Fe y raz¨®n
Siempre he admirado el silencio de tantos devotos campesinos que al escuchar en el templo la par¨¢bola del grano de mostaza han callado para no causar problemas. Dice el evangelio que el reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, peque?o entre todas las semillas, pero que al crecer se hace ¨¢rbol, de forma que las aves del cielo bajan y se posan en sus ramas. Los campesinos saben por conocimiento directo que la mostaza no es un ¨¢rbol sino una planta anual no m¨¢s alta que una tomatera, cuyas semillas se aprovechan para hacer una harina muy apreciada, que se usa en condimentos y medicina. Juan Pablo II acaba de publicar una enc¨ªclica sobre la fe y la raz¨®n. Cuando en mi cerebro estos dos campos entran en colisi¨®n pienso siempre en esa infinidad de campesinos que ha o¨ªdo la par¨¢bola del grano de mostaza por la ma?ana en la iglesia sin escandalizarse y a continuaci¨®n ha ido a la huerta a sembrar esa semilla con la conciencia tranquila creyendo que nada ten¨ªa que ver una cosa con otra. Me gusta este Papa porque, entre otras haza?as, ha rescatado la fe en el cielo y en el infierno d¨¢ndoles la forma que ten¨ªa en nuestra infancia. Juan XXIII introdujo cierta confusi¨®n en la Iglesia al descabalgar el lat¨ªn, admitir misas con guitarras y rebajar la teolog¨ªa a un nivel humano. As¨ª llegamos a pensar por la raz¨®n que el infierno eran los otros. Por ejemplo, yo cre¨ªa que no hab¨ªa peor condena eterna que un viaje trasatl¨¢ntico en avi¨®n con un vecino de butaca que tuviera halitosis y no parara de hablar o que el cielo estaba aqu¨ª abajo y consist¨ªa en degustar al sol de enero una docena de erizos en cualquier puerto de pescadores y no en permanecer infinitamente colgado de una nube comiendo mazap¨¢n y oyendo un concierto de viol¨ªn junto a Mart¨ªn de Porres, por poner un santo muy simp¨¢tico. Me gusta el papa Wojtyla porque ha vuelto a marcar las fronteras de la Iglesia reduciendo su territorio espiritual a los l¨ªmites de Trento para que ning¨²n cat¨®lico pueda llamarse a enga?o: arder¨¢s eternamente si miras a tu pareja con la m¨¢s m¨ªnima concupiscencia. Por lo dem¨¢s, est¨¢ retornando a los templos la gran liturgia con los brocados de oro, el misterioso lat¨ªn envuelto en grandes acordes de ¨®rgano y volutas de incienso para romper el cerebro de los fieles y transportarlos a otro mundo. Quien se debata entre la fe y la raz¨®n que le ponga a la duda un poco de mostaza.
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