Prevenir, la ¨²nica cura
El autor sostiene que la lucha contra el sida exige un cambio de mentalidad
Todos hemos o¨ªdo aquello de que prevenir es mejor que curar. En el caso del sida, prevenir no es simplemente mejor que curar: es la ¨²nica cura. Para el caso de una enfermedad mortal y no curable, es necesario prevenir con total seguridad, ya que no vale una prevenci¨®n parcial. Desde el punto de vista epidemiol¨®gico, la prevenci¨®n m¨¢s eficaz es abordar la enfermedad en los primeros estadios, m¨¢s que en los ¨²ltimos a trav¨¦s de condones y jeringuillas est¨¦riles. Por lo tanto, conviene actuar en "el proceso de producci¨®n de la enfermedad", luchando para que no crezcan ni las pr¨¢cticas ni los grupos de riesgo. Si los grupos de alto riesgo no disminuyen y no var¨ªan su conducta, nadie puede asegurar que la enfermedad ser¨¢ erradicada y que la difusi¨®n del sida disminuya, ya que mientras persistan los comportamientos que favorecen la transmisi¨®n, habr¨¢ un aumento de los infectados y un crecimiento de la enfermedad.En las l¨ªneas anteriores se deja expuesto un concepto claro: la prevenci¨®n primaria. ?sa es la prevenci¨®n realmente eficaz. Cualquier m¨¦dico, trat¨¢ndose de otras enfermedades, aconseja a sus pacientes realizar una prevenci¨®n primaria. Si alguien tiene una ¨²lcera de est¨®mago, le dir¨¢ que no tome comidas fuertes. Si alguien es proclive a la faringitis, el m¨¦dico le dir¨¢ que no debe fumar o exponerse a respirar aire fr¨ªo. Si a un paciente le afecta mucho el tabaco para sus bronquios, el m¨¦dico le aconsejar¨¢ que deje de fumar o que reduzca el n¨²mero de cigarrillos. Todos estos consejos forman parte, o son consecuencia, de la aplicaci¨®n de la prevenci¨®n primaria. Es decir, se act¨²a en el primer proceso de riesgo de contraer la enfermedad.
Se hace necesario un gran esfuerzo de reflexi¨®n a nivel internacional que eval¨²e las causas profundas de esta patolog¨ªa social que es la drogadicci¨®n, as¨ª como redefinir el papel que la sexualidad ocupa en la realizaci¨®n del ser humano. Una sexualidad indiscriminada, a cualquier precio, sin puntos de referencia, desajustada de otras facetas b¨¢sicas de la persona, convierte al hombre en animal inferior con una existencia patol¨®gica.
Con el sida no nos encontramos s¨®lo un problema estrictamente sanitario, como querr¨ªan algunos, tambi¨¦n es un problema ¨¦tico. En este caso, es "la consecuencia de un abuso pr¨¢ctico de la sexualidad en modalidades incorrectas de frecuencia y lugar, y en sus combinaciones con circunstancias de drogadicci¨®n o promiscuidad" (Higuera G., ?tica y sida, p¨¢gina 6).
Pero el cap¨ªtulo de la prevenci¨®n no es sencillo, pues se trata de una enfermedad del comportamiento. Adem¨¢s de la investigaci¨®n, las otras soluciones al sida deben ya venir de mano de la educaci¨®n sanitaria, de la educaci¨®n sexual y de la transmisi¨®n de una serie de valores humanos como la responsabilidad personal que motive a las personas al rechazo de drogas y de otras conductas de riesgo. Y la mejor forma de prevenir, de educar comportamientos, es comenzar por llamar a las cosas por su nombre, por decir las cosas claras, sin dobles interpretaciones, aunque nos ganemos los abucheos de muchos que no quieren o¨ªrlo. De George Orwell es la frase: "Hemos ca¨ªdo tan bajo, que atreverse a proclamar lo obvio se ha convertido en el deber primordial de todo hombre inteligente".
Imaginamos la sociedad dentro de 50 a?os como lo que es ahora respecto a otras epidemias que, como el c¨®lera, tifus, etc¨¦tera, diezmaban las poblaciones, y fueron vencidas. Esas epidemias fueron derrotadas gracias a la investigaci¨®n, pero sobre todo gracias a la limpieza. Cuando rectifiquemos un tanto los actuales h¨¢bitos peligrosos respecto al sida y la investigaci¨®n avance, habremos ganado la batalla. Pero si no lo hacemos y el virus se revela como infalible ante cualquier persecuci¨®n, pues gracias a su mutabilidad supera todas las barreras, entonces estamos perdidos.
La revoluci¨®n sexual ocurrida en las ¨²ltimas d¨¦cadas ha llevado a un cambio de planteamientos y perspectivas de muchos expertos, sobre todo si ¨¦stos no tienen hijos. Conductas que han llegado a ser aceptadas por algunos adultos en privado son propugnadas ahora para los ni?os. Quienes act¨²an de esta manera deber¨ªan darse al menos cuenta de que lleva tiempo hacer de un ni?o un adulto. Y que los h¨¢bitos que no tienen obvias consecuencias tr¨¢gicas para los adultos suelen ser malentendidos y llevados a la pr¨¢ctica m¨¢s irresponsablemente a¨²n por j¨®venes inmaduros.
Para apagar el fuego no hay que a?adir m¨¢s fuego, sino sacar la le?a, ¨¦se es el ¨²nico camino.
Se cuenta que una banda municipal ten¨ªa organizado amenizar las fiestas de la localidad tocando en ronda por la calles una serie de canciones de su repertorio. Pero he aqu¨ª que cuando ya est¨¢n acabando de tocar el repertorio, mientras iban en marcha por las calles de la ciudad, se dan cuenta que a¨²n quedan bastantes calles por recorrer. El director de la banda, alarmado, pregunta al concejal de fiestas qu¨¦ hacer. A lo que el concejal, sin dudarlo, contesta: "?Qu¨¦ van a hacer? Pues volver a comenzar el repertorio, pero esta vez con m¨¢s bombo". As¨ª ocurre con las campa?as del cond¨®n que hemos tenido que sufrir: no saben otra m¨²sica que la condonman¨ªa. Recomendar el cond¨®n y no la responsabilidad y el rechazo de comportamientos peligrosos es igual de est¨²pido que un consejo que a veces se ha visto escrito contra el racismo. A los grupos xen¨®fobos no se les ocurre otra cosa para evitar disturbios o problemas racistas que pintar en las calles la siguiente leyenda: "Negro, ay¨²danos a combatir el racismo: vu¨¦lvete a tu pa¨ªs".
Con esta frase, una persona que no analice bien el problema pensar¨¢ que tienen raz¨®n: si no hay inmigrantes negros, no hay racismo. Pero quien tenga dos dedos de frente se dar¨¢ cuenta de que aunque esa medida fuera viable, ?se est¨¢ atajando la ra¨ªz del problema?
?sa es la l¨®gica que utilizan tambi¨¦n los apologistas del cond¨®n. ?Se est¨¢ resolviendo el desorden con que muchas personas tratan su cuerpo? Si ese lema contra el racismo se les ocurre a los racistas, ?por qu¨¦ se les ocurre a otros lo del cond¨®n?
Una campa?a del Ministerio de Sanidad se?ala que "Todos somos iguales ante el sida". Al primero que habr¨ªa que convencer de esto es al virus VIH, que sigue comport¨¢ndose de un modo discriminatorio. Sigue atacando principalmente a drogodependientes. Es verdad que la prevenci¨®n del sida afecta a todos, pero tambi¨¦n es verdad que, a diferencia de la gripe, si se evitan ciertas conductas, el riesgo desaparece. Nuestra capacidad de reflexi¨®n no es atacada -que se sepa- por el virus del sida. Por lo tanto, los ciudadanos seguimos pregunt¨¢ndonos c¨®mo no se para esto. No podemos encogernos de hombros como quien lo hace ante el paro, los accidentes de carretera o el terrorismo.
Estamos obligados a reflexionar para no dar a nuestra amiga reincidente en la droga quinientas pesetas para una nueva dosis. Reflexionamos para denunciar a las autoridades penitenciarias que no cuidan del interno y ¨¦ste se convierte en drogodependiente en la propia c¨¢rcel. Reflexionamos para reconocer que la incidencia del sida en Espa?a no desciende apenas, contrariamente a lo que dice Sanidad, pues fueron 6.113 casos en 1997 (datos de la UE a 1 de abril del 98), y que crece la cifra de incidencia de seropositivos, de la cual no nos informan. Lamentamos que en La Rosilla (Madrid) la polic¨ªa pueda ser linchada por preguntar demasiado a un camello.
Hay cosas que deben cambiar. Este barco de la sociedad en el que estamos todos est¨¢ haciendo agua, y se quiere salvar con tiritas. Cada vez se llena m¨¢s de agua, m¨¢s dif¨ªcil ser¨¢ achicarla, y m¨¢s riesgo de hundimiento para personas inocentes.
Proponemos:
-Investigaci¨®n de medicamentos y vacunas.
-Ayudas a enfermos para que ingresen en centros asistenciales, y no para que se droguen o para drogarles.
-Educar las costumbres del pueblo.
-Represi¨®n del tr¨¢fico y consumo de droga.
-Permisividad con la prostituci¨®n y el consumo de droga.
-Altas voluntarias de estos enfermos en hospitales.
-Discriminaci¨®n de los enfermos o portadores.
-Hipocres¨ªa del que no tolera que se fume tabaco y s¨ª tolera que se droguen.
Todas estas medidas costar¨¢ su aplicaci¨®n, no son populares, pero son necesarias. ?Qui¨¦n le pone el cascabel al gato? ?Los jueces? ?Los pol¨ªticos? ?La polic¨ªa? ?Los m¨¦dicos? Nadie se atreve, y en esta espera el gato ha crecido y ya se ha hecho un tigre.
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