Paul Auster hace volar su escritura con la imagen de "Lulu on the bridge"
Los "Idiotas" subversivos de Lars von Trier siguen abriendo fronteras
Ayer llegaron los Idiotas subversivos que hace unos meses puso en camino el dan¨¦s Lars von Trier. Siguen rompiendo fronteras, escandalizando a las mentes estrechas de la Europa idiota. Pero la sorpresa lleg¨® de Nueva York. La trajeron Paul Auster, escritor y director de Lulu on the bridge, y Mira Sorvino, su protagonista junto a Harvey Keitel. Es cine de gran belleza y el mejor, m¨¢s conciso y conmovedor relato de Auster.
Las dos pel¨ªculas pasaron por los escaparates de Cannes sin levantar polvaredas ni entusiasmos. No llevan dentro cine de dise?o y moqueta, sino cine libertario e incatalogable la primera y exquisito cine cl¨¢sico de absoluta modernidad la segunda. Se trata de dos pel¨ªculas completamente vivas y completamente distintas, que cada una a su manera ofrece un camino al cine que viene y que nos proporcionan accesos a la esperanza.A la de Lars von Trier los pont¨ªfices del glamour la ignoraron porque no tiene pinta de productiva y porque tomarla en serio les convertir¨ªa en idiotas a ellos, ya que hace a?icos las convenciones del conservadurismo, los pactos de la modernez, y recupera con libertad y coraje absolutos la inocencia del cine fundacional, artesanal, primordial, incluso en sus gloriosos balbuceos, en sus ¨¢giles imprecisiones, en su emocionante elementalidad.
La gente estrecha rechaza la anchura de la met¨¢fora de Idiotas, porque es indigerible para los insulsos est¨®magos de la sofisticaci¨®n y del laboratorio de rutinas en que se ha convertido la producci¨®n que abastece masivamente al pesebre televisivo, que est¨¢ abarrotado de potitos de seudocine predigerido. No tiene ah¨ª cabida el cine abrupto e indigesto de Lars von Trier, y hay que felicitar por ello al temerario cineasta dan¨¦s, ese magn¨ªfico loco que desencaden¨® esta incatalogable aventura de unos Idiotas due?os de los resortes del talento de la libertad.
Tambi¨¦n, aunque algo menos, pas¨® all¨ª inadvertida la enorme belleza de Lulu on the bridge. Es demasiado buen cine para que arme la gresca en los compadreos del papel cuch¨¦ con la gram¨¢tica del truco, del efecto especial y el estrellato de dise?o pijo, hoy reinante. Pero Paul Auster, novelista, lleva en la sangre de su escritura un aut¨¦ntico chorro de celuloide cl¨¢sico. Lo dio suelta en el gui¨®n de Smoke y en su posterior contribuci¨®n, tambi¨¦n junto a Wayne Wang, a la direcci¨®n improvisada de Blue in the face. Y ahora, en esta Lulu on the bridge, una maravilla l¨ªrica, un delicado e intenso prodigio de cine de amor, introspectivo y elegante, que entra dentro, muy dentro, de las estancias donde se mueve la conciencia de la gente com¨²n. Auster afronta esta vez ¨¦l solo la escritura y la direcci¨®n y nos regala una joya, de la estirpe que su colega franc¨¦s Guediguian llam¨® hace poco "cine antiguo absolutamente moderno".
Con total solvencia profesional, mueve Paul Auster sombras y ecos del teatro de Wedeking y del cine de la inmensa Lul¨² de Louise Brooks, de La mujer del cuadro de Fritz Lang y de aquella portentosa cumbre -sint¨¦tica de expresionismo y surrealismo- del cine estadounidense titulada Jennie, que dirigi¨® el alem¨¢n William Dieterle. Un riqu¨ªsimo entramado de vivencias de la historia del cine se aprieta de esta manera en las im¨¢genes y en la profunda musicalidad del tiempo de este precioso y cautivador relato de Paul Auster, el m¨¢s hermoso de cuantos ha imaginado este f¨¦rtil fabulador de novelas, ahora convertido en m¨¢s, en mucho m¨¢s, que una simple promesa de cineasta.
No hay promesa, sino presencia, de aut¨¦ntico talento cinematogr¨¢fico, de estilo de cine puro, en esta primera aventura solitaria de Paul Auster dentro del dif¨ªcil y movedizo territorio que se extiende detr¨¢s de las c¨¢maras. Hay luz y sentido del tenebrismo, hay acabamiento, hay dominio del ritmo, de la creaci¨®n de lenguaje, de la redondez e incluso de inesperados giros de refinado pulimento de la sensibilidad para la captura y el enlace de las im¨¢genes. Hay, en definitiva, cine de ahora y de siempre, cine de verdad.
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