Cibeles saluda al campe¨®n
20.000 madrile?os combatieron el fr¨ªo con bufandas blancas, saltos y v¨ªtores en honor del Real Madrid
La puerta del avi¨®n de la compa?¨ªa Transavia se abri¨® a las 21.20 horas. El primero en bajar del aparato que traslad¨® a Madrid a los campeones de Tokio (2-1 ante el Vasco de Gama de Brasil) fue Manolo Sanchis, el capit¨¢n, que llevaba la Copa Intercontinental. Tras ¨¦l, Lorenzo Sanz, el presidente del club, y Guus Hiddink, el entrenador. Al pie de la escalerilla aguardaban los directivos que no pudieron viajar y Jos¨¦ Mart¨ªnez Pirri, el director t¨¦cnico. Suyos fueron los primeros aplausos, a los que se sumaron algunos empleados del aeropuerto. Los aficionados no tuvieron acceso al pabell¨®n de Estado, adonde el avi¨®n lleg¨®. Las medidas de seguridad aconsejaron un primer recibimiento reducido para evitar aglomeraciones e incidentes. "Aqu¨ª la ten¨¦is", proclam¨® Sanchis a la vez que alzaba la copa. Sanz, a su lado, sonre¨ªa: "Me alegro de dar esta alegr¨ªa a nuestra afici¨®n". "Yo s¨¦ lo dif¨ªcil que es ganar este trofeo porque la perd¨ª en los penaltis en 1988", a?ad¨ªa Hiddink recordando su etapa en el PSV Eindhoven.El equipo descendi¨® la escalerilla a continuaci¨®n. Todos con gesto cansado pero con una sonrisa. "Estamos muertos, pero deseando estar en Cibeles, con nuestra gente", explicaba Clarence Seedorf. La directiva, aconsejada por la Delegaci¨®n del Gobierno, organiz¨® incialmente una fiesta en el estadio Bernab¨¦u pero los jugadores, al enterarse de que no ir¨ªan a Cibeles, convencieron a Sanz de que cambiara el plan.
"Yo he vivido muchas cosas pero nada como Cibeles", contaba Roberto Carlos. Iv¨¢n Campo, Jarni y Hiddink escuchaban atentos las explicaciones de los habituales de esta fiesta que ellos hasta ayer no conocieron.
Un autob¨²s de dos pisos decorado con grandes escudos del Madrid y la pancarta Campeones de la Intercontinental aguardaba a los jugadores para su paseo de gloria hasta Cibeles. Sanchis, sin soltar la Copa, se subi¨® al piso de arriba del veh¨ªculo y deposit¨® el trofeo en el lugar m¨¢s visible. Todos estos preparativos eran seguidos con atenci¨®n por Roberto Carlos y Karembeu, que se compraron dos c¨¢maras de v¨ªdeo para no perderse ning¨²n detalle. "Ha sido un a?o incre¨ªble. La Copa de Europa, el Mundial con Francia y ahora la Intercontinental. No creo que ning¨²n jugador haya ganado tanto como yo", proclamaba Karembeu.
El autob¨²s emprendi¨® a las 21.45 horas su camino hacia Cibeles, protegido por un cord¨®n de veh¨ªculos policiales. All¨ª miles de personas aguardaban a los campeones. Todos con la vitalidad suficiente como para soportar una noche g¨¦lida (un grado) y recibir al Real Madrid con la Copa Intercontinental. "No creo que esto se llene, la noche no acompa?a", comentaba un agente antidisturbios en la boca del metro de Banco de Espa?a. "Esto no pasa de 4.000 personas", sentenci¨® el polic¨ªa. Pero fueron muchas m¨¢s. La plaza de Cibeles mide 30.000 metros cuadrados, pero s¨®lo estaba ocupada la mitad (por el cord¨®n policial que rodeaba a la estatua). Con un c¨¢lculo de dos personas por metro cuadrado, salen 30.000 asistentes, pero en algunas zonas la densidad era menor. Por tanto, se puede situar la cifra en unos 20.000 seguidores madridistas.
Para esperar el equipo, cuyo vuelo se hab¨ªa retrasado, muchos hinchas se refugiaron en los bares cercanos. Desde una decena de altavoces dispuestos alrededor de la fuente de Cibeles flu¨ªa un concierto de Creedence Clearwater Revival al que sigui¨® el recurrido himno de estas ocasiones: We are the champions, de Queen. En los vagones de metro que llegaban a la encrucijada, todos los peri¨®dicos se abr¨ªan en la p¨¢gina de deportes: "Madrid, campe¨®n mundial". Un anciano transe¨²nte se indignaba ante el cierre de las calles por la avalancha humana: "Si todas las semanas ganasen un t¨ªtulo tendr¨ªan que cerrar Madrid". Y los centenares de hinchas brotaban de la boca del suburbano en hordas, envueltos en bufandas y banderas blancas -el club las repart¨ªa por doquier- para combatir las r¨¢fagas de viento helado que bajaban por la Castellana desde Guadarrama. "Es polaco el que no bote...", cantaban los hinchas. Como en el Bernab¨¦u. Todo transcurri¨® sin disturbios, por m¨¢s que alg¨²n ultra profiriera de vez en cuando alg¨²n sonido gutural. Raramente los aficionados congregados superaban los 20 a?os. Ayer la plaza de Cibeles no se termin¨® de colapsar, y los 250 agentes municipales congregados en la zona junto con los 700 miembros del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa no tuvieron ning¨²n dolor de cabeza. El Samur tampoco: 55 agentes y 12 furgonetas controlaron la situaci¨®n. Hubo tres heridos por apretujamiento y dos atenciones por lipotimia. "Todos los problemas que hemos atendido son leves", explic¨® el portavoz del Samur, quien recalc¨® que "el fr¨ªo ayuda a disminuir las asfixias".
El primero en sufrir el choque del fr¨ªo al salir del autob¨²s en Cibeles fue Lorenzo Sanz. Desbocado por la euforia, el presidente del Madrid solt¨® un "me voy a quedar helado". Mientras, Ra¨²l se trepaba al carro de la diosa, en la fuente, buscaba su cuello, y le ataba una bandera espa?ola y un pa?o del Real Madrid.
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