Una paz hist¨®rica
En nombre de Per¨² y Ecuador, Alberto Fujimori y Jamil Mahuad han puesto fin en Brasilia, esperemos que definitivamente, al m¨¢s duradero de los contenciosos territoriales del continente americano, cuyo ¨²ltimo enfrentamiento serio dej¨® m¨¢s de 80 muertos en 1995. Pocos conflictos encajan en el absurdo m¨¢s cabalmente que esta pertinaz disputa que hunde sus ra¨ªces en la dominaci¨®n espa?ola y cuyas ¨²ltimas manifestaciones b¨¦licas se han producido a prop¨®sito de una franja semidespoblada que divide ambos pa¨ªses andinos.La reorganizaci¨®n territorial de las colonias espa?olas dej¨® al Ecuador independiente sin acceso al r¨ªo Amazonas y, por ende, al Atl¨¢ntico. ?se es el origen remoto de la pugna. En 1941, los dos pa¨ªses fueron a la guerra para acabar firmando, en enero de 1942, el Protocolo de R¨ªo, con la mediaci¨®n de Argentina, Brasil, Chile y EEUU. Ese documento, que atribuy¨® a Per¨² la regi¨®n en disputa, fue primero denunciado y despu¨¦s, en 1960, declarado unilateralmente nulo por Ecuador, que ha mantenido vivo el irredentismo sobre los perdidos territorios. En R¨ªo se dej¨® sin delimitaci¨®n precisa una franja de 80 kil¨®metros en torno a la sierra del C¨®ndor. Por esa faja de tierra, de presuntas riquezas nunca comprobadas, transformada por militares y gobernantes de ambos pa¨ªses en fiebre marcial y cuesti¨®n de soberan¨ªa, se recurri¨® a las armas en 1981 y de nuevo en 1995.
Ayer , en presencia de los responsables o enviados de las potencias garantes y del rey de Espa?a, Quito y Lima han hecho las paces. El tratado de Brasilia deja la frontera en los t¨¦rminos de 1942, pero Per¨² pierde simb¨®licamente un kil¨®metro cuadrado en Tiwinza, una colina que Ecuador captur¨® en la guerra de 1995, y habr¨¢ parques naturales en la franja disputada. M¨¢s importante, la reconciliaci¨®n establece los t¨¦rminos del comercio bilateral y acuerdos de navegaci¨®n entre ambos pa¨ªses, que forman un comit¨¦ conjunto para la resoluci¨®n pac¨ªfica de eventuales disputas.
El compromiso que acaba con esta guerra del fin del mundo permitir¨¢ adem¨¢s que Ecuador y Per¨² se beneficien de ayuda internacional para financiar proyectos energ¨¦ticos en su vasta e inh¨®spita frontera. Pero, sobre todo, har¨¢ posible que los Gobiernos de dos de los pa¨ªses m¨¢s pobres de Iberoam¨¦rica destinen a acuciantes necesidades civiles los cuantiosos recursos hasta ahora dedicados a mantener a sus Fuerzas Armadas preparadas para un enfrentamiento fratricida y sin sentido, que no ha llevado sino miseria adicional a sus pueblos respectivos.
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