Sevilla
Volvi¨® septiembre, y desde hoy comienzo a escribir cada jueves sobre Sevilla. Lo digo de un tir¨®n y sin titubeo porque pensarlo es como para echarse a temblar: t¨®pica, fetichista, mezquina y maravillosa Sevilla. Un lugar de placer y de asombro para los visitantes, un privilegio como cuna, para nacer y vivirla con la despreocupaci¨®n de la infancia, para conocerla y sentirla como tuya, y tambi¨¦n para volver a ella una vez jubilado de agobios y quehaceres, con tiempo para saborear las exquisiteces de su belleza y de sus costumbres, cuando ya no importa dejarse engullir por el remolino que todo lo frena, lo ningunea y lo desaparece, cualquier cambio doloroso, cualquier iniciativa tan dif¨ªcil. Una ciudad que invita a vivir en el presente, momento tras momento regodeado en el pasado y con poca esperanza en el futuro. Hace falta un ¨¢nimo templado para dejarse llevar por el destino en el umbral del siglo XXI y no morir de infarto. Hay quien decide echarla de menos desde lejos, despu¨¦s de huirla, y entonces cantarla y halagarla de a?oranzas sin peligro. Otra alternativa es luchar contracorriente, abri¨¦ndose huecos a sofocones, porque es tan absorbente a veces el clamor y el decir, tan espeso el sentir de la gente, que no debe ser f¨¢cil permanecer dentro y distanciarse al mismo tiempo para mirar lo que ocurre tal como pudiera hacerlo un forastero. Ha de ser agotador, pero algo se consigue, pues, a pesar de todo lo dicho, en Sevilla hay m¨¢s movimiento del que parece. Y de calidad. Y moderno. El problema es que somos muy diestros en rodearnos de agradabilidades que nos resistimos a perder. Estos d¨ªas atr¨¢s, inmersos como est¨¢bamos algunos en la tranquilidad y el relajo del verano urbano, disfrutando sentados en nuestros veladores sobre adoquines calientes y en mitad de la calle, nos ha sorprendido desagradablemente la llegada del mes de septiembre con prisa y antes de tiempo. La verdad es que un d¨ªa antes o un d¨ªa despu¨¦s tampoco es ninguna cat¨¢strofe, y el tr¨¢fico, sin ser ninguna bendici¨®n del cielo, es casi deseable de puro normal. Lo que nos molesta es que nos roben un estilo de vida de nuestra propiedad. Es la pura verdad, que nos lo roban, que nos lo robamos y que nos tenemos que aguantar porque no podemos tenerlo todo.
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