La traici¨®n de los intelectuales
El mundo de la cultura se muestra indiferente ante estas elecciones
Al final solo queda G¨¹nther Grass. El m¨¢s anciano de todos los intelectuales alemanes, el que menos ganas y necesidad tiene de aparecer en p¨²blico y hacer agitaci¨®n pol¨ªtica en el mejor sentido del t¨¦rmino ha vuelto a saltar a la arena electoral alemana. En el este de Alemania, donde se decide que tipo de gobierno tendr¨¢ el pa¨ªs m¨¢s poderoso de Europa en los pr¨®ximos a?os, Grass ha pedido el voto para la izquierda, para los socialdem¨®cratas del SPD y los Verdes. Y ha pedido tambi¨¦n que no se vote a los ex comunistas del PDS porque esa opci¨®n electoral solo favorece al canciller democristiano Helmut Kohl. En Alemania tambi¨¦n puede funcionar la pinza este domingo, advierte Grass.Pero el gran hombre de las letras alemanas est¨¢ muy solo en esta lucha. Tanto, que el responsable de cultura en la campa?a electoral socialdem¨®crata, el editor Michael Naumann ha llegado a acusar a sus colegas de la intelectualidad alemana de haberse sumido en la dejaci¨®n y el fatalismo cultural y de complacerse en actitudes esteticistas ante la amenaza de que la derecha vuelva a ganar en las elecciones y la industria cultural siga en una caida libre hacia la inanidad.
Naumann habla poco menos que de la traici¨®n de los intelectuales -por motivos diferentes aunque no opuestos quiz¨¢s al c¨¦lebre panfleto de Julian Benda- y lo hace dolido. Tiene razones para ello porque induce a la melancol¨ªa recordar la movilizaci¨®n de la cultura alemana en favor de Willy Brandt de la que precisamente Grass fue una de las puntas de lanza. Fue entonces cuando los intelectuales -sesentaiochistas o no- asumieron el proyecto pol¨ªtico del cambio como propio y su aportaci¨®n a que tuviera ¨¦xito fue ingente.
Porque hubo un tiempo en el que la gente que se autodefine como normal, el pueblo, el electorado, les hac¨ªa caso a los intelectuales. Aunque no conociera su obra, ni su rostro y apenas su nombre. Y los intelectuales se ve¨ªan en el deber moral de expresar sus opiniones sobre las grandes cuestiones de la historia, sobre la pol¨ªtica, la ¨¦tica y la vida.
As¨ª era en Espa?a durante la Rep¨²blica y la guerra, en Francia casi siempre y en Alemania hasta hace muy poco. Pero ya tampoco aqu¨ª, en las tierras germ¨¢nicas de poetas revolucionarios como Schiller y Brecht, de amonestadores p¨²blicos como Goethe y Thomas Mann, de los pensadores J¨¹nger y Heidegger o Jaspers y Arendt, de los vig¨ªas como Heinrich B?ll.
Ma?ana acaba la campa?a electoral en Alemania. Y sea cual sea el resultado est¨¢ ya bien claro que los intelectuales, que en su vertiente p¨²blica al menos, pasan por ser mayoritariamente de izquierdas, se han desentendido de la mayor decisi¨®n que se toma en Alemania desde la reunificaci¨®n.
Si gana una vez m¨¢s -la cuarta consecutiva- Helmut Kohl, muchos de ellos lo lamentar¨¢n entre sollozos. Si gana su rival, el socialdem¨®crata, Gerhard Schr?der, lo har¨¢ tambi¨¦n a pesar de ellos. Los intentos de movilizar a la intelectualidad alemana en favor de Schr?der han fracasado y nadie es capaz de decir si el motivo es que ha dejado de existir tal intelectualidad, si se ha despedido definitivamente de la pol¨ªtica o si solo se siente incapaz de defender a un candidato que a veces se antoja tan anti-intelectual como el propio canciller renano.
Es probable que, con Oskar Lafontaine como candidato, el compromiso de los intelectuales hubiera sido mayor. Pero tambi¨¦n es seguro que el resultado electoral global habr¨ªa sido peor que cualquiera que pueda cosechar Schr?der el domingo. Y es evidente que el alejamiento de la pol¨ªtica activa por parte de los intelectuales es un fen¨®meno que se percibe desde hace m¨¢s de una d¨¦cada en toda Europa. El desprestigio de la militancia pol¨ªtica, la crisis de los partidos y la desideologizaci¨®n general de un sector cada vez m¨¢s inmerso en lo "art¨ªstico" y en el espect¨¢culo medi¨¢tico y menos en la intelectualidad son algunos de los motivos de esta evoluci¨®n.
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