El purgatorio de las chicas de Vargas
La Universidad de Kansas censura obras del dibujante peruano, que son parte de la cultura de EE UU
?Recuerdan la ¨²ltima escena de En busca del arca perdida? La b¨ªblica Arca de la Alianza, que Indiana Jones ha arrebatado a los nazis tras m¨²ltiples peripecias, termina almacenada en un inmenso s¨®tano junto a miles de otros objetos arqueol¨®gicos. Pues bien, a unas 150 acuarelas originales de Alberto Vargas les lleva pasando algo semejante desde hace 18 a?os. Esas acuarelas, seg¨²n inform¨® The New York Times, duermen en un s¨®tano del Museo Spencer, de la Universidad de Kansas. Como representan a chicas hermosas y ligeras de ropa, los responsables de la instituci¨®n no saben si se trata de arte o de pornograf¨ªa.Nacido en Per¨² en 1896, hijo de un fot¨®grafo, Vargas emigr¨® a los 20 a?os a Estados Unidos, donde falleci¨® en 1982. Consigui¨® fortuna y gloria como decorador en Nueva York de los picantes espect¨¢culos musicales llamados Ziegfeld Follies, de filmes en Los ?ngeles y como retratista de las estrellas de Broadway y Hollywood. Pero fue sobre todo el creador de cientos de pinup o bellezas de papel.
Las chicas de Vargas (Vargas Girls) est¨¢n consideradas como uno de los fundamentos de la cultura popular estadounidense. Publicadas en la revista Esquire en los a?os treinta, cuarenta y cincuenta -y en Playboy a partir de los sesenta-, encarnaban un erotismo ligero y elegante, todo un modelo de mujer so?ada para las libidos de los varones que afrontaban la Gran Depresi¨®n, la II Guerra Mundial y el conflicto de Corea.
El c¨®mico Bob Hope dijo una vez: "Nuestros soldados s¨®lo parten a la batalla si han sido estimulados por una chica de Vargas". No era una exageraci¨®n. Tatuadas en los hombros o el pecho de los combatientes o pintadas en los morros de los aviones, las chicas de Vargas acompa?aron la fundaci¨®n del imperio militar estadounidense. Fueron toda una especie de diosas de la guerra.
Pero como Vargas era un gran dibujante, sus pinup, que ya entonces no eran nada vulgares, son hoy joyas de la ilustraci¨®n period¨ªstica. Hasta el punto de que el diario neoyorquino cita a feministas que se declaran rendidas admiradoras del trabajo del peruano. El problema es que la Universidad de Kansas no lo tiene tan claro. Hace 18 a?os, Esquire le hizo depositaria de todos sus archivos gr¨¢ficos, incluidas las acuarelas originales de unas 300 pinup publicadas por la revista, la mitad de Vargas. Esas acuarelas tienen un valor hoy de unos 20 millones de d¨®lares (3.000 millones de pesetas).
Esquire adopt¨® esa decisi¨®n porque la Universidad de Kansas tiene la reputaci¨®n de ser uno de los centros m¨¢s cuidadosos en la conservaci¨®n de los hitos de la historia del periodismo estadounidense. Pero no se dio cuenta de que ese centro est¨¢ en Kansas, es decir, un Estado provinciano y conservador.
Las chicas de Vargas jam¨¢s han sido expuestas. Esas bellezas de largas piernas, curvas perfectas y rostros ingenuos sestean en una especie de purgatorio. Como ocurr¨ªa con los libros prohibidos por la Inquisici¨®n desterrados a los s¨®tanos del Vaticano, permanecen guardadas -con amoroso cuidado, eso s¨ª- en una dependencia a la que s¨®lo se tiene acceso si as¨ª se solicita.
Varios coleccionistas del trabajo de Vargas en Alemania, Francia, Espa?a, Suecia o Jap¨®n se han ofrecido a la Universidad de Kansas para descargarle de la turbadora tarea de guardar ese legado al precio que ella ponga. (Louis Meisel, propietario de una galer¨ªa en el neoyorquino Soho y coautor del libro The Great American Pinup, estima que cada acuarela cuesta entre 10.000 y 75.000 d¨®lares. Pero la instituci¨®n prefiere seguir con el material, que no saben si es valioso, incendiario o ambas cosas.
Vargas podr¨ªa salir pronto del purgatorio si Stephen Goddard, el responsable del cuidado de la colecci¨®n, impone su criterio. Goddard discrepa del entusiasmo que provocan las pinup. "Un hombre", cuenta, "me lleg¨® a decir: "Usted cree que Miguel ?ngel fue un gran artista; pues bien, para m¨ª, Vargas fue a¨²n m¨¢s grande". Pero, tras profunda reflexi¨®n, concluye: "Esto es arte. Este trabajo atrapa algunas de las preocupaciones del EE UU de mitad de siglo y nos permite visitar esa ¨¦poca". Por lo que sabemos, las preocupaciones de la ¨¦poca, belleza y erotismo, no eran tan distintas de las de ahora.
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