Una mostra indefinida
Seamos serios. Una retrospectiva del cine de Federico Fellini la puede realizar cualquier filmoteca, como est¨¢ haciendo ahora mismo la valenciana con Billy Wilder, sin que ese acontecimiento se convierta en el eje m¨¢s atractivo de un festival de cine. Lo mismo puede decirse de la retrospectiva del cine de la antigua Yugoslavia o el de Andy Warhol. No son esa clase de ciclos los que definen el grado de especializaci¨®n obtenido por un festival de cine, aspecto que indica sin duda la cuota de madurez alcanzada. Tampoco la presencia m¨¢s o menos glamorosa de grandes estrellas invitadas a los actos de apertura y de clausura pueden hacer nada por un festival que no respira por s¨ª mismo, y algo semejante ocurre con los homenajes a actores locales o nacionales, al margen de que se coincida o no en el nivel de reconocimiento de los m¨¦ritos alegados. Los grandes festivales de cine, Venecia o Cannes, Berl¨ªn o San Sebasti¨¢n, se la juegan, y lo saben, en el atractivo que pueden suscitar entre la profesi¨®n internacional, que en ocasiones hace lo imposible para que algunas pel¨ªculas lleguen a tiempo para ser seleccionadas en la correspondiente Secci¨®n Oficial, tal es el prestigio de los premios que all¨ª se otorgan. La definici¨®n "mediterr¨¢nea" de la Mostra de Valencia cierra m¨¢s puertas de las que abre a la hora de convertirse en un festival de fuste, haciendo que la secci¨®n m¨¢s importante del acontecimiento tenga esas caracter¨ªsticas que sirven para alimentar la secci¨®n informativa de los festivales m¨¢s consolidados. Suma arbitraria Se trata de un problema de definici¨®n de la Mostra, que estaba m¨¢s clara, dejando ahora de lado cuestiones de calidad o de oportunidad pol¨ªtica, en la etapa socialista que en la actual, agravado por la precaria situaci¨®n del audiovisual aut¨®ctono. Dise?ar una semana de cine en la que cabe casi cualquier cosa es renunciar a construir la singularidad propia del festival valenciano -feo asunto cuando estamos en el umbral del vig¨¦simo aniversario- en nombre de unos criterios tan amplios que s¨®lo contribuyen a la difuminaci¨®n de la Mostra en una suma arbitraria de actividades que distan mucho de constituir un ensamblaje equilibrado. Es una situaci¨®n que induce a los espectadores a considerar la Mostra como un aluvi¨®n de proyecciones sin mayor conexi¨®n entre s¨ª que la de constituir productos cinematogr¨¢ficos. Las oscilaciones de los ¨²ltimos a?os no han contribuido a despejar ese confuso panorama, antes al contrario, y ¨¦sta es la hora en que la Mostra requiere de la imaginaci¨®n precisa para dise?ar con acierto el n¨²cleo preciso de su significaci¨®n propia. Una cuesti¨®n pendiente que, desde luego, tampoco se soluciona ampliando hasta el hast¨ªo la participaci¨®n de las autoridades correspondientes en los actos programados.
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