El no lugar
La editorial Gedisa, que ha publicado ya varios libros del antrop¨®logo Marc Aug¨¦, acaba de lanzar una obra m¨¢s titulada Los "no lugares" sobre la sucesiva indeterminaci¨®n del espacio por donde discurrimos. Desde los supermercados a los aeropuertos, desde los centros comerciales a las gasolineras, desde las autopistas a la cadena de hoteles, nuestra realidad va pobl¨¢ndose de ¨¢mbitos asolados por el anonimato.Un hotel es igual a otro hotel, una autopista igual a otra, el interior de un tren de alta velocidad, de un avi¨®n o de un autob¨²s moderno igual a otros. Se tiene noticia de que se est¨¢ en un punto preciso s¨®lo a prop¨®sito del texto que lo designa; no mediante el habla del lugar. El lugar no habla porque es un "no lugar". Carece de personalidad y destino, est¨¢ privado de marca y no marca a quien lo habita, pasa por nosotros como una abstracci¨®n sin dejar huella.
Los medios de trasporte lo representan bien. La antigua carretera pon¨ªa en comunicaci¨®n al pasajero con la entidad del pueblo que atravesaba, con sus amenidades, sus particularidades, mientras la autopista no conoce nada de todo esto. Es una banda con la memoria borrada y a sus lados aparecen signos nemot¨¦cnicos, indicaciones que tratan de rescatar lo que en alg¨²n tiempo se encontr¨® adherido al camino. En la autopista no se establece contacto con el pueblo y sus monumentos; un cartel con dibujos esquem¨¢ticos indica que all¨¢, fuera de la visa, apartado de nuestro alcance, se halla la catedral, la vista panor¨¢mica, el castillo del siglo XVI. La ¨²nica interrelaci¨®n del viajero con el viaje son esos textos que le hacen saber que se traslada, pasa de un sitio a otro a trav¨¦s de la fantasmagor¨ªa del "no lugar". Incluso las gasolineras se han convertido, seg¨²n dice Aug¨¦, en verdaderas casas de la cultura; y casas regionales a un tiempo. En ellas se ofrecen gu¨ªas sobre la ciudad, mapas, postales, quesos, mieles, navajas o frutas escarchadas de la tierra, s¨ªmbolos del invisible lugar. Todo lo que el conductor obtiene de ese paraje son estos simplificados indicadores de la diferencia y con ellos debe darse -y se da- por satisfecho. El "no lugar" no emociona, ni afecta, se muestra como un simple testimonio embalsamado, o envasado al vac¨ªo.
Ocurre tambi¨¦n en la interacci¨®n que se establece en el interior de los supermercados. El consumidor mantiene una relaci¨®n silenciosa con los productos expuestos y extirpados de su naturaleza, apartados de los pregones del vendedor, desprovistos de cualquier arraigo con su procedencia. Todo lo que se hace el comprador es leer textos y mantenerse callado; ante las estanter¨ªas, ante las m¨¢quinas expendedoras, ante el resultado de la cuenta que el c¨®digo de barras ha facilitado a la mirilla de la m¨¢quina de la cajera. No hay necesidad de hablar porque el "no lugar" es totalmente mudo. Carece de habla pero tambi¨¦n de gusto particular, de un olfato diferente o de una m¨²sica ambiental que no se repita en ese momento en otros tantos "no lugares" cl¨®nicos.
D¨ªas tras d¨ªa, en los moteles, en las estaciones ferroviarias, en los aeropuertos y sus duty free, en los bancos, en los parques de recreo o en los hospitales va reproduci¨¦ndose la naturaleza del "no lugar" en forma de ¨¢reas inmensas que van sustituyendo el sitio por la idea de paso, el concepto de paisaje por el de pasaje. Los asesinatos, los robos, cualquier clase de delito encuentra en estas sabanas de civilizaci¨®n un acicate para representarse libres de reponsabilidad o culpa. En el territorio sin marca, an¨®nimo y falto de se?al, desaparece no s¨®lo la referencia f¨ªsica sino la moral y, basta un paso m¨¢s, para que consecuentemente se esfume la noci¨®n de persona.
En el "no lugar" cada cual deja de ser alguien personalizado y singular para fundirse con una escena opaca que no logra aludirle ni pretende ser aludida. Ni mira ni demanda ser contemplada. Una indiferencia dial¨¦ctica rebota desde el espacio sin definici¨®n al sujeto hasta volverlo tambi¨¦n indefinido. La sensaci¨®n de soledad, de desamparo, de muerte, la sentimos todos en el "no lugar" como presagio de un inminente "no yo" reproducido en serie.
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