Carmen
Hace tan s¨®lo una semana pensaba que deb¨ªamos moderarnos en nuestros deseos por aquello de no poder tenerlo todo, pero despu¨¦s de ver Carmen de Salvador T¨¢vora estoy dispuesta a rectificar, pues, al menos durante un rato, los que fuimos a la Plaza de la Maestranza tuvimos la oportunidad de o¨ªr y contemplar todo o casi todo lo que puede complacer a un sevillano: cornetas, campanas, marchas procesionales, rejoneo, incienso, nazarenos, saetas, cante y baile gitanos y cigarreras como Carmen. Embelesadito el p¨²blico con esa Carmen que estamos haciendo tan real como si fuera un personaje de la historia en lugar de la protagonista de una novela. En La desventura de Carmen, Alberto Gonz¨¢lez Troyano da muchas pistas inteligentes y certeras al respecto, pistas que yo me atrevo a interpretar y que el autor me perdone. La Carmen cuyos atributos reivindicamos las mujeres, adalid de valores tales como la independencia y la libertad, no es sino una invenci¨®n masculina. No es como para rasgarse las vestiduras. Hay hombres que aciertan. La cosa es que, harto ya de tantas hero¨ªnas de condici¨®n quebradiza y f¨¢ciles presas para las pasiones de los hombres, M¨¦rim¨¦e se arriesga a sacar a la luz el deseo de una mujer diferente, con capacidad de decisi¨®n sobre su vida, con poder de seducci¨®n y que apuesta por la libertad. Da igual si le proporcionaron el tema o si se lo sac¨® de la manga; estamos hablando de un libro, de pura literatura. Y como las transgresiones pueden resultar dif¨ªciles de vender, para introducir en la burgues¨ªa ilustrada francesa semejante provocaci¨®n, M¨¦rim¨¦e busca un recurso muy de los tiempos rom¨¢nticos: lo ex¨®tico. El que Carmen sea gitana y cigarrera en la f¨¢brica de tabacos de Sevilla es una forma de conseguir credibilidad para su relato. M¨¦rim¨¦e conoc¨ªa bien Espa?a, pero, sobre todo, sab¨ªa que sus lectores aceptar¨ªan como posible el que aqu¨ª pudiera ocurrir ese tipo de aventura. No digo que no haya podido ocurrir en Sevilla una historia semejante, pero me imagino que, en 1845, la sociedad sevillana estaba ajena a ella. Seg¨²n Troyano, Carmen irrit¨® a nuestros intelectuales por encajarnos tantos t¨®picos sin la menor consideraci¨®n, y ni que decir tiene lo que debi¨® pensar el sector conservador por tan descarada exhibici¨®n del deseo femenino. Pero qu¨¦ acierto el de M¨¦rim¨¦e, porque ah¨ª sigue viva y como paradigma de mujer andaluza.
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