Ultim¨¢tum de Ford
LA DIRECCI?N de la compa?¨ªa automovil¨ªstica estadounidense Ford ha advertido a los sindicatos de la planta de producci¨®n de Almussafes (Valencia) que si no aceptan la ¨²ltima oferta de la empresa para la firma del convenio colectivo "pondr¨¢n en peligro el futuro de la factor¨ªa y la compa?¨ªa iniciar¨¢ el trasvase de la producci¨®n a otras plantas". Esta advertencia, lanzada por el vicepresidente de Ford, David Thursfield, se ha interpretado correctamente como un ultim¨¢tum. La empresa puede trasladar paulatinamente la producci¨®n de Almussafes a otras f¨¢bricas y firmar el acta de defunci¨®n a medio plazo de la planta valenciana, con los fectos laborales que se pueden imaginar para toda esa zona. El conflicto entra a partir de este momento en una din¨¢mica acelerada en la que los sindicatos espa?oles tendr¨ªan, aparentemente, la ¨²ltima palabra. La direcci¨®n de Ford y su vicepresidente Thursfield lanzan este ¨®rdago al Comit¨¦ de Empresa porque disponen de centros de producci¨®n que pueden sustituir la actividad de Almussafes. Estamos ante uno de los efectos m¨¢s reales de la globalizaci¨®n de la econom¨ªa mundial y, como tal, dif¨ªcilmente evitable por m¨¦todos sindicales tradicionales. Ford puede trasladar la producci¨®n de Almussafes, unos 1500 autom¨®viles diarios, a cualquier planta europea sin que sus resultados se resientan y sin que el cuadro legal europeo o espa?ol pueda interferir en sus decisiones. La ley de los costes m¨¢s bajos es la ¨²nica a la que se somete en este caso la multinacional automovil¨ªstica.
En una primera aproximaci¨®n la advertencia de Ford parece excesiva a la luz de la distancia que separa a las partes negociadoras: entre el 2,6% de aumento salarial que defiende Ford y el 3% que piden los sindicatos para el primer a?o no hay tanta discrepancia como para que no pueda ser salvada en una negociaci¨®n razonable. Es posible que en otros aspectos haya posiciones de m¨¢s dif¨ªcil conciliaci¨®n, pero el tono de Ford parece m¨¢s bien motivado por las dificultades para integrar laboralmente la producci¨®n del modelo Focus en la planta valenciana y como respuesta a la exhibici¨®n de fuerza de los sindicatos que el mi¨¦rcoles congregaron a casi 5.000 trabajadores en una manifestaci¨®n de apoyo. No es descartable, como indican algunas versiones sindicales, que existan razones puramente industriales para explicar la dureza ins¨®lita de los directivos de la Ford matriz, tales como posibles problemas t¨¦cnicos en el montaje del Focus o las dificultades de venta en el mercado del modelo Ka, cuya producci¨®n ha sido ya reducida. No estar¨ªa de m¨¢s que los responsables de Ford aclarasen p¨²blicamente estos extremos para evitar que la advertencia de Thursfield y las amenazas latentes de no renovar el contrato a parte de los eventuales puedan interpretarse como un intento de ocultar dificultades que no son de orden laboral. Un ultim¨¢tum no es la forma m¨¢s adecuada de instar una negociaci¨®n, ni siquiera para poner fin a un retraso de diez meses en el convenio.
Por su parte, los sindicatos tampoco pueden eludir su responsabilidad en unos acontecimientos que pueden convertirse f¨¢cilmente en incontrolables. Es poco presentable que, transcurridos diez meses de 1998, el convenio siga pendiente de que una facci¨®n de Comisiones Obreras se resista a negociar. Esta fractura sindical es previa al ¨²ltimo episodio. Y si bien es cierto que los sindicatos no deben negociar bajo amenazas, tambi¨¦n lo es que la condici¨®n imprescindible para defender sus demandas es que se pongan de acuerdo entre s¨ª. Ante la dura advertencia de Ford el comit¨¦ de empresa deber ser capaz de unificar criterios y retomar el pr¨®ximo lunes unas negociaciones que ahora m¨¢s que nunca parecen decisivas para la supervivencia de la planta. Hoy no est¨¢ claro que todos estos extremos est¨¦n bien definidosa causa de la divisi¨®n interna de las centrales sindicales presentes en Ford. Y es demasiado lo que est¨¢ en juego.
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