Los republicanos, divididos ante el desaf¨ªo de recuperar el centro
La sucesi¨®n de Newt Gingrich abre un gran debate interno entre los conservadores
Si Bill Clinton gan¨® las presidenciales de 1992 y 1996, sigue siendo popular y est¨¢ escap¨¢ndose al caso Lewinsky, es porque, salvo en la fase inicial de su mandato, su ¨¦poca m¨¢s izquierdista, jam¨¢s se ha alejado de lo que ¨¦l llama el "centro vital". Un espacio pol¨ªtico abandonado durante a?os por los republicanos que s¨®lo ahora, tras su fracaso en las elecciones legislativas del 3 de noviembre y la dimisi¨®n de su l¨ªder, Newt Gingrich, ven como un error.
Clinton ha asumido muchos elementos conservadores porque sabe que son populares: desde el equilibrio presupuestario hasta la pena de muerte, pasando por la eliminaci¨®n del sistema federal de asistencia p¨²blica (welfare). Pero defiende otras pol¨ªticas progresistas por la misma raz¨®n: porque los sondeos le dicen que son apreciadas por sus compatriotas. Entre ellas, la mejora de la educaci¨®n p¨²blica, la salvaci¨®n del sistema p¨²blico de pensiones (Seguridad Social), la lucha contra el tabaquismo y la protecci¨®n del medio ambiente.Ahora, tras su pinchazo en hueso en las elecciones legislativas, muchos republicanos comprenden que llevan varios a?os equivoc¨¢ndose al cultivar en exclusiva a ese tercio de los norteamericanos que son profundamente conservadores. Eso les ha convertido en apestados ante los electores moderados y grupos de intereses como las mujeres y las minor¨ªas hispana y negra. Son esos sectores los que salvaron a los dem¨®cratas de la anunciada cat¨¢strofe electoral. Y son los que podr¨ªan conducir al futuro de pesadilla para los republicanos que el propio Gingrich mencion¨® el pasado lunes: la llegada en el a?o 2000 de Al Gore a la Casa Blanca y de una mayor¨ªa dem¨®crata al Congreso.
Gingrich ha sido una de las estrellas m¨¢s deslumbrantes y fugaces de la pol¨ªtica contempor¨¢nea de EE UU. En 1994 acaudill¨® una "revoluci¨®n conservadora" que condujo a los republicanos a obtener la mayor¨ªa en las dos c¨¢maras del Congreso, pero a partir de ah¨ª fue incapaz de serenarse. Pronto se convirti¨® en el pol¨ªtico m¨¢s impopular del pa¨ªs, en un sin¨®nimo del extremista. Cuatro a?os despu¨¦s, el aplastante aumento de esa mayor¨ªa que hab¨ªa prometido a los suyos se convirti¨® en un mantenimiento de posiciones en el Senado y una p¨¦rdida de cinco esca?os en la C¨¢mara de Representantes.
"Nuestro partido", dice la analista y estratega republicana Linda DiVall, "tiene que despertarse a una serie de realidades demogr¨¢ficas si no quiere perder el Congreso en el a?o 2000. No puede seguir contando tan s¨®lo con el apoyo de los varones blancos. Si no encontramos mensajes que nos reconcilien con las mujeres, los hispanos y los negros, estamos perdidos".
Lance Tarrance, otro guru republicano, cita el ejemplo de Tejas, donde el gobernador George Bush ha conseguido dejar al Partido Dem¨®crata "en un estado de invierno nuclear". El d¨ªa 3, Bush fue reelegido con el 69% de los votos, entre ellos la mayor¨ªa de los femeninos, la mitad de los hispanos y un buen pu?ado de los negros. Su idea del "conservadurismo con compasi¨®n" funcion¨® y le coloc¨® en el primer lugar en la pista de salida para la pr¨®xima carrera hacia la Casa Blanca.
El partido del elefante lo ten¨ªa todo para arrasar el d¨ªa 3: un Clinton y un Partido Dem¨®crata debilitados por el caso Lewinsky, mucho m¨¢s dinero gastado en publicidad televisiva y la tradici¨®n que quiere que la formaci¨®n pol¨ªtica contraria al titular de la Casa Blanca obtenga un buen resultado en estos comicios celebrados a mitad de mandato presidencial. "Nos gastamos 48 millones de d¨®lares en la campa?a, una cifra r¨¦cord", dice el congresista John Linder, presidente del Comit¨¦ Nacional Republicano. "Si no lo hubi¨¦ramos hecho, habr¨ªamos perdido la mayor¨ªa en el Capitolio".
Bob Livingston, congresista por Luisiana, de 55 a?os, se convertir¨¢ el pr¨®ximo mi¨¦rcoles en el sustituto de Gingrich como l¨ªder parlamentario republicano y, dada la mayor¨ªa de esa formaci¨®n en el Congreso, presidente de la C¨¢mara de Representantes, el tercer puesto en la jerarqu¨ªa norteamericana, tras el presidente y el vicepresidente. El desaf¨ªo que Livingston tiene por delante es orientar a los republicanos del Congreso hacia lo que Clinton llama "el centro vital". Es toda una revoluci¨®n en un partido obsesionado con la reducci¨®n del tama?o del Gobierno y con temas sociales como la prohibici¨®n del aborto. Pero es una revoluci¨®n posible. George y Jeb Bush la han hecho en Tejas y Florida.
Pero no todos los republicanos est¨¢n de acuerdo con esa lectura. "Girar hacia el centro ser¨ªa un desastre", dice el congresista por Indiana David McIntosh. "Lo que pas¨® en las elecciones fue que muchos electores no vieron diferencias entre nosotros y Clinton". Es la opini¨®n del ala m¨¢s derechista del partido, que cree que Gingrich fracas¨® por moderarse demasiado y no hacer demasiada sangre con el caso Lewinsky.
"Estados Unidos ha perdido el sentido de la indignaci¨®n ante la injusticia y la deshonestidad, su triunfo universal le ha convertido en un pa¨ªs tolerante, acomodaticio, apoltronado; ya no es una joven rep¨²blica, sino una vieja democracia burguesa a la europea", se lamenta Ann Coulter, una joven abogada conservadora que defiende el impeachment de Clinton por el caso Lewinsky. Compartir o no la indignaci¨®n de Coulter es una cuesti¨®n de criterio, pero el hecho es cierto. La gran lecci¨®n del caso Lewinsky es que, si bien un tercio de los estadounidenses son muy puritanos o derechistas, el resto no se diferencia tanto de los europeos, a excepci¨®n del apoyo a la pena de muerte.
Es lo que The New York Times llama "el nuevo consenso norteamericano". En una reciente portada de su semanal, ese peri¨®dico lo resum¨ªa con humor parodiando la Declaraci¨®n de Independencia: "Nosotros, los relativamente despreocupados y bien situados, creemos que estas verdades son evidentes: que el Gran Gobierno, los Grandes D¨¦ficit y las Grandes Tabacaleras son malos, pero que los grandes cuartos de ba?o y los veh¨ªculos cuatro por cuatro no lo son; que la implicaci¨®n norteamericana en el exterior deber¨ªa limitarse a acuerdos comerciales, fondos de inversi¨®n y la visita de ciertas playas; que los mercados deben cuidar de s¨ª mismos siempre que cuiden de nosotros; que la vida sexual del individuo no es asunto de nadie, aunque s¨ª muy divertida, y que los ¨²nicos derechos que importan son los que nos permitimos a nosotros mismos".
Ronald Reagan resucit¨® al Partido Republicano con un pu?ado de ideas b¨¢sicas: la rebaja de la presi¨®n fiscal, la reducci¨®n del Gobierno, la defensa del gasto militar y la lucha contra el comunismo. Gingrich triunf¨® en 1994 al lograr movilizar a los sectores muy conservadores con una radicalizaci¨®n de ese programa -el llamado Contrato con Am¨¦rica- y aprovechar el escepticismo respecto a Clinton que entonces ten¨ªan los centristas y progresistas. Pero esas ideas est¨¢n agotadas al haber triunfado en lo esencial. El comunismo muri¨® y el propio Clinton proclam¨® en 1996 que "la era del Gran Gobierno hab¨ªa terminado". Gingrich no se enter¨® y lo pag¨® con su dimisi¨®n. De c¨®mo termine interpretando ese hecho depende el futuro del partido del elefante.
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