Libertad ?para qui¨¦n? Am¨¦rica Latina en el banquillo
El autor repasa la crisis financiera internacional y analiza sus posibles repercusiones en Latinoam¨¦rica
El mercado financiero internacional ha vuelto a experimentar una intensa convulsi¨®n, cobr¨¢ndose una nueva v¨ªctima en la atribulada econom¨ªa rusa. El car¨¢cter cronot¨®pico que hasta ahora han mostrado las crisis financieras de la globalizaci¨®n nos advierte de que puede ampliarse la n¨®mina de damnificados y, de hecho, los tigres ya han empezado a dirigir sus dentelladas hacia otros mercados, ceb¨¢ndose especialmente en los latinoamericanos.Son m¨²ltiples las preguntas que sugiere una situaci¨®n como la actual, pero, con la finalidad de vislumbrar algunos escenarios de acci¨®n, nos interesa seleccionar las tres siguientes:
1. ?Cu¨¢l es la naturaleza de la crisis?
2. ?Est¨¢ justificada la magnitud de la fluctuaci¨®n de los mercados?
3. ?Se explica la retirada de capitales de Am¨¦rica Latina por sus propios desequilibrios macroecon¨®micos?
El primer interrogante, m¨¢s que a explorar la cadena de causalidades, nos remite a indagar cu¨¢l es el foco originario de la inestabilidad y a dilucidar si nos encontramos ante una secuencia de crisis regionales en una econom¨ªa mundializada o si, por el contrario, asistimos a manifestaciones sucesivas de una crisis global y sist¨¦mica. La respuesta a esta cuesti¨®n var¨ªa el tipo de medidas que deben ser adoptadas. Si se opta por la opci¨®n primera, bastar¨ªa con que los pa¨ªses que registran desequilibrios y los que pudieran ser desestabilizadores se aplicasen a efectuar los ajustes y reformas pertinentes. Sin embargo, si se opta por la segunda, esas medidas servir¨ªan para atacar los s¨ªntomas, pero no para prevenir convulsiones futuras.
Todo parece sugerir que el mercado financiero internacional padece una crisis global y sist¨¦mica derivada de las distorsiones que surgen entre el amplio grado de libertad de movimientos de capitales y la carencia de una autoridad con capacidad para supervisar y regular esos flujos y para coordinar decisiones y actuaciones en materia de pol¨ªtica econ¨®mica. La crisis revela la ineficacia de los mecanismos de mercado (disculpen los liberales el atrevimiento) para distribuir adecuadamente el cr¨¦dito a nivel internacional. Las intensas y err¨¢ticas fluctuaciones que experimentan las cotizaciones muestran a su vez los niveles de desinformaci¨®n que padecen y los riesgos que ello entra?a. Asistimos a una crisis global que en su discurrir iterativo ha ido desarrollando relaciones autorreforzantes e incorporando referencias pol¨ªticas y sociales que han mostrado las precariedades nacionales y globales para articular soluciones.
La consecuencia es que la libertad actual de movimientos de capitales captura prisioneros a los que no se les conoce delito, y, para ponerle remedio, habr¨ªa que sumarse a la prescripci¨®n que hac¨ªa el rey Claudio en Hamlet: "Las locuras de los grandes no deben quedar sin vigilancia".
La evaluaci¨®n de la intensidad con que se han dejado sentir los efectos de la crisis no se puede disociar de la pregunta anterior, ni de la comprensi¨®n del modo en que operan los mercados en estas circunstancias. Las tecnolog¨ªas actuales y la rapidez con la que circula la informaci¨®n obligan a multitud de agentes dispersos a adoptar decisiones inmediatas con el riesgo de no valorar suficientemente la complejidad de la informaci¨®n que reciben. Ya Pareto nos advirti¨® de la diferencia entre las acciones humanas y la explicaci¨®n racional de ¨¦stas y c¨®mo, en su opini¨®n, la acci¨®n precede a la racionalizaci¨®n. La inmediatez que exigen los mercados es un obst¨¢culo para elaborar interpretaciones y los agentes acaban dirigiendo sus pasos en funci¨®n del ruido que ellos mismos producen. De esta manera terminan siendo v¨ªctimas del efecto bootstrap, que ilustrara Jean-Pierre Dupuy con la met¨¢fora del bar¨®n M¨¹nchhausen, que se propuls¨® a la Luna (en este caso, a los abismos) tirando de los cordones de sus zapatos.
Aunque los economistas nos hemos acostumbrado a aportar razones para todo lo que acontece, eso no quiere decir que lo sucedido sea razonable. La brusquedad y magnitud de las fluctuaciones actuales de los mercados de acciones no se justifican en los fundamentos econ¨®micos, aunque los agentes pueden acabar encontrando su autojustificaci¨®n en las consecuencias de su propio proceder haciendo m¨¢s que probable lo imposible.
En cuanto al impacto de la crisis en Am¨¦rica Latina, no se puede justificar desde sus propias dificultades, aunque s¨ª desde la perspectiva de encontrarnos ante un problema sist¨¦mico. Aun as¨ª, la repercusi¨®n alcanzada parece desmedida. En la actualidad, la situaci¨®n macroecon¨®mica de los pa¨ªses de la regi¨®n es muy heterog¨¦nea, predominando la solidez sobre la fragilidad macroecon¨®mica. Venezuela es el ¨²nico pa¨ªs que presenta desequilibrios macroecon¨®micos diversos, agraviados por la ca¨ªda de los precios del petr¨®leo, producto ¨¦ste que representa el 70% de sus exportaciones y el 50% de sus ingresos fiscales. Brasil ha experimentado un deterioro de su d¨¦ficit que ya amenazaba la estabilidad antes de la actual tormenta, pero el Gobierno ya hab¨ªa afrontado el problema al aprobar un plan de reducci¨®n del mismo.
El resto de pa¨ªses (Argentina, M¨¦xico, Chile) gozan de un dinamismo aceptable y de una situaci¨®n macroecon¨®mica cuyos ¨²nicos flancos d¨¦biles provienen, casi exclusivamente, de los impactos externos: Chile, por la v¨ªa de la ca¨ªda de los precios del cobre (representa el 40% de las exportaciones) y del retroceso de la demanda de las econom¨ªas asi¨¢ticas (suponen el 35% de sus mercados de exportaci¨®n). Argentina, a trav¨¦s de una eventual devaluaci¨®n del real brasile?o que afectar¨ªa al 30% de sus exportaciones, que se destinan a dicho pa¨ªs, y M¨¦xico, por los efectos de la ca¨ªda del precio del petr¨®leo, aunque su dependencia (20% de las exportaciones) es inferior a la venezolana.
Esta heterogeneidad de situaciones no ha sido percibida por los agentes que han producido similares convulsiones en todos los pa¨ªses. Los riesgos sistem¨¢ticos y el p¨¢nico consecuente han sentado a Am¨¦rica Latina en el banquillo, y aunque en esta ocasi¨®n sea dif¨ªcil aportar pruebas de su culpabilidad, no por ello podemos estar seguros de que saldr¨¢ indemne. S¨®lo nos queda sumarnos al optimismo mostrado en cierta ocasi¨®n por Sagadine, el presidente del ¨²ltimo Pres¨ªdium supremo de la ex URSS: "La situaci¨®n es buena, pero a¨²n tenemos esperanza".
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