Los rastros de un escultor viajero
VIENE DE LA P?GINA 1 Eudald Serra ya hab¨ªa decidido que quer¨ªa ser escultor en aquel lapso de 20 a?os en que viaj¨® de Par¨ªs a Leningrado; tambi¨¦n ya hab¨ªa conocido a su maestro, el escultor ?ngel Ferrant, al que precisamente ha querido dedicar la exposici¨®n con la siguiente dedicatoria: "T¨² em vas obrir els ulls". El magisterio de Ferrant fue crucial en su vida y la relaci¨®n entre los dos artistas se mantuvo ya en forma de amistad hasta la muerte del maestro. "?l no me ense?¨® a modelar, sino que me brind¨® el concepto de lo que es la escultura, que es lo que me interesa", afirm¨® ayer Serra. La primera parte de la exposici¨®n, titulada Eduald Serra. Rastres de vida, est¨¢ dedica a la etapa primeriza, y muestra algunas de las piezas que present¨® en la exposici¨®n 3 escultors, organizada en 1935 por el colectivo vanguardista ADLAN y en la que compart¨ªa espacio con Ramon Marinel.lo y Jaume Sans. En aquel momento, su obra ten¨ªa una inspiraci¨®n surrealista y dada¨ªsta en la que predominaban los objetos encontrados y los collages abstractos. Pero no s¨®lo de escultura vive Eudald Serra. Su pasi¨®n por el viaje y por otras culturas forman parte de su vida. Cuando todav¨ªa permanec¨ªa abierta al p¨²blico su exposici¨®n de 1935, el artista parti¨® rumbo a Jap¨®n aprovechando un viaje organizado por la Universidad de Barcelona. All¨ª le sorprendi¨® la Guerra Civil y decidi¨® quedarse, permaneciendo 13 a?os. Sin trabajo y en una situaci¨®n hist¨®rica m¨¢s que conflictiva -su estancia en Jap¨®n coincidi¨® con la Segunda Guerra Mundial-, Serra afirma que aprendi¨® a sentirse realmente libre. "Fueron los mejores a?os de mi vida. Descubr¨ª la importancia de no tener nada. Viv¨ªa en Kobe, un barrio pobre de coreanos. Com¨ªa una vez al d¨ªa, pero nadie me quitaba el sol, la tierra, la luz ni los coreanos, quienes me fascinaron por su manera de vestir, de ser, de actuar: all¨ª me enamor¨¦ de ellos". Cuatro salas de la exposici¨®n est¨¢n dedicadas a esta etapa. Junto a esculturas modeladas de coreanos, de corte figurativo -aunque en su caso reniega de la distinci¨®n entre figuraci¨®n y abstracci¨®n-, se presentan en la exposici¨®n algunas de las piezas que comenz¨® a coleccionar en aquel momento. No se trata de las t¨ªpicas obras de anticuario, sino de piezas en ocasiones tan humildes como un cartel de madera que anuncia una tienda de pinceles de gran belleza pl¨¢stica. Tambi¨¦n en este apartado ocupan un lugar de honor diversas piezas del ceramista japon¨¦s Shoji Hamada, considerado en su pa¨ªs como un "tesoro nacional viviente", quien se caracterizaba por no firmar nunca sus obras y con el que Serra aprendi¨® la humildad y grandeza de su t¨¦cnica. El artista catal¨¢n regres¨® en 1948 a Espa?a. Seg¨²n los comisarios, las esculturas de los a?os cincuenta y sesenta corresponden al segundo gran momento creativo del artista y oscilan entre el bioformismo y un esquematismo constructivo. Serra particip¨® en los a?os cincuenta en uno de los movimientos art¨ªsticos m¨¢s activos: la Escuela de Altamira, formada por artistas como Ferrant, Llorens Artigas, Pancho Cossio o Modest Cuixart, entre otros. Tres salas de la exposici¨®n se dedican por completo a este periodo, con una notable representaci¨®n de piezas de esta ¨¦poca que dan cuenta de la variedad de propuestas de Serra y tambi¨¦n de su entronque con las vanguardias europeas de la preguerra. Al igual que le ocurri¨® en su primera etapa, de nuevo la pasi¨®n viajera pudo m¨¢s que la escult¨®rica. Desde mediados de los a?os cincuenta, Serra colaboraba con el Museo Etnol¨®gico de Barcelona -algunos cr¨ªticos han visto siempre reminiscencias antropol¨®gicas en su obra y su inter¨¦s por el arte de otras culturas es una constante en su vida-, realizando algunos viajes con el fin de adquirir nuevas piezas. Su posterior contacto con el empresario Alberto Folch le permiti¨® desarrollar m¨¢s ampliamente su pasi¨®n. Serra ha sido el alma de la Fundaci¨®n Folch, de la que es director, y tambi¨¦n su principal proveedor de piezas. Desde 1960 hasta mediados de los ochenta, su biograf¨ªa relata viajes a pa¨ªses como Marruecos, Jap¨®n, Vietnam, Camboya, India, Nepal, Tailandia, Java, Bali, Singapur, Per¨², Guatemala, Samoa, Ceil¨¢n, Panam¨¢, Australia, Birmania, Costa de Marfil, Afganist¨¢n, Alto Volta, Malaisia, Ecuador, China, Nueva Guinea, Filipinas o M¨¦xico. Sin contar las numerosas ocasiones en que repiti¨® expedici¨®n. En muchos de estos viajes realizaba modelado de cabezas que intentaban dar cuenta con exactitud de los rasgos de las diferentes etnias. "De los viajes, lo que m¨¢s me ha interesado es la gente, saber qu¨¦ hac¨ªan, por qu¨¦ estaban all¨ª, c¨®mo eran", afirma. Generalmente, recuerda, no iba buscando cosas concretas, sino que simplemente observaba con los ojos bien abiertos, a la espera del hallazgo desconocido. Otras cuatro salas de la exposici¨®n se dedican a este periodo e incluyen algunas de las cabezas modeladas, fotograf¨ªas y documentales realizados por Serra en sus viajes, piezas de cer¨¢mica del artista y tambi¨¦n obras pertenecientes a su colecci¨®n recogidas en distintos pa¨ªses. La exposici¨®n finaliza con sus ¨²ltimas obras, realizadas en los a?os noventa, en las que recupera la t¨¦cnica de sus a?os iniciales y plantea diversos homenajes a sus amigos y maestros, como Mir¨® o Artigas. "Todo lo que he hecho lo siento", afirmaba ayer al final del recorrido de la exposici¨®n. "No busco un tema y lo desarrollo, sino que hago lo que me impresiona a m¨ª. No tengo una regla, aunque creo que todo acaba teniendo una cierta unidad. En el fondo es lo mismo, es lo que me ha preocupado a m¨ª. Nunca he querido ir detr¨¢s ni delante de nadie, sino ser yo mismo. Siempre".
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