Verde esperanza
El lector que me sigue en esta p¨¢gina conoce de sobra el poco apego que tengo por los partidos pol¨ªticos en general, esas corporaciones de advenedizos que funcionan con el ¨²nico objetivo de perpetuarse bajo la falsa apariencia de progreso com¨²n, pues una lectura sagaz de la historia demuestra que siempre mueven ficha por impulsos endog¨¢micos. La izquierda oficial, que se hizo siglas con el ideal de cambiar el mundo, s¨®lo busca ya en la pr¨¢ctica instalarse en ¨¦l. E instalada est¨¢, con domicilio fijo, n¨®mina de profesionales vitalicios, santos patronos, sondeos de opini¨®n para dar bandazos a medida, departamento de asesores de imagen y deudas ocultas con el adversario. Una vez establecido en Occidente el tedio democr¨¢tico de dos grandes partidos que se reparten el sill¨®n cada ocho o doce a?os, quedan s¨®lo un par de opciones disponibles para aquellos ciudadanos que se resisten a entrar en el juego: 1) el pasotismo pol¨ªtico de una buena parte de la juventud y 2) el voto in¨²til, si es que se desea cumplir y no ser c¨®mplice de un sistema a todas luces exhausto. Yo quisiera reivindicarlo como venganza contra el voto ¨²til exigido por los partidos mayoritarios, pues no es cierto que elegir a los movimientos marginales sea un despilfarro. Los Verdes -ecologistas de una izquierda indefinida- surgieron con el ¨²nico objetivo de oponerse a la ruina f¨ªsica del planeta. Nadie los tomaba en serio, eran motivo de chiste, pero gracias a su persistencia en denunciar un desastre planetario (que la izquierda al uso y la derecha, por muchas g¨¢rgaras que hagan, consideran inamovible), son en la actualidad la tercera fuerza pol¨ªtica en Alemania y Schr?der los necesita para gobernar. ?Es, entonces, tan in¨²til el voto in¨²til? En Espa?a a¨²n son pocos, pero ruidosos, y hasta aparecen en los noticieros. El desastre de Do?ana nos ha mostrado lo bien fundado de su existir. Pero el maltrecho parque nacional de Huelva es s¨®lo la punta del iceberg. El Pa¨ªs Valenci¨¤, si el lector desea centrarse en nuestro patio interior, tambi¨¦n tiene do?anas en gestaci¨®n: el Saler, la Albufera, el pandem¨®nium urban¨ªstico de las playas... ?Alguien se acuerda de aquel para¨ªso que fueron un d¨ªa Cullera o Benidorm? Queda por ver si Los Verdes alemanes resistir¨¢n la prueba del poder ejecutivo, con sus peajes, sus posibilismos y sus concesiones, que suelen diluir el ideario hasta convertirlo en triste simulacro. Si, como es de temer, cumplen a rajatabla con el papel tradicional de todos los pol¨ªticos que en el mundo han sido, al cabo de una legislatura tendremos de ellos igual opini¨®n que del socialismo espa?ol, ese que pag¨® con su virtud el haber accedido, tras 100 a?os de honradez, al control de las riendas del Estado. Quiz¨¢s Los Verdes alemanes deber¨ªan tomarle el pulso a los inquilinos de Ferraz para aprender en cabeza ajena y no desprenderse de la intransigencia que todav¨ªa los hace libres: percibir¨ªan, al palpar, un latido casi ag¨®nico, camuflado tras encuestas, propaganda, realidad virtual y ese vergonzoso espect¨¢culo bic¨¦falo y ego¨ªsta que acaban de dar en las ¨²ltimas semanas. Y es que, en este tiempo finisecular de fugacidades obscenas, el peor enemigo que tiene el PSOE son esos maltrechos 100 a?os de honradez, y no porque durante la ¨²ltima d¨¦cada unos cuantos facinerosos hayan deslucido el patrimonio de Pablo Iglesias, sino porque el tango miente al decir que 20 a?os no es nada y, en consecuencia, 100 es m¨¢s que demasiado. Las eternidades ya no existen, los mitos nacen y mueren cada ma?ana y hacen falta ideas nuevas para ilusionar. A la derecha del PSOE, en ese erial que ahora se dice de centro reformista, ni siquiera vale la pena ahondar mucho en el an¨¢lisis: su organizaci¨®n en partidos -UCD, CDS, PP- no respondi¨® nunca a un deseo de mejorar nada. Fue s¨®lo una adaptaci¨®n camale¨®nica al cambio de escenario: terminada la etapa de los cuartelazos, lleg¨® la de los votos y, ma?ana, Dios dir¨¢. Creo que los ecologistas son hoy la izquierda a votar en el ¨¢mbito global, puesto que la otra ya no desea cambiar el mundo, s¨®lo gestionarlo, aunque huela mal. Por eso, ?habr¨¢ llegado acaso el momento supremo en que el socialismo manso cierre el quiosco, despida al personal y deje el sitio a los que vienen empujando con utop¨ªas que enamoran? Supongo que una pregunta as¨ª har¨¢ sonre¨ªr a m¨¢s de uno. Es tan improbable que el PSOE lleve a cabo su disoluci¨®n por agotamiento ideol¨®gico como lo ser¨ªa que la industria armamentista dejara ma?ana de fabricar bombas, pues en ambos casos hay demasiados intereses en liza. Pero estoy convencido de que es necesario gritarlo a voz en cuello (?para qu¨¦ sirve, si no, el periodismo?), pues ya va siendo hora de introducir un poco de salsa en esta ins¨ªpida bufonada del parlamento. Y, qui¨¦n sabe, a lo mejor alg¨²n d¨ªa el verde sustituye al rojo como color de la esperanza.
Manuel Talens es escritor.
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