Las detenciones policiales
Aunque la eficacia no puede medirse por criterios num¨¦ricos, sostiene el autor que las escasas detenciones que realiza la Ertzaintza no disuade a los alborotadores
La detenci¨®n por parte de la polic¨ªa de quienes vulneran la ley es la actividad m¨¢s sobresaliente del servicio de seguridad e investigaci¨®n. Al fin y a la postre significa, en principio, el ¨¦xito en su tarea, bien de prevenci¨®n de la criminalidad, bien de descubrimiento del delincuente. Asimismo, las formas y maneras c¨®mo se realizan las detenciones son demostrativas del verdadero car¨¢cter de la instituci¨®n policial que las lleva a cabo. Desde los or¨ªgenes de la moderna polic¨ªa, en el siglo XIX, las referencias al n¨²mero de arrestos ha sido la piedra angular de su actividad. Es conocido el caso de un famoso jefe de la polic¨ªa decimon¨®nica francesa que en el transcurso de tres a?os pas¨® de arrestar a unos pocos centenares de delincuentes comunes anualmente a arrestar a quince mil. Fue un choque para las arcas p¨²blicas procesar y atender a tanto maleante, pero la sorpresa surgi¨® cuando se supo que se capturaba sobre todo a los "competidores de los amigos del jefe". En este antecedente hist¨®rico ya aparecen varias de las caracter¨ªsticas de las detenciones policiales, como son su origen en la delaci¨®n dentro del mundo criminal, la exhibici¨®n de sus cifras para justificar la acci¨®n coactiva (endurecimiento de leyes, aumento de efectivos policiales, etc.) o su exhibici¨®n como triunfo policial institucional. La evoluci¨®n hacia el Estado de Derecho actual ha modificado en gran medida los aspectos formales de la detenci¨®n policial. La introducci¨®n de garant¨ªas, como son los derechos de los detenidas o las condiciones de licitud de las pruebas, representaron unos l¨ªmites a la discrecionalidad de la polic¨ªa, que no por ello redujo el n¨²mero de arrestos. ?stos siguen aumentando sin parar, en paralelo al incremento constante de delitos. Al menos, los vinculados a algunos tipos penales (contra la propiedad y tr¨¢fico de drogas, sobre todo), porque en otras ¨¢reas criminales brillan por su ausencia (fraude fiscal, ecolog¨ªa, socio-laborales, etc.). Tal vez porque la "alarma social" se centra en los primeros, aunque objetivamente el costo de los segundos sea mucho mayor. Y es que la polic¨ªa tiende a contentar las demandas de las mayor¨ªas sociales. Si existe una "presi¨®n" sobre la polic¨ªa por un motivo determinado (v¨¦ase el tema de las drogas o del maltrato a mujeres), las detenciones aumentan; tambi¨¦n, incluso, la contundencia y publicidad de las mismas. Con ello se consigue un efecto fundamentalmente simb¨®lico, pues el efecto pr¨¢ctico es que tales fen¨®menos se suelen escapar de las competencias estrictamente policiales. Pero es importante conseguir la tranquilidad de la gente, que redunda en la confianza en su polic¨ªa y en la credibilidad institucional (con repercusiones electorales relevantes). Es evidente a estos efectos que en Logro?o est¨¢n m¨¢s satisfechos con la reciente detenci¨®n del supuesto homicida de la agente inmobiliaria que en Vitoria-Gasteiz viviendo con temor ante un "asesino suelto". Adem¨¢s, no podemos olvidar la motivaci¨®n de los y las profesionales de la propia polic¨ªa, que es mucho mayor cuando ven resultados reconocidos en su labor, como son las detenciones. Todo ello tiene una gran relaci¨®n con los incidentes de algaradas callejeras promovidas por los extremistas abertzales y ejecutadas por gentes diversas. Las pocas detenciones practicadas por la Ertzaintza, am¨¦n de algunas carencias probatorias en las que se realizan, origina una irresponsabilidad alentadora para nuevos altercados y un descr¨¦dito profesional delicado, tanto externo como interno. Desde la c¨²pula del Departamento de Interior se aducen diversos motivos que tratan de justificar lo injustificable. Una estrategia de violencia antisistema, como es la kale borroka, aplicada durante a?os, con agresiones crecientes e impunes, no puede ser tolerada y tiene que ser controlada de manera eficaz, como en otros lugares se ha hecho. La tecnificaci¨®n de los alborotadores, el apoyo de capas de poblaci¨®n m¨¢s o menos amplias o el fundamentalismo ideol¨®gico de su promotoresno han sido impedimento para su control policial en zonas tan dispares como Londres, Berl¨ªn o Lille. As¨ª que hablemos claro: aqu¨ª nos encontramos con un evidente fracaso de la estrategia de la polic¨ªa vasca marcada por sus responsables actuales que no tiene justificaci¨®n profesional. Buscar el escudo de la propia victimizaci¨®n policial es todav¨ªa m¨¢s triste. La comunidad exige la detenci¨®n de quienes agreden a las elementales normas de convivencia y la misma polic¨ªa pide la captura de quienes la atacan. En otros sitios, cuando un equipo gestor fracasa en sus cometidos, lo que ocurre es su sustituci¨®n, m¨¢s pronto que tarde. Ello no puede ser interpretado como s¨ªntoma de debilidad pol¨ªtica; todo lo contrario, es la fortaleza institucional la que queda reforzada con la labor de personas eficientes. Podemos esperar a que los propios infractores o sus impulsores se percaten de lo nocivo de sus conductas, para con la comunidad y para con su misma ideolog¨ªa. La violencia pretendidamente revolucionaria, hasta la fecha, no ha deparado un solo ejemplo de integraci¨®n social. Ahora bien, parece m¨¢s oportuno que, mientras reflexionan, salvaguardemos la convivencia pac¨ªfica, que en ocasiones requiere la detenci¨®n legal de quienes ileg¨ªtimamente la agreden.
Teo Santos es ertzaina y sindicalista de Erne.
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