La bestia acorralada
No es exagerado afirmar que buena parte del destino de Chile se juega en estos d¨ªas en Londres, porque el destino, ese concepto que puede ser sin¨®nimo de futuro, est¨¢ estrechamente ligado a la comprensi¨®n y superaci¨®n del pasado.En Chile, una parte del pasado, sobre todo el que se refiere a lo ocurrido entre 1973 y 1989, fue borrado de la memoria mediante un atroz decreto, por la imposici¨®n forzosa de la amnesia como raz¨®n de Estado.
Durante estos d¨ªas tensos en los que con evidente satisfacci¨®n y mucha preocupaci¨®n hemos disfrutado de ver al tirano privado de su libertad, hemos visto tambi¨¦n c¨®mo los eufemismos se mueven a sus anchas para justificar lo injustificable.
Lichtenberg, en uno de sus memorables aforismos, escribe: "La peor de las mentiras es la verdad ligeramente deformada". No dudo del esp¨ªritu legalista que mueve a la defensa de Pinochet, pero afirmar que un eventual levantamiento de su inmunidad y consiguiente juicio en Espa?a, Francia o cualquiera de los pa¨ªses que ya tramitan peticiones de extradici¨®n significar¨ªa un riesgo para la paz social chilena y para su incipiente democracia, es justamente una monstruosa deformaci¨®n de la verdad. El gran peligro para la estabilidad pol¨ªtica y la paz social en Chile se llama Modelo Econ¨®mico Neoliberal, se llama darwinismo econ¨®mico, se llama cultura del s¨¢lvese quien pueda, y el fetiche que representa tal peligro es el anciano que lo impuso a sangre y tortura. De la misma manera, atenta contra la estabilidad y la paz social la cavernaria derecha chilena representada por sujetos como Cardem¨ªl, que propone la formaci¨®n de un Gobierno de unidad nacional (?salvaci¨®n nacional?) del que estar¨ªan excluidas todas las fuerzas de izquierda y de centro que han apoyado el posible juicio al tirano.
La sola posibilidad de que Pinochet regrese triunfante a Chile supone el mayor peligro para la curiosa democracia chilena, porque lo convertir¨¢ una vez m¨¢s en el elemento aglutinador de la derecha m¨¢s retr¨®grada del continente americano, y polarizar¨¢ las posiciones en el seno de la d¨¦bil coalici¨®n-concertaci¨®n-gobernante, entre los que se decantar¨¢n por el pinochetismo que durante ocho a?os han aplaudido a rega?adientes, y los que, mal que mal herederos de una tradici¨®n democr¨¢tica de izquierdas, se han atrevido a proponer una reforma constitucional que devuelva a los ciudadanos el derecho de elegir libremente a sus parlamentarios, y los libere de la odiosa tutela de los senadores designados o vitalicios.
Mientras Pinochet ocupe su sill¨®n de senador vitalicio, mientras contin¨²e como protagonista de la vida pol¨ªtica en su papel de recuerdo vivo del horror, como garante de la permanencia del modelo econ¨®mico y freno de cualquier iniciativa de participaci¨®n social, en Chile no existir¨¢ la menor estabilidad pol¨ªtica y su democracia no ser¨¢ m¨¢s que una triste farsa. Mientras Pinochet y los 531 uniformados citados en el informe Rettig como torturadores, secuestradores, asesinos de m¨¢s de cuatro mil chilenos no reciban la sanci¨®n -castigo que una acci¨®n lleva consigo, aunque no sea impuesto por la ley- de su identificaci¨®n plena como culpables, la paz social ser¨¢ para los chilenos una inalcanzable utop¨ªa.
Mientras el poder ejecutivo permanezca prisionero del chantaje de la m¨¢s odiosa instituci¨®n del pinochetismo, el Consejo de Seguridad Nacional, que no aconseja sino que amenaza, la estabilidad democr¨¢tica no ser¨¢ m¨¢s que un constante acto de servilismo frente al poder econ¨®mico y militar.
Durante estos d¨ªas en que los chilenos con su proverbial humor negro han empezado a llamar a Pinochet como "El Paciente Ingl¨¦s", se han escuchado numerosas voces opinando sobre el tema. No dudo de la vocaci¨®n democr¨¢tica de Jean Daniel ni de su rigurosa ¨¦tica como periodista, pero sugerir que la sociedad chilena podr¨ªa ser una de aquellas que han optado por no abrir viejas heridas para avanzar hacia la plenitud c¨ªvica, es desconocer el dolor de las v¨ªctimas, es faltar al respeto al sagrado dolor de las v¨ªctimas. En Chile las heridas est¨¢n abiertas, muy abiertas y sangrantes. Ni la dictadura, ni la justicia de los prevaricadores representada en la Corte Suprema chilena ni la democracia bajo fianza han hecho el menor esfuerzo por cerrar nuestras heridas.
En 1987, el por entonces ministro del Trabajo alem¨¢n, Norbert Bl¨¹hmm, visit¨® Chile y se vio obligado a saludar a Pinochet. El tirano lo recibi¨® con una de sus t¨ªpicas bestialidades, le dijo: "La historia alemana se ha falseado mucho. En los campos de concentraci¨®n no murieron seis millones de jud¨ªos. Fueron solamente cuatro". El ministro alem¨¢n se ajust¨® los lentes y respondi¨®: "Una sola v¨ªctima habr¨ªa bastado para la condena universal".
De la misma manera, mientras Chile no recupere al ¨²ltimo de sus desaparecidos, mientras no se sepa cu¨¢ndo, c¨®mo muri¨®, qui¨¦nes fueron sus asesinos y por, sobre todo, d¨®nde est¨¢n sus restos, la herida permanecer¨¢ abierta, y es misi¨®n de los hombres decentes mantenerla limpia y abierta, porque esa herida es nuestra memoria hist¨®rica.
Hemos escuchado muchas opiniones durante estos d¨ªas de esperanza. Algunas, francamente decepcionantes, como la de Felipe Gonz¨¢lez; otras, brutalmente consecuentes con su visi¨®n del hombre y de la sociedad, como las de los se?ores Cardenal y Fungairi?o; otras, de una audacia irresponsable, como la del se?or Sergio Romano, que en un programa de radio en Italia se permiti¨® definir el problema chileno como un asunto de culpabilidad colectiva.
Es mucho lo que se juega en Londres. Tal vez los Lores entiendan que a veces la sociedad debe sentar los precedentes que guiar¨¢n a la justicia en el futuro, que los hombres son anteriores a las leyes, que la dignidad es superior frente a la norma, que el dolor de los que sufren es el gran agravante, que la ley no puede pisarse el rabo, pues si esto sucede los tribunales se convertir¨ªan en garitos en donde el gran argumento ser¨ªa el bluf de los fulleros.
Los que no tienen voz y no pueden ni quieren pagar intelectuales org¨¢nicos, los que al reclamar por sus seres amados son acusados de no entender el modelo econ¨®mico, los que todav¨ªa llevan las cicatrices de las torturas o sienten el fr¨ªo que el exilio peg¨® a sus huesos, los que todav¨ªa escuchan las humillaciones a que los matones uniformados los sometieron durante diecis¨¦is a?os, ¨¦sos esperan y hasta conf¨ªan en la justicia.
Por sobre el asco que producen los llamados a la unidad nacional, ¨¦sos, los que mantienen abiertas las heridas, no dejar¨¢n de practicar el santo oficio de la memoria.
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