Autob¨²s
DE PASADAA bordo de un autob¨²s urbano todo es transitorio: el balanceo que producen los met¨®dicos frenazos, la muchacha que observa desde el fondo de su asiento con un inter¨¦s desmesurado y luego desaparece, los bultos que descienden apresurados, los destellos de deseo, la gente que camina por la calle y cuyos rostros permanecen un instante en la retina despu¨¦s de desvanecerse. En cada parada el universo del autob¨²s se modifica: casi nada permanece. Quiz¨¢ por eso el an¨®nimo conductor de la compa?¨ªa de Granada que el lunes transportaba por la capital la parte de la humanidad que le compete por horario y por trayecto eligi¨® una comisar¨ªa, y no una florister¨ªa ni una tienda de regalos, cuando en un apeadero le surgi¨® una mujer enamorada. "Ser¨¢s m¨ªo o de nadie", le imprec¨® la mujer en medio de prisas y codazos, mientras coqueteaba con el bonob¨²s como si llevara escrito en ¨¦l un poema de Neruda. La mujer se resisti¨® a diluirse como el resto de los viajeros bajo el techo acristalado de las sucesivas marquesinas y permaneci¨® all¨ª, junto a la cabina del conductor, implorando un gesto cordial, alguna se?al c¨®mplice del empleado, y repitiendo cu¨¢nto lo quer¨ªa, lo mucho que lo deseaba. "?C¨®mo voy a creer en un amor est¨¢tico si en el autob¨²s todos los afectos son provisionales?", pensar¨ªa con incredulidad el conductor. Entonces el empleado fren¨® en seco, abandon¨® el veh¨ªculo y pidi¨® el amparo de la autoridad policial. "Me acosa", dijo al agente que redact¨® la denuncia, "y as¨ª no puedo trabajar". La enamorada fue obligada a descender del autob¨²s, como cualquier viajero responsable, s¨®lo que en una parada que no solicit¨®. Lo o¨ª todo en el informativo de la radio y me pareci¨® una bonita historia de amor imposible, pero luego sospech¨¦. A la misma hora en que ella confes¨® el idilio, el concejal de Tr¨¢fico, C¨¦sar D¨ªaz, y el director del Plan de Movilidad, Jos¨¦ Luis Ca?avate, mostraban a un nutrido grupo de expertos en control de tr¨¢fico europeos las medidas ideadas para restringir la circulaci¨®n y para fomentar el uso del transporte p¨²blico: autobuses de plataforma baja, informaci¨®n detallada de los horarios de paso y, qui¨¦n sabe, mujeres que fingen enamorarse de los conductores y que ¨¦stos rechazan con una vehemencia profesional propia de un pa¨ªs que pertenece a una comunidad continental donde las gasolineras y las ¨¢reas de servicio son sosegados jardines rom¨¢nticos.
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