Roget (1852), Moliner (1966)
Peter Mark Roget comenzaba as¨ª, en 1852, la introducci¨®n a su Thesuarus of english words & phrases: "Esta obra pretende satisfacer, respecto del idioma ingl¨¦s, un desideratum hasta ahora no satisfecho en ning¨²n idioma; a saber, una recolecci¨®n de las palabras que lo integran y de las combinaciones expresivas que le son propias, ordenadas, no en orden alfab¨¦tico, como ocurre en un diccionario, sino de acuerdo con las ideas que expresan. El prop¨®sito de un diccionario com¨²n es simplemente explicar el significado de las palabras, y el problema que pretende solucionar puede enunciarse as¨ª: dada la palabra en cuesti¨®n, encontrar su significado, o la idea que trata de comunicar. El objetivo que persigue esta empresa es exactamente el inverso; a saber: dada la idea, encontrar la palabra o palabras, por medio de las cuales la idea puede ser expresada m¨¢s precisa y adecuadamente. Con este fin, las palabras y frases del idioma han sido ordenadas aqu¨ª, no de acuerdo con su sonido u ortograf¨ªa, sino estrictamente de acuerdo con su significado".Por su parte, Mar¨ªa Moliner, m¨¢s de un siglo despu¨¦s, en 1966, comenzaba as¨ª la presentaci¨®n a su Diccionario de uso del espa?ol: "La denominaci¨®n de uso aplicada a este diccionario significa que constituye un instrumento para guiar en el uso del espa?ol tanto a los que lo tienen como idioma propio como a aquellos que lo aprenden y han llegado en el conocimiento de ¨¦l a ese punto en que el diccionario biling¨¹e puede y debe ser substituido por un diccionario en el propio idioma que se aprende, y ello, en primer lugar, trayendo a la mano del usuario todos los recursos de que el idioma dispone para nombrar una cosa, para expresar una idea con la m¨¢xima precisi¨®n o para realizar verbalmente cualquier acto expresivo, y, en segundo lugar [y s¨®lo "en segundo lugar", recalco yo], resolviendo sus dudas acerca de la legitimidad o ilegitimidad de una expresi¨®n, de la manera correcta de resolver cierto caso de construcci¨®n, etc¨¦tera".
A mediados de 1968, viniendo de Inglaterra, donde por entonces yo resid¨ªa, le traje a mi madre un Roget. No lo conoc¨ªa. Se qued¨® arrobada: "es lo que yo he intentado hacer", dijo.
El Thesaurus de Roget fue reeditado y ampliado, en 1879, por su hijo John Lewis, y otra vez, ya en 1936, por su nieto Samuel Romilly. La edici¨®n que yo le ense?¨¦ a mi madre era la de 1962. La edici¨®n actual es de 1987. Se han editado hasta la fecha m¨¢s de tres millones de ejemplares. Aquella edici¨®n de 1962 ya contaba con lo que los editores actuales llaman "¨ªndice": una ordenaci¨®n alfab¨¦tica de todas las palabras, con su referencia al orden ideol¨®gico original del Thesaurus: lo cual ha facilitado enormemente su manejo. Lo sorprendente y, para m¨ª, admirable, es que nadie, a lo largo de todo ese tiempo, se haya permitido cambiar ese orden original. O suprimirlo: incorporando las referencias al mismo ¨ªndice, por ejemplo.
Lo que Mar¨ªa Moliner hizo en su diccionario fue eso precisamente: incorporar las referencias (lo que ella llamaba "cat¨¢logos") a la palabra alfab¨¦ticamente ordenada. Pero se anuncia ahora una edici¨®n "actualizada" del mismo, y hay anticipos alarmantes de en qu¨¦ va a consistir ¨¦sta: en una radical alteraci¨®n de su misma estructura original, de todo aquello que ella colocaba "en primer lugar", ciertamente.
Esto es lo que yo opino, y nadie puede privarme del derecho de opinar sobre el futuro de algo que ha marcado mi vida desde que, en 1952, le traje a mi madre -desde Par¨ªs, en aquella ocasi¨®n- el Learner"s dictionary of current english, de A. S. Hornby y otros, de 1948; que fue lo que se dice que le despert¨® la idea de hacer un peque?o diccionario de uso del espa?ol. Y la idea original se fue complicando...
A toro pasado, se dir¨¢, pero nadie me avis¨® de que el astado andaba suelto.
Aprovechando la ocasi¨®n, quisiera expresar aqu¨ª mi repugnancia por algunos aspectos de la campa?a de prensa que acompa?a la aparici¨®n de esa edici¨®n "actualizada" del diccionario. Concretamente, por ese calificativo de "divertido", a ¨¦l aplicado, y sobre todo por esa descripci¨®n -m¨¢s propia de un papanatas inform¨¢tico, a lo moderno, que de un editor responsable- que de su autora se hace: que yo recuerde, Mar¨ªa Moliner no hizo el Diccionario de uso del espa?ol sobre una mesa camilla, ni utilizaba l¨¢piz y goma, ni part¨ªa ninguna cuartilla en cuatro. Ni lo hizo por montarle una cl¨ªnica a su hijo Enrique. Ni Fernando Ram¨®n, su marido, media los fajos de fichas con una cinta m¨¦trica.
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