Rabieta orejil

Juan Jos¨¦ Padilla, diestro valeroso donde los haya, hab¨ªa estado muy bien ante el remiso tercero, pero tard¨® mucho en cuadrar a su enemigo, al que, finalmente, liquid¨® de media estocada trasera y un descabello. Hubo una petici¨®n de oreja bastante nutrida, aunque no mayoritaria, a la que no accedi¨® el presidente. Entonces, despu¨¦sde dar una aclamada vuelta al ruedo, Padilla hizo como que saludaba a la presencia, pronunciando por lo bajini lo que se adivinaban tremebundos insultos. Una rabieta orejil que no es en absoluto de torero. En realidad, lo que importaba era el m¨¦rito de una faena de enorme valor, en la que hubo hasta muletazos excelentes, adem¨¢s de un agante muy meritorio. El toro hab¨ªa sido desastrosamente picado y Padilla lo banderille¨® con m¨¢s espectacularidad (parec¨ªa un homenaje a El Soro) que acierto.Al sexto lo recibi¨® Padilla con tres largas de rodillas y lo llev¨® al caballo galleando. La res desarroll¨® sentido en la muleta y daba unos ga?afones espeluznantes, acentuados al topar la muleta. Padilla volvi¨® a ser el diestro valeroso de antes, pero ah¨ª no hubo ni acoplamiento ni lucimiento. Oscar Higares cogi¨®, sin que se sepa el porqu¨¦, la sustituci¨®n de Pep¨ªn Jim¨¦nez y no estuvo a la altura, a pesar de su voluntad y una buena serie a su encastado primero, al que no se impuso antes de que la embestida llegase a ser tarda. El cuarto era un aut¨¦ntico marrajo, peligroso y con sentido. A Higares hay que agradecerle la brevedad, con pocas y precavidas probaturas y una excelente estocada.

Luis de Pauloba ¨²nicamente pudo apuntar detalles de su reconocida clase, tanto con el capote como con la muleta. Su lote fue un c¨²mulo de dificultades.