Norman Lebrecht afirma que los directores traen "sobras" a Espa?a
El azote del circuito de m¨²sica cl¨¢sica presenta su nuevo libro
Norman Lebrecht es el guerrero del antifaz de la m¨²sica cl¨¢sica. "?Por qu¨¦ un director de orquesta debe ganar 150.000 d¨®lares a la semana?", se pregunta el cr¨ªtico musical ingl¨¦s, l¨¢tigo de los intermediarios que proliferan en un negocio que anta?o fue tambi¨¦n un arte. Por eso, y por muchas cosas m¨¢s, Lebrecht ha escrito ?Qui¨¦n mat¨® a la m¨²sica cl¨¢sica?, que acaba de publicar en Espa?a Acento Editorial.
Lebrecht lleva unas gafas de pasta con los colores del arco iris, pero le sirven de poco: lo ve todo negr¨ªsimo. "Soy muy pesimista", asegura. Sus alegatos son cruzadas por la recuperaci¨®n del arte y la decencia en un mundo en que, para ¨¦l, "escasean". En su anterior obra, El mito del maestro, Lebrecht analizaba a los directores de orquesta desde Wagner, Mahler y Von B¨¹llow hasta nuestros d¨ªas, y auguraba la muerte de tan idolatrada figura. Ahora, ha vuelto a sacar la artiller¨ªa con un nuevo libro cuya tesis es que la codicia y las ansias de dinero priman sobre lo art¨ªstico en la cl¨¢sica, lo que ha soliviantado a muchos profesionales, como Giuseppe Sinopoli.Lebrecht dispara contra los abusos de poder de ciertos directores, representantes y estrellas, que llegan a cobrar en carne, es decir, con sexo, su posici¨®n predominante. Para abrir boca, se remonta a Franz Liszt, precursor del fen¨®meno de los fans, aunque "no llegaba a los niveles que llegan hoy la mayor¨ªa". E inmediatamente despu¨¦s saca una granada de mano y la tira contra Karajan: "Hizo mucho da?o a la m¨²sica". Para Lebrecht, el director alem¨¢n, autor de 900 grabaciones, "era persuasivo, avaricioso y muy peligroso. Ten¨ªa un gran poder de seducci¨®n y arruin¨® muchas carreras".
Muerto ¨¦l, no se acab¨® la rabia. Aunque hoy no hay tantos que le igualen. ?Los tres tenores, quiz¨¢? "No, Karajan ten¨ªa un ansia de dominaci¨®n que hered¨® del nazismo, y los tenores son s¨®lo unos feriantes que piensan en s¨ª mismos". Para Lebrecht la avaricia ensucia el arte y lo vac¨ªa de contenido. Llegar¨¢ el d¨ªa en que tambi¨¦n expulse a la gente de las salas de conciertos. "Es una maldita tragedia lo que ocurre", se indigna. Sin embargo, en Espa?a, esa profec¨ªa parece no funcionar: cada vez vienen m¨¢s figuras, hay m¨¢s auditorios y m¨¢s afici¨®n y se venden m¨¢s discos. Lebrecht no se cree nada: "?Cu¨¢ndo fue la ¨²ltima vez que escuch¨® usted una interpretaci¨®n que cambi¨® su vida? Espa?a ha entrado hace poco en el circuito, pero no se enga?en, los m¨²sicos que llegan aqu¨ª les echan a ustedes los restos. Antes han viajado por toda Europa y ya s¨®lo traen las sobras".
Lebrecht mantiene cierta esperanza -"si no, me retirar¨ªa"- y salva de la quema al director Esa Pekka Salonen, al joven pianista ruso Eugeny Kissin y al compositor h¨²ngaro Gy?rgy Ligeti. Todo un alivio.
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