Clinton: "Intentan criminalizar mi vida privada"
Millones de estadounidenses siguieron por televisi¨®n el interrogatorio inquisitorial a su presidente
"Hay momentos en que Estados Unidos se vuelve loco, lo que es tambi¨¦n lo que hace tan grande y tan libre a este pa¨ªs", dice un personaje de Colores primarios, la novela y la pel¨ªcula basadas en la primera campa?a presidencial de Bill Clinton. Ayer fue uno de esos momentos, uno de los m¨¢s locos, si no el m¨¢s, desde la delirante aventura b¨¦lica en Vietnam. Durante m¨¢s de cuatro horas, decenas de millones de telespectadores en EE UU y en el mundo vieron pasar las de Ca¨ªn al hombre m¨¢s poderoso del planeta, sometido a un interrogatorio inquisitorial sobre sus relaciones sexuales con Monica Lewinsky. Fue un espect¨¢culo in¨¦dito, apasionante, agotador, brutal. Nadie sabe si lo ocurrido ayer aumentar¨¢ la erosi¨®n de la popularidad de Clinton o si, por el contrario, despertar¨¢ un sentimiento de piedad hacia ¨¦ste. Pero, ocurra lo que ocurra, fue hist¨®rico. Para la pol¨ªtica y para la comunicaci¨®n de masas.
"Ustedes est¨¢n yendo muy lejos en su intento de criminalizar mi vida privada", les suelta un airado Clinton a los fiscales en un momento de la grabaci¨®n de su declaraci¨®n del pasado 17 agosto al gran jurado del caso Lewinsky, que, por decisi¨®n de la mayor¨ªa republicana del Congreso de EEUU, fue difundida ayer en las cadenas norteamericanas de televisi¨®n. "Se nota que ustedes consideran que esto es la cosa m¨¢s importante que ocurre en el mundo", dice con sarcasmo en otro de los muchos feroces intercambios.Una y otra vez, los fiscales obligan a Clinton a proclamar que, de acuerdo con la definici¨®n establecida en el caso Paula Jones, las felaciones que ¨¦l acepta de modo indirecto que Lewinsky le practic¨® en el Despacho Oval no constituyen relaciones sexuales. Para ellos, eso es muy importante: permite construir la acusaci¨®n de perjurio contra el presidente que Kenneth Starr ha presentado al Congreso. Como lo es las repetidas ocasiones en que fuerzan a Clinton a proclamar que, de acuerdo con esa definici¨®n, tocar los pechos o los genitales de Lewinsky s¨ª supondr¨ªa una relaci¨®n sexual. La becaria afirma que el presidente tambi¨¦n hizo esto ¨²ltimo en uno de los diez encuentros f¨ªsicos que sostuvieron, pero ¨¦l lo niega.
Mientras Clinton era aplaudido en Naciones Unidas, donde inauguraba la Asamblea General y abordaba graves problemas planetarios como el terrorismo, las cadenas de televisi¨®n pasaban el v¨ªdeo que humaniza para bien o para mal al presidente de EEUU. Ayer vimos c¨®mo el 17 de agosto, en la sala de Mapas de la Casa Blanca, Clinton sufri¨® lo que a diario sufren decenas de miles de personas -inocentes o culpables, acusadas o meros testigos- en la privacidad de las comisar¨ªas o los juzgados, o en las audiencias p¨²blicas: un interrogatorio sa?udo.
Un interrogatorio en el que los dos ayudantes de Starr buscan con fr¨ªa insistencia grietas, contradicciones, errores susceptibles de volverse contra el declarante. Y en el que Clinton suda, sufre, se enfada, termina exhausto. Difundirlo fue un disparate para los par¨¢metros vigentes hasta ahora o quiz¨¢ una revoluci¨®n que anticipa un siglo XXI de aut¨¦ntica transparencia informativa, incluso para los asuntos privados de las personas que los electores han elegido democr¨¢ticamente como l¨ªderes. "Les advertimos que lo que est¨¢n viendo contiene expl¨ªcitos detalles sexuales y no debe ser visto por los ni?os", repet¨ªan las cadenas de televisi¨®n al tiempo que pasaban enteramente el v¨ªdeo. Los ni?os estaban a esa hora (la ma?ana norteamericana) en las escuelas, pero la advertencia era correcta. Y provocaba en muchos norteamericanos la reflexi¨®n de que hubiera sido mucho mejor que la revoluci¨®n de transparencia informativa no hubiera versado sobre un s¨®rdido asunto privado, sino sobre presuntos errores presidenciales susceptibles de afectar a la vida de los ciudadanos. Pero hab¨ªa lo que hab¨ªa, y era sexo.
La jornada comenz¨® con sondeos que indican que, desde la colocaci¨®n en Internet del informe de Starr sobre el caso Lewinsky, la aprobaci¨®n del trabajo pol¨ªtico de Clinton ha perdido unos 4 puntos, al tiempo que sube en porcentaje semejante el de la gente que pide su dimisi¨®n o su destituci¨®n y contin¨²a el deterioro de su imagen personal. Eso, subrayaban los analistas, significa que entre 6 y 8 millones de compatriotas le han dado la espalda en los ¨²ltimos d¨ªas. ?Continuar¨¢ esa erosi¨®n tras el espect¨¢culo de ayer? Las primeras reacciones al v¨ªdeo eran contradictorias. Iban desde la condena a Clinton por sus pat¨¦ticos eufemismos y legalismos a la simpat¨ªa por su sufrimiento frente a un interrogatorio tan cruel.
Bajo juramento
Los fiscales de Starr prueban en el v¨ªdeo que conocen su oficio. En m¨²ltiples ocasiones le preguntan a Clinton si es consciente de que est¨¢ bajo juramento y le recuerdan que tiene derecho a no contestar preguntas que puedan incriminarle. Clinton, con creciente irritaci¨®n, responde que lo sabe. Esa irritaci¨®n se convierte en contraataques en varios momentos. En uno, dando pu?etazos sobre la mesa, acusa a los abogados de Paula Jones de haber hecho "filtraciones ilegales" sobre aquel sumario civil en el que ¨¦l estaba acusado de acoso sexual. "Intent¨¦ ser legal, pero sin ayudarles", dice en relaci¨®n a su declaraci¨®n del 17 de enero ante esos abogados, en la que neg¨® bajo juramento haber sostenido relaciones sexuales con Lewinsky. Clinton, que afirma que el caso Jones fue un montaje para "herirle pol¨ªticamente", les suelta en otro instante a los fiscales del equipo de Starr: "No voy a responder a sus preguntas tramposas". Y en otros, agotado, pide un descanso.Clinton comienza su calvario de 4 horas y 12 minutos de duraci¨®n con una declaraci¨®n escrita en la que acepta haber tenido "inapropiados contactos ¨ªntimos" con Lewinsky. "?Fueron sexuales?", le preguntan de inmediato. Clinton responde lo que va a repetir decenas de veces. Que ¨¦l y Lewinksy jam¨¢s se acostaron y practicaron el coito; que ¨¦l jam¨¢s toc¨® ninguna parte del cuerpo de Lewinsky con la intenci¨®n de "excitarla o gratificarla", y que las felaciones que ella pudiera hacerle no constituyen, de acuerdo con la definici¨®n establecida en el caso Lewinsky, relaciones sexuales.
Clinton es sorprendido en falta en varias ocasiones. Recuerda ahora lo que dijo no recordar en su declaraci¨®n de enero: que estuvo a solas con Lewinksy y le hizo varios regalos. Y en otras -en relaci¨®n al sical¨ªptico episodio del cigarro puro, por ejemplo- emplea la posibilidad de negarse a contestar. Pero sigue insistiendo en que jam¨¢s le pidi¨® a la becaria que mintiera, y proclama que si ¨¦l neg¨® ante sus colaboradores y el pueblo norteamericano sus "inapropiadas y err¨®neas" relaciones con Lewinsky fue porque, en un intento de proteger su vida privada, "no quer¨ªa que se hicieran p¨²blicas".
Ahora todo es p¨²blico, y hasta demasiado p¨²blico. Incluida una declaraci¨®n que, como record¨® ayer Mike McCurry, portavoz de la Casa Blanca, fue filmada en circuito cerrado de televisi¨®n con la idea de que fuera vista tan s¨®lo por un jurado obligado a mantener un secreto absoluto. Pero, seg¨²n sugiere ¨¦l mismo durante la declaraci¨®n, Clinton sab¨ªa que alg¨²n d¨ªa esa declaraci¨®n saldr¨ªa a la luz. Ya ha salido, por decisi¨®n de un Congreso tambi¨¦n elegido por el pueblo y en cuyas manos est¨¢ el futuro de la presidencia de Clinton.
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