El banquete del 'bocata'
Sol y Aire, el sal¨®n de bodas m¨¢s antiguo de la capital, ha 'casado' en 50 a?os a 15.000 parejas
Los convites de boda felices se parecen todos; no as¨ª los desgraciados: cada uno a su manera. Manuel S¨¢nchez, no recuerda c¨®mo empez¨® la refriega aquel d¨ªa de 1964. El entonces joven camarero, hijo del due?o de los salones Sol y Aire, serv¨ªa el men¨² en una celebraci¨®n para 500 personas, cuando de pronto los platos comenzaron a silbar por encima de su cabeza. "Las dos familias, la del novio y la de novia, se liaron a insultos y pu?etazos dentro del local. Tuvo que separarlos la polic¨ªa y hasta hubo que cortar el tr¨¢fico en la calle del foll¨®n que se mont¨®", rememora Manuel, el actual propietario de esta casa de banquetes nupciales ubicada en el barrio de Vallecas y que es la m¨¢s antigua de la capital en la especialidad.Fueron su padre, Pedro S¨¢nchez, y su t¨ªo Manuel, dos ebanistas de la capital, quienes pusieron en marcha el negocio de una manera casual. Compraron unos terrenos en la carretera de Valencia (la actual avenida de La Albufera) nada m¨¢s terminar la guerra civil con la idea de montar una f¨¢brica de muebles y al tiempo abrieron un merendero que con el tiempo se convirti¨® en un famoso baile popular amenizado por los conciertos de Pedro, un virtuoso del acorde¨®n. La entrada costaba 50 c¨¦ntimos, con derecho al inevitable vaso de sangr¨ªa. En 1949, un vecino les pidi¨® que organizaran su banquete de bodas, y desde entonces m¨¢s de 15.000 parejas han celebrado en Sol y Aire sus cuchipandas nupciales.
Siete pesetas costaba el men¨² de boda que serv¨ªan cuando estos antiguos salones abrieron sus puertas hace medio siglo. Eran los duros a?os de la posguerra y tan m¨®dico precio daba a los invitados derecho a un bocadillo con refresco o vaso de sangr¨ªa.
"Con los a?os llegaron las medias noches, el pollo y el no va m¨¢s de la ternera en su jugo", apunta Manuel, que empez¨® a ayudar a su padre como camarero a los 11 a?os y ya ha cumplido 54. "En Madrid hab¨ªa otros salones muy populares, como Biarritz, Agudo o Angulo, pero todos han cerrado. De aquella ¨¦poca est¨¢n los De Torres, que abrieron al menos cinco a?os despu¨¦s que nosotros", asegura.
Aunque la mayor¨ªa de las bodas acababan bien, la pelea del 64 no fue el ¨²nico drama del que fue testigo el veterano hostelero, quien se embala contando an¨¦cdotas. "Una vez se present¨® una se?ora con tres ni?os diciendo que eran hijos del novio. Vinieron los grises y se la llevaron a comisar¨ªa. En otra ocasi¨®n, como antes se pagaba al contado, el novio, despu¨¦s del banquete, dijo que iba a casa a por el dinero y que dejaba a la novia en prenda. Todav¨ªa le estamos esperando. Por la ma?ana soltamos a la chica".
"Ten¨ªamos una lista de espera tremenda", a?ade. "Organiz¨¢bamos hasta tres banquetes diarios. Hab¨ªa bodas todos los d¨ªas de la semana; s¨®lo descans¨¢bamos los martes. En diciembre era temporada alta porque se celebraban las bodas de emigrantes de Alemania. Regresaban por Navidad y aprovechaban para casarse". Lo que le resultaba un aut¨¦ntico incordio era pedir en cada celebraci¨®n el obligatorio permiso de reuni¨®n a la Direcci¨®n General de Seguridad. "Durante la dictadura estaba prohibido reunirse m¨¢s de 15 personas. Me pasaba el d¨ªa entrando y saliendo de la comisar¨ªa, ya que para cada banquete necesitaba autorizaci¨®n". Las bodas de antes, cuenta, eran muy numerosas, la mayor¨ªa superaba los 300 invitados. "La gente ven¨ªa a comer porque hab¨ªa mucha necesidad. El cubierto m¨¢s lujoso era el men¨² de pollo. Los invitados se volv¨ªan locos, se tra¨ªan hasta bolsa para llevarse las sobras". No faltaba el cl¨¢sico gorr¨®n que, amparado en la muchedumbre interfamiliar, aprovechaba para saciar su apetito. "El portero notaba que hab¨ªa gente que ven¨ªa a casi todos los banquetes. La costumbre era hacer la vista gorda, salvo que lo descubrieran los novios. Hab¨ªa quien se pasaba un pel¨ªn y se tra¨ªa a la familia entera".
La est¨¦tica cutrelux caracter¨ªstica de los salones de bodas al uso le debe mucho a Sol y Aire. As¨ª lo explica Manuel: "Todo esto tan moderno de poner bengalas para iluminar la tarta o llevar a la tuna ya lo hac¨ªamos nosotros en los a?os sesenta. ?Fuimos los pioneros!", insiste. La innovadora coreograf¨ªa consiste en que, llegado el momento de los postres, se apagan las luces al tiempo que uno de los camareros saca a pulso una tarta de seis pisos, iluminada tan s¨®lo por la luz de las bengalas. Suena la m¨²sica de orquesta mientras los novios hincan la espada gigante en el pastel. La casa tiene el detalle de regalar el sable a los desposados como recuerdo. La apoteosis final corre a cargo de la tuna, que en Sol y Aire suele ser la de Medicina o Veterinaria. Lamenta no poder sacar la tarta del techo como hacen algunos salones de la competencia: "El Ayuntamiento no nos da permiso para hacer reformas. Estamos bajo amenaza de expropiaci¨®n".
Otro de los detalles con los que la casa obsequiaba a los novios era el traslado desde la iglesia al restaurante en un enorme coche americano, un Plymouth que la familia S¨¢nchez hab¨ªa comprado a un americano de la base de Torrej¨®n de Ardoz. Todo un derroche, ya que el autom¨®vil gastaba como un tanque: 120 litros de gasolina cada 100 kil¨®metros.
Asegura que la tradici¨®n de cortar prendas del vestuario nupcial, como la corbata o la liga, comenz¨® hace tres d¨¦cadas. Antes se pasaba el zapato de la novia para que los invitados bebieran de ¨¦l. "Con eso de cortar la ropa ahora se pasan. A m¨¢s de un novio han dejado en pelotas en medio del restaurante".
Y entre boda y boda, mitin. "Antes de que llegara la democracia ya hab¨ªa acudido a Sol y Aire Santiago Carrillo, con su peluca, en reuniones clandestinas. La gente gritaba: "Se siente, Carrillo est¨¢ presente". Yo me tuve que subir a una mesa y pedir un poco de moderaci¨®n para que la polic¨ªa no nos cerrara el local. En la primera campa?a electoral pasaron por nuestros salones desde Felipe Gonz¨¢lez a Fraga. Aunque hemos tenido fama de rojillos, aqu¨ª ha venido todo el que ha pagado. S¨®lo nos negamos a acoger un mitin de HB, no por ellos, sino por la que pudieran liar grupos extremistas".
Manuel presume de no haber sido s¨®lo pionero en bodas: "Hemos celebrado carnavales clandestinos cuando estaba prohibido celebrarlos. Y en los a?os setenta inauguramos la primera cafeter¨ªa de Madrid servida por se?oritas". Las dos veces que se ha casado, en 1967 y en 1990, lo celebr¨® en sus salones, cubiertos ahora de la p¨¢tina decadente que suele envolver los lugares a los que el esplendor ha abandonado.
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