Urralburu & Co.
"Urralburu, txoriburu", recuerdo que grit¨¢bamos hace unos a?os unas docenitas de basquetas reunidos debajo de la Diputaci¨®n en protesta por no s¨¦ qu¨¦ injusticia que se nos habr¨ªa hecho. "U-rral-buru /txo-ri-buru", salmodi¨¢bamos, pues (?o quiz¨¢s era "artaburu"? no recuerdo), nos desga?it¨¢bamos y nos pill¨¢bamos faringitis, entregados al ¨²nico consuelo que les queda a los minoritarios y a los extraparlamentarios frente al poder en ejercicio, sobrado de dinero, autoridad, guardias y esca?os: la rima ingeniosa y el pareado mortificador. Aunque nosotros la verdad, ya pueden ver, no nos qued¨¢bamos calvos, y en cuanto a mortificar, la cosa no pasaba, creo yo, de la intenci¨®n. Me imagino sin esfuerzo a Urralburu apartando con dos dedos los visillos del despacho, en la planta noble del Palacio, y no me cuesta adivinarle una sonrisa, una sonrisa ni siquiera de desprecio, antes bien quiz¨¢s incluso de cari?o, de cierta ternura por aquellos primaveras que hac¨ªan alardes de imaginaci¨®n con su apellido. Txoriburu, me llaman, Qu¨¦ salados. Otra cosa ser¨¢ ahora. Urralburu result¨® tener enemigos mayores que nosotros, empezando por ¨¦l mismo. Ahora tambi¨¦n me lo puedo imaginar, ya sin pizca de ternura, sumido en melanc¨®licas cavilaciones sobre la pasajera gloria humana, la adulaci¨®n al poderoso, la amistad interesada y otros eternos temas muy del gusto de poderosos jubilados a la fuerza. No me cuesta tampoco imaginar c¨®mo va haciendo mentalmente la lista de amigos que ir¨¢n a visitarlo en la c¨¢rcel, y puedo sentir su desaliento cuando ve que le resulta corta. Once a?os de c¨¢rcel. Por ladr¨®n. Cu¨¢nto tiempo para darle al bolo. Once a?os de c¨¢rcel por llenarse los bolsillos con el dinero de todos. Parece mentira que esto est¨¦ pasando aqu¨ª, en el pa¨ªs de las impunidades. Es una satisfacci¨®n. Quiz¨¢s est¨¦ cambiando algo, quiz¨¢s ya sea hora de dejarse de poses y de desencantos y empezar a volver a creer en la Justicia. Sobre todo cuando estos a?os de condena vienen adem¨¢s pegados a otros muchos que les han ca¨ªdo a unos probos funcionarios aficionados al secuestro. ?Ah! todas estas cosas me ponen a m¨ª tambi¨¦n meditabundo: los ¨¢rboles m¨¢s altos son los m¨¢s expuestos al hachazo del rayo, y con mayor estr¨¦pito se derrumba cuanto m¨¢s alta la torre... y tal. Qu¨¦ grandes temas para meditar en una celda. Que alguien le mande un Horacio a nuestro ex presidente, que todav¨ªa se acordar¨¢ de algo de lat¨ªn. Cuando se pierde el poder, ya se sabe, queda la literatura, y a Horacio siempre lo han le¨ªdo con provecho los necesitados de buscar consuelo en el estoicismo, que es el caso. Y ahora quiz¨¢s venga lo peor: tras el juicio y la sentencia, tal vez todav¨ªa estemos por ver lo m¨¢s lamentable: las gallin¨¢ceas protestas socialistas ?Tendremos que ver c¨®mo se atreven a defender a Urralburu? No lo s¨¦, tal vez no. Por desgracia la cosa depende sobre todo de lo que pueda contar el amigo Gabriel si no se siente respaldado. No creo que la sabandija sea de por s¨ª un gremio demasiado solidario, m¨¢s bien al contrario, pero cuando le conviene, sabe fingir un compa?erismo muy convincente. Miren, miren si no, c¨®mo se desga?ita el otro, el ex-gran jefe, c¨®mo se retuerce las manos, c¨®mo se duele de ver encarcelados a sus probos funcionarios, todo, p¨¢smense ustedes, por secuestrar, muy de vez en cuando, a alg¨²n que otro ciudadano. Y ah¨ª que truena, y se las dice gordas a los jueces, y organiza misas cantadas a la puerta de la c¨¢rcel; y mientras clama contra las presiones que sufrieron los jueces, pone al mismo tiempo voz y cara de que en cualquier momento lo ven all¨ª de vuelta con las riendas en la mano, y si no ¨¦l, su sobrino preferido. Qu¨¦ sutileza, Dios m¨ªo, da gloria verlo. Digo que las sentencias son una satisfacci¨®n. Creo que pueden reconciliar al ciudadano con la Justicia. Quiz¨¢s podr¨ªan incluso reconciliarlo con el PSOE, cosa que le vendr¨ªa de perlas al pa¨ªs. Pero ?c¨®mo va a ser eso mientras sigan aplaudiendo a criminales condenados, convencidos de su derecho a la impunidad, y su partido siga controlado por gente que, no contenta con haberse librado por los pelos de la quema, en vez de callarse o enmendarla, la sostiene? Al lado de esto, la verdad es que Urralburu se hace hasta simp¨¢tico. Al fin y al cabo, solo robaba. Y adem¨¢s no pretende que con todo su derecho. Por lo menos no lo dice.
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