materia de educaci¨®n es que ha ayudado a los Estados a incrementar poco a poco, pero todos los a?os, sus inversiones en los distintos niveles educativos. El resultado est¨¢ siendo el decrecimiento espectacular de los ¨ªndices de poblaci¨®n y la proliferaci¨®n de micro, peque?as y medianas empresas...
?Pobres "tigres"! Ahora se les acusa, adem¨¢s, de corrupci¨®n y de no haber sabido gestionar los inmensos andamiajes financieros. Los corruptos deben ser castigados. Pero los corruptores tambi¨¦n, y en primer lugar. No se puede transitar impunemente -para quienes siempre buscan las excusas en los otros- desde la ejemplaridad a la incompetencia dolosa. Habr¨¢ que ver qu¨¦ empresas y de qu¨¦ pa¨ªses se han beneficiado del desarrollo (infraestructuras, servicios, productos manufacturados, etc¨¦tera) de los "ejemplos" ahora en desgracia. Cu¨¢ntas armas han adquirido. A qui¨¦n. Para qu¨¦. Habr¨¢ que determinar los impactos reales en la calidad de vida. Y, entonces, sabremos las causas reales de las debacles, para que no se repitan. Para que los pa¨ªses "l¨ªderes" cumplan sus responsabilidades y promesas... Promesas del 0,7% del PIB en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en 1974; en la Cumbre de la Tierra, sobre medio ambiente, en 1992; en la Cumbre del Desarrollo Social, en Copenhague, en 1995... ?stos son los caminos a seguir. ?stos son los compromisos, y no los establecidos en una f¨®rmula que sustituye los valores morales por el mercado. Los pa¨ªses de la ex URSS esperaban los brazos abiertos de los dem¨®cratas, y se encontraron con los pu?os cerrados de los mercaderes. Interesa ahora a todos abrir la mano y dar y compartir. S¨®lo as¨ª se rectificar¨¢n los rumbos. S¨®lo as¨ª se evitar¨¢ una cadena de conflictos a escala mundial. A pesar de tratarse de un proceso que no incluye todav¨ªa a una gran parte de la poblaci¨®n -hay 600.000 pueblos sin electricidad, por ejemplo-, la extraordinaria difusi¨®n de las comunicaciones ha llevado al t¨¦rmino "globalizaci¨®n". Aunque mucho m¨¢s parcial, se aplica, sobre todo, al mercado. Junto con el concepto, han aparecido en el escenario mundial los protagonistas globalizadores y las m¨²ltiples comparsas globalizadas. S¨®lo hablan y cantan los primeros. Habr¨¢ que dar el micr¨®fono a los segundos. Muchos saben bien lo que quieren. Como lo se?ala la Declaraci¨®n de Brasilia(4), "sin ignorar la globalizaci¨®n, pero sin someterse a ella, debemos propiciar el gobierno de la globalizaci¨®n". ?Qu¨¦ gobierno? ?sta es la cuesti¨®n.
II. Gobernar la globalizaci¨®n es la ¨²nica v¨ªa para generar un mundo m¨¢s justo y para evitar el caos generalizado que las crisis asi¨¢ticas parecen anunciar. De esta manera, el llamado "modelo Mandela" es un ejemplo de acci¨®n, de imaginaci¨®n cr¨ªtica y de indignaci¨®n. El gran l¨ªder africano ha puesto en claro que es necesario abrir un espacio internacional para la negociaci¨®n franca y comprometida. Al rechazar todo esquema de confrontaci¨®n, no s¨®lo muestra una clara lealtad a los amigos que le apoyaron siempre, sino que hace evidente, de una manera sencilla, que el di¨¢logo y el respeto a los dem¨¢s deber¨ªan ser una pr¨¢ctica cotidiana entre las naciones y los ciudadanos. Despu¨¦s de haber sufrido la m¨¢s terrible de las exclusiones, les dice a los blancos que perd¨®n significa reparaci¨®n, y a los negros, que reparaci¨®n significa perd¨®n. Con valores ¨¦ticos tan simples como profundos, Nelson Mandela recobra el lado moral de la pol¨ªtica, sin perder de vista la cr¨ªtica razonada de la realidad.
La ideolog¨ªa neoliberal, dice, no es capaz de asegurar las condiciones indispensables para el desarrollo africano. Habr¨¢ que buscar nuevos caminos o, al menos, reformar los ya conocidos para que los pa¨ªses africanos puedan salir del retraso y la pobreza. La liberalizaci¨®n econ¨®mica, la privatizaci¨®n de las empresas y el desmantelamiento de las barreras arancelarias tienen un precio social muy elevado. La realidad de sus pa¨ªses requiere, antes que nada, redistribuci¨®n de la riqueza y trato comercial justo (?empezando por los "justiprecios"!).
"?A qui¨¦n pertenece ?frica?", pregunt¨® Federico Mayor en la conferencia sobre "Conocimiento global", celebrada en Toronto en 1996. ?A qui¨¦n pertenecen sus tierras de cultivo, sus minas, sus yacimientos petrol¨ªferos? Responder a esta cuesti¨®n es indispensable para un an¨¢lisis certero y, luego, hacer una estrategia de desarrollo.
La principal virtud del "modelo Mandela" reside, sin duda, en que es una advertencia a todos los pa¨ªses del mundo, que nos obliga a pensar y redefinir los presentes enfoques. Nos lleva al di¨¢logo, a la cr¨ªtica, a la reflexi¨®n sobre los grandes temas econ¨®micos, pol¨ªticos, sociales y morales con los que estamos construyendo el mundo de la posguerra fr¨ªa.
Fernando Henrique Cardoso afirma que, para que el mercado funcione, hace falta un Estado fuerte. No se puede permitir -como ha sucedido en muchos pa¨ªses- que la definici¨®n de las grandes directrices pol¨ªticas sea acaparada por los sectores m¨¢s poderosos para reproducir la desigualdad, en perjuicio de amplios sectores de la sociedad. Cardoso agrega que el problema es el "Estado de malestar social", en el cual la injusticia es el ingrediente principal de un entorno viciado. Para transformar esta realidad, no basta con el modelo econ¨®mico imperante, hay que generar un sistema din¨¢mico en el que el sector p¨²blico y la sociedad cooperen en la creaci¨®n y en la distribuci¨®n de riqueza. El reto es defender la libertad, la igualdad y la vida digna en ese entorno liberalizado y globalizado.
El mensaje central del discurso de Federico Mayor es, asimismo, compartir mejor. Compartir mejor riquezas, conocimientos, poder. Las grandes asimetr¨ªas sociales -el 18% de la poblaci¨®n mundial disfruta del 80% de los recursos-, de g¨¦nero -la mujer no tiene m¨¢s que el 4% de representaci¨®n en los centros de decisi¨®n y el 9% en los Parlamentos-, en la distribuci¨®n del saber... nos llevar¨¢n de nuevo a situaciones de gran inseguridad y, quiz¨¢, a conflictos a escala global. El problema sigue siendo -como afirm¨® recientemente con gran lucidez y valent¨ªa- el de "Tierra sin hombres y hombres sin tierra". Es de destacar que Su Santidad, el papa Juan Pablo II, se ha referido a este tema recientemente(5). Por no saber compartir a tiempo un poco, puede perderse mucho y, lo que es peor, puede desencadenarse la violencia.
La Cultura de Paz es defensa del di¨¢logo y la reflexi¨®n como la mejor manera de construir un futuro m¨¢s igualitario. Para el director general de la Unesco, el pasado s¨®lo puede describirse, pero no puede cambiarse. El futuro, en cambio, puede y debe escribirse. Es nuestra gran tarea com¨²n. Es la esperanza de nuestros hijos. Su discurso refleja el pensamiento de Mandela y Cardoso: facilitemos el di¨¢logo y la negociaci¨®n como el mejor camino para lograr una paz que sea sin¨®nimo de igualdad de oportunidades y respeto por la diferencia. Por consiguiente, deben modificarse por decisiones pol¨ªticas las desigualdades que la libertad econ¨®mica genera, y deben fijarse l¨ªmites ¨¦ticos y legales al consumismo desenfrenado. ?D¨®nde est¨¢ la sonrisa de la sociedad saciada, especialmente de la juventud? ?C¨®mo puede interpretarse el hast¨ªo e indiferencia que se demuestra por quienes m¨¢s tienen m¨¢s pronto? No se quiere lo que no se ha so?ado y, adem¨¢s, como dijo Antonio Machado, "es de necio confundir valor y precio".
Recordemos que esta idea simple del reconocimiento del otro, de la relaci¨®n dialogante y de la construcci¨®n de un destino com¨²n fue la que fund¨® el humanismo renacentista. Es en ella que hoy coinciden estas figuras de la escena contempor¨¢nea. Recobremos con ellas la esperanza de fundar, en nuestros agitados y oscuros d¨ªas, el humanismo moderno, que sea el fundamento de una aut¨¦ntica cultura de paz, reinante en el siglo XXI.
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