Pescado digitalizado
Ninguno entra vivo. Pero, a veces, se ve alguna cola agit¨¢ndose cuando sus posibles compradores los inspeccionan. Los silbidos o alaridos son tan habituales y peculiares que el encargado de la subasta reconoce inmediatamente al pujador. Luego, el pescado aparece ordenadamente colocado en unas cajas azules que recorren una cinta transportadora presidida por una pantalla digital. No se oye m¨¢s sonido que el de un pitido electr¨®nico cuando alguien pulsa el bot¨®n de algo parecido a un mando de televisi¨®n, momento en el que la venta queda fijada. La lonja de Castell¨®n se ha modernizado. La subasta de pescado se ha reconvertido y la inform¨¢tica ha entrado de lleno en el proceso de compra-venta. Ordenadores, paneles electr¨®nicos, n¨²meros digitales, controladores de pesajes y mandos a distancia para parar el contador del precio de compra conforman los elementos de esta revoluci¨®n. El sistema ha costado unos 55 millones de pesetas, de los que la Consejer¨ªa de Agricultura ha aportado casi 42. Vista desde arriba, la sala es algo as¨ª como medio anfiteatro. Las gradas dan cabida a los compradores. Frente a ellos est¨¢ situada la cinta transportadora sobre la que discurren las cajas de pescado y, en la pared, una pantalla digital que marca el barco en el que el producto ha entrado al puerto, la especie, el precio de salida y el peso. La casilla del precio marca una cantidad inicial y, en segundos, comienza una sucesi¨®n de cantidades a la baja hasta que el pescado encuentra comprador. En la parte inferior de la misma, aparece el nombre del comprador, cuando ya se determinado la venta, y la cantidad a la que se va a pagar el producto. A la derecha, se ha instalado otra m¨¢quina que escupe etiquetas sobre las cajas, con el nombre del nuevo due?o. Al final, una cortinilla da salida a los envases que prosiguen su camino por la cinta. Desde abajo, el campo visual s¨®lo da cabida a la cinta, al devenir de las cajas y a un grupo de hombres y mujeres sentados, con la mirada fija y el dedo ¨ªndice preparado sobre un mando. Cuando aparece un buen producto a un mejor precio, la estampa se asemeja a un concurso de televisi¨®n en el que el p¨²blico vota al mejor participante, con los brazos extendidos como haciendo llegar antes el infrarrojo de conexi¨®n entre mando y pantalla. En el mejor de los casos, el silencio, que s¨®lo altera el avisador ac¨²stico, deja espacio a voces de admiraci¨®n, sorpresa, iron¨ªa o extra?eza. Siempre breves y hasta acalladas por un siseo, porque los representantes del mercado o cualquiera de los otros compradores, pr¨¢cticamente no dialogan porque han de permanecer alerta a la pantalla. Son unas 1.000 cajas las que han de ver cada d¨ªa, llenas de caballa, pulpo, jurel, langostinos... Los compradores piensan que esta aplicaci¨®n tecnol¨®gica ralentiza algo el proceso y no pueden tocar el pescado. Los marineros, sin embargo, est¨¢n contentos en su mayor¨ªa. Conocen de inmediato la cantidad de beneficios de la jornada. Pero hay algo en lo que todos coinciden: se ha perdido el di¨¢logo, el trato y la tradici¨®n que envolv¨ªa el mercadeo en la lonja.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.