El rumbo del olvido
Es posible que haya quedado alg¨²n verso in¨¦dito, porque antes de morir escrib¨ªa constantemente, y a veces lo hac¨ªa sentado en las aceras, viendo pasar el tiempo; pero el ¨²ltimo poema can¨®nico, terminado, publicable que dej¨® Carlos Barral y que ahora aparece en la Poes¨ªa completa que publica la editorial Lumen, editada y prologada por Carmen Riera, se titula En la arena del epitafio y termina con estos versos implacables: "Esta orilla es estigia. Aqu¨ª se viene/ a comprobar la pr¨®rroga, tal vez a asegurarnos/ de no haber muerto del todo todav¨ªa/ y enderezar el rumbo del olvido". Fue un poeta; las otras cosas que fue en la vida -editor, memorialista- le jugaron una mala pasada a esa faceta; ahora, casi diez a?os despu¨¦s de su muerte, en el oto?o de 1989, Carmen Riera y Lumen le hacen justicia a esa vocaci¨®n silenciada por aquellas otra actividades, por el tiempo y por la existencia real del limbo al que se env¨ªa a algunos personajes admirables que en vida reciben agasajos y parabienes y que cuando se acaba esa pr¨®rroga de la que escrib¨ªa Barral quedan en el desv¨¢n probablemente superpoblado del olvido.La obra y la vida de Carlos Barral forman parte de la mitolog¨ªa de nuestro tiempo; qued¨® claro en el homenaje que organiz¨® recientemente Rosa Reg¨¢s en la Casa de Am¨¦rica y queda claro en el recuerdo personal, anecd¨®tico o no, que hay sobre su manera de ser: todo el mundo habla de Barral, como si no se hubiera muerto. Pero lo que ¨¦l m¨¢s acarici¨® como manera de ser literaria, su poes¨ªa, nunca ha recibido de los dem¨¢s el inter¨¦s que ¨¦l mismo le puso. Eso indica en su pr¨®logo Carmen Riera y eso viene a aliviar esta edici¨®n de Lumen. El jueves pasado, Yvonne, su viuda, recib¨ªa un primer ejemplar de esa edici¨®n de la poes¨ªa completa y lo mostraba con el orgullo emocionado de una mujer que, en medio de muchas dificultades, trata desde hace diez a?os de impedir el rumbo del olvido.
La suya fue, dice Carmen Riera, una obstinada vocaci¨®n po¨¦tica, que adem¨¢s le llev¨® a darle a la poes¨ªa un apoyo editorial ins¨®lito en su tiempo, y sin su poes¨ªa no se puede entender al propio Carlos Barral, como indica Rafael Conte. No se puede discutir que su atuendo, su actitud, e incluso su voz estaban estudiados no s¨®lo para ser y parecer un personaje, sino tambi¨¦n para mantener la apariencia de un poeta legendario que estuviera tomando licores con Mallarm¨¦ o con Lord Byron en alg¨²n lugar estramb¨®tico del mar. Cuid¨® esa apariencia hasta el l¨ªmite, y hasta el final fue as¨ª, cuando se sentaba a escribir poemas en las aceras o cuando mostraba, como un chiquillo inmortal y ya cansado, los tapices del Senado. Llen¨® su vida de biograf¨ªa, e incluso convirti¨® en momentos plet¨®ricos, llenos de melancol¨ªa po¨¦tica, sus instantes peores, sus despedidas: se despidi¨® de su editorial, de su otra editorial, del Senado..., y a¨²n as¨ª tuvo tiempo al final de lanzar sus viejas carcajadas llenas de metal y de alegr¨ªa.
La prologuista, que es novelista, y eso se nota en el perfil que traza del poeta Carlos Barral, da cuenta de alg¨²n aspecto de su fisonom¨ªa social: "Tanto en su obra como en su vida, Carlos Barral pretend¨ªa, por encima de todo, asombrar, quebrar la expectativa. Su comportamiento ten¨ªa un punto de extravagancia, y sus ademanes bastante de esnobismo dandi. Sol¨ªa usar la capa espa?ola cuando viajaba por Europa como el m¨¢s internacional de los editores hispanos y beb¨ªa whisky mientras la mayor¨ªa de los escritores espa?oles todav¨ªa tomaba ca?as, vinos o chatos".
Abri¨® Espa?a al mundo de la cultura; hoy, la mayor parte del cat¨¢logo que hizo a lo largo de sus diferentes aventuras profesionales sigue vivo y vigente, porque ten¨ªa un ojo abierto, moderno, acaso el ojo de un poeta. Fue uno de los hombres que nos llev¨® a la cultura de Europa, y ah¨ª nos dej¨®, con la mirada distra¨ªda. (Por cierto, esta semana un traductor espa?ol, Miguel S¨¢enz, gan¨® el premio Europeo de Traducci¨®n por haber traducido a un alem¨¢n, Gunter Grass. Un europeo, un hombre que nos ha llevado a Europa; el premio se lo entregar¨¢n en Estocolmo. Si fuera un tenista, el Ministerio de Educaci¨®n y Cultura hubiera hecho una declaraci¨®n p¨²blica). Y ese car¨¢cter europeo y moderno, que entonces era una extravagancia, trajo aqu¨ª luz y vitalidad. Ahora que su poes¨ªa le tuerce la mano al rumbo del olvido, su viuda Yvonne -los mal¨¦volos dec¨ªan que Barral estaba enamorado de dos, de Yvonne y de s¨ª mismo- trata de buscar refugio para los papeles olvidados y esparcidos del gran editor y poeta; no encuentra qui¨¦n le haga caso, y se extra?a de ello. Vive en esa extra?eza. Hallar¨¢ eco.
Babelia
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